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03 de November de 2010

Luchas interimperialistas y superexplotación de los pueblos, para pagar la crisis.



 

Guerra de monedas

Hoy 1342 > Los gobiernos burgueses europeos, contra sus pueblo

Cuando en septiembre de 2008, la crisis de subprimes desatada en Estados Unidos a mediados de 2007, se manifestó como una crisis económica mundial, probablemente la más profunda de la era capitalista, Estados Unidos, Europa, Japón, China, etc., se apuraron a salvar sus bancos y compañías financieras, de la bancarrota. Lo hicieron con el aporte de más de 7 billones (millones de millones) de dólares, que dejaron exhaustas las arcas de sus bancos centrales.

Cuando en septiembre de 2008, la crisis de subprimes desatada en Estados Unidos a mediados de 2007, se manifestó como una crisis económica mundial, probablemente la más profunda de la era capitalista, Estados Unidos, Europa, Japón, China, etc., se apuraron a salvar sus bancos y compañías financieras, de la bancarrota. Lo hicieron con el aporte de más de 7 billones (millones de millones) de dólares, que dejaron exhaustas las arcas de sus bancos centrales.
Los bancos y compañías financieras, fundamentalmente de los países imperialistas, utilizaron esos créditos, para especular en otros mercados, especialmente en los países llamados “emergentes”, de América Latina y Asia, aprovechando así dichos créditos blandos, cercanos al 0% de interés, que los Estados centrales otorgaban para salir de la crisis y colocarlos en esos mercados donde obtenían entre el 6%, al 10%, lo que llevó a una nueva fase especulativa, que se realimenta inexorablemente.
Los Estados Unidos, que presentan una deuda externa de casi el 100% de su PIB, y cuyos principales acreedores son China, Japón, Gran Bretaña y la Unión Europea, han continuado así volcando al mundo grandes cantidades de su moneda (dólares), con su consiguiente desva­lorización del dólar (que se manifiesta en la extraordinaria suba del oro y otros productos básicos en el mercado mundial), que les permitiría “licuar” en algo su deuda exterior, y al mismo tiempo poder exportar más y aumentar la entrada de divisas, a los Estados Unidos. Pero esta manipulación de la moneda no resulta suficiente si no viene acompañada de una revaluación del yuan (chino), y del yen (japonés), con el fin de bajar las importaciones que los Estados Unidos realizan de dichos países. De allí que el gobierno de Obama presiona a Pekín, para que revalúe su moneda, diciéndole que de seguir así las empresas de Estados Unidos y al mismo tiempo las europeas, no pueden competir con los productos asiáticos. El gobierno chino hace oídos sordos a estos llamados, pero no puede desoírlos ni total ni eternamente, pues China es el gran poseedor de reservas en dólares, al igual que Japón, y una caída brutal del dólar sería una caída en las reservas internacionales de esas economías, y una nueva crisis, dentro de la crisis.
Por su lado los países emergentes especialmente Brasil, se ven “inundados” de capitales especulativos que aprovechan del elevado interés que obtienen en dicho mercado. Guido Mantega, ministro de Finanzas del Brasil, la llamó la “guerra de monedas”.
Los Estados imperialistas tienen un déficit fiscal enorme, especialmente como consecuencia del salvataje financiero de sus monopolios y bancos. La emisión de moneda, que realizan, tiende a crear un importante aumento de la inflación, que los lleva a reducir su gasto público, a privatizar servicios públicos, a flexibilizar el “mercado del trabajo”, y su consecuente aumento de la desocupación, a la reducción de salarios, a la disminución (o eliminación) de todo tipo de prestaciones sociales incluido las jubilaciones, que durante años de luchas la clase obrera había conquistado.
Esto ya se dio en España e Italia, y Grecia, y ahora en Francia, donde el elevamiento de la edad mínima de la jubilación, implica no sólo una disminución de dicha prestación, sino un aumento substancial de la desocupación de los jóvenes que deben entrar en el mercado laboral. También Gran Bretaña y su nuevo gobierno conservador-liberal, acaban de establecer un plan de austeridad, definido como un hachazo a las clases laboriosas y populares.
Así los Estados burgueses hacen pagar a sus pueblos sus crisis cíclicas, y si en un primer momento dichos estados se solidarizaron entre ellos para salvar a sus bancos, ahora comienza la etapa de cada cual por su lado, sus bancos centrales comienzan a maniobrar sus monedas, y colocarse en mejores condiciones, de exportación de sus mercados. Los pueblos salen a la lucha, como en Grecia, España, y ahora en Francia y Gran Bretaña.