Noticias

02 de October de 2010

La dictadura cívico-militar hondureña reprime y maniobra para tornar irreversible el golpe de estado. Los golpistas y el imperialismo yanqui temen la continuidad de la resistencia popular.

Honduras: sigue la movilización antigolpista

Hoy 1278 / Una brasa ardiente para el imperialismo yanqui

Transcurrido más de un mes del golpe de Estado, las organizaciones sociales hondureñas siguen movilizándose en repudio a la dictadura de Micheletti (popularmente bautizado como "Pinocheletti"). Hay manifestaciones diarias en la capital Tegucigalpa, así como cortes de ruta en El Durazno y Colón.
En la región de Las Manos, frontera de Honduras con Nicaragua, siguen concentrados grupos de manifestantes en apoyo a Zelaya.

Pueblo movilizado
El 28 de julio, a 30 días del golpe de Estado, en Tegucigalpa hubo una gran manifestación y escrache contra los bancos que financian a los golpistas: el Atlántida y el grupo financiero Ficohsa.
Un día después, a un mes de iniciada la resistencia popular contra el golpe, una denominada "Columna de la Paz" integrada por activistas de diversas organizaciones populares hondureñas, logró burlar el cerco policial y militar impuesto por la dictadura en todas las rutas que van a la frontera con Nicaragua, y estableció un nuevo campamento en resistencia que se sumó a los ya existentes desde días anteriores en la frontera nicaragüense. El campamento fue bautizado "Pedro Magdiel Muñoz", en homenaje al joven secuestrado, torturado y asesinado días antes en el retén militar de El Paraíso con más de 40 puñaladas para tirar su cadáver al paso de los manifestantes como parte de la estrategia de terror desatada por los organismos represivos. Una campaña de terror extendida con constantes allanamientos a los habitantes de los pueblos que ayudan a los grupos de manifestantes a cruzar las montañas en dirección a El Paraíso y de allí pasar la frontera hasta Las Manos en territorio nicaragüense.
El jueves 30, mientras se iniciaba un nuevo paro general de 48 horas y movilizaciones con bloqueo de rutas para exigir la restitución sin condiciones del presidente Manuel Zelaya, la dictadura desató una bárbara represión.
Convocada por el Frente Nacional de Resistencia Contra el Golpe de Estado que integran organizaciones obreras, campesinas, indígenas, docentes, estudiantiles y  sociales, la jornada incluyó una manifestación en Tegucigalpa que paralizó el tránsito durante varias horas. Se cortaron las rutas de San Pedro Sula (norte del país) a Santa Rosa de Copán (oeste), la de Silín a Puerto Castilla (en el Caribe), y la de Catacamas en el departamento de Olancho (este). El Frente Popular de Resistencia creció atrayendo a muchos integrantes de base de los partidos políticos tradicionales.
El régimen golpista desató una feroz represión contra manifestantes que bloqueaban la ruta Panamericana a 20 kilómetros al norte de Tegucigalpa, causando 200 detenidos y decenas de heridos, entre ellos un profesor que terminó muriendo este fin de semana. Un helicóptero de la policía los bombardeó con gases lacrimógenos, y otros efectivos los golpearon salvajemente persiguiéndolos durante varias horas.

¿Milicias populares?
En esas mismas horas, desde Ocotal (región fronteriza de Nicaragua con Honduras), Zelaya anunciaba su decisión de crear una "milicia popular pacífica" para volver al gobierno "con un acuerdo político pero como ganador".
A pesar de la represión, el viernes 31 alrededor de 50.000 personas marcharon nuevamente en Tegucigalpa convocadas por el Frente Nacional Contra el Golpe de Estado.
En toda Honduras rige el toque de queda. La Policía y el Ejército extreman la violencia para disolver las manifestaciones. Los maestros que pararon son sancionados judicialmente. Se conoce públicamente que hay planes para secuestrar a dirigentes populares.
Un tribunal de Tegucigalpa emitió órdenes de captura contra el presidente derrocado Manuel Zelaya y otros 3 funcionarios de su gobierno. Las fuerzas represivas montaron un verdadero cerco en todo el departamento de El Paraíso para impedir la llegada de nuevos manifestantes a la frontera nicaragüense, reactivando la siniestra Defensa Civil, un grupo paramilitar famoso por sus crímenes contra el pueblo en los años ’80.