En la discusión legislativa sobre la implementación de las 8 horas de trabajo en los ingenios azucareros tucumanos, el Partido Comunista comentaba la posición de los dirigentes empresarios del Centro de Azucareros. Dice La Internacional, diario del PC, en 1922: “El señor presidente del citado Centro Azucarero, don Miguel Padilla –por más señas, viejo y conocido espécimen de la política criolla- ha manifestado en su escrito que la Legislatura debe rechazar el proyecto anunciado, pues de lo contrario significaría aplastar una de las industrias madres del país.
“La argumentación no es muy convincente que digamos… Padilla dice que la ley de ocho horas no debe ser sancionada, pues con ello se perjudicaría en primer término a los trabajadores que, estando acostumbrados a largas jornadas, no sabiendo qué hacer con el tiempo disponible después de las ocho horas de labor se entregarían a todas las perversiones y excesos: alcohol, vicio, dilapidación, etc. Qué enternecedor todo esto. Cuanto toca al alma la paternal preocupación de las sanguijuelas por la integridad moral de sus víctimas”, culmina cáustico el comentario.
Los Ingenios, que explotaban a miles de trabajadores en las fábricas y en el campo, mantenían regímenes de trabajo semiesclavo, revestidos del “paternalismo” del buen patrón. En una huelga de 1917, los trabajadores reclaman el pago del salario por quincena en moneda legal, y rechazaban el pago de una parte con vales que se cambiaban en la proveeduría. El dueño del Ingenio Bella Vista, Manuel García Fernández, salió en defensa del sistema vigente: “Respecto a los vales no veo la razón de la queja, pues es igual que dinero en efectivo. “La Atalaya” [proveeduría] con la garantía del ingenio provee a los trabajadores”.
Los dueños de los Ingenios extendían su atrasada forma de explotación a los niños y las mujeres. En los Ingenios era común el trabajo de chicos entre 12 y 18 años, que eran ocupados en el pelado de caña y en los cultivos. Además, algunos trabajaban en la fábrica. En los establecimientos las mujeres estaban empleadas en la costura de las bolsas de empaque, y en la cocina. La Comisión Directiva del Centro Azucarero combatía las leyes nacionales que prohibían el trabajo femenino e infantil en condiciones de insalubridad “para salvaguardar los intereses de la industria azucarera”.