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02 de October de 2010

Caen las exportaciones y crece la desocupación. El gobierno de los monopolios chinos trata de “enfriar” el descontento con planes sociales, pero prepara la represión.

“Ingobernabilidad” social en China

Hoy 1253 / El supuesto acorazado, averiado por la crisis

El oleaje de la crisis económica mundial sacude también a China. Según fuentes oficiales de esa potencia imperialista, al menos 20 millones de lo que ellos llaman “migrantes internos” fueron despedidos en los últimos dos o tres meses. Se trata principalmente de campesinos o hijos de campesinos expropiados o desplazados por los grandes monopolios de la producción agrícola o de las obras de urbanización (construcción de barrios residenciales, rutas, etc.), que a lo largo de dos décadas migraron del campo a las grandes ciudades en busca de trabajo o de mejores condiciones de vida. La fuerza laboral constituida por los “migrantes” se estima en más de 130 millones de trabajadores.
El número de desocupados recientes triplica lo que el mismo gobierno había calculado apenas un mes atrás. Las cifras oficiales de desempleo daban en diciembre un 4,2%, pero otros analistas lo estimaban en 9,4% y pronosticaban un 11% para mediados de este año. Para una población laboralmente activa de alrededor de 700 millones de personas, el 11% sumaría la catastrófica cifra de 77 millones: el doble de la población total de la Argentina.

Caen exportaciones, crecen despidos
Según una encuesta de la consultora Central Rural Work Leading Group en 150 poblados de 15 provincias de toda China, alrededor del 15% de los trabajadores migrantes están desocupados.
En la provincia de Guangxi –una de las más pobres en el sur de China– uno de cada diez trabajadores regresó sin empleo a su casa. Según la revista Caijing, la situación en Guangxi es parecida a la de la provincia central de Hubei.
La desocupación creciente pasó a ser la gran preocupación del gobierno. Hasta pocos meses atrás el eje de su política era “enfriar” la economía –menos crédito, menos consumo para frenar la inflación. Pero ahora la crisis dio vuelta las cosas, y los capos de Pekín necesitan aumentar el consumo interno para compensar la baja de los mercados externos y mantener la producción y el empleo.
La crisis en Estados Unidos y en Europa derrumbó las exportaciones chinas y llevó a la quiebra a miles de empresas pequeñas y medianas de la región costera.
En diciembre pasado la industria automotriz produjo un 16% de vehículos menos que en diciembre del 2007. También cayó la producción de hierro y acero.

Protestas, miedo, estímulos, subsidios
El miedo de la burguesía monopolista china es que empiecen a multiplicarse protestas masivas de los trabajadores urbanos y rurales. De hecho ya las hubo en Guangdong, provincia sureña donde se concentra lo principal de las industrias exportadoras (ver Mirador).
El gobierno chino anunció hace un par de meses un paquete de estímulo económico por la sideral cifra de 585.000 millones de dólares: inversiones estatales masivas en obras de infraestructura vial y eléctrica, ampliación de la atención médica y créditos para el consumo.
Varias provincias del interior de China, como Sichuan y Jiangxi, también están dando subsidios especiales a los trabajadores que vuelven desocupados a sus aldeas tras el cierre de las fábricas de las regiones costeras.
Todo esto refleja la preocupación del gobierno de Pekín, que a diferencia de Cristina Kirchner nunca creyó que China pudiera “desacoplarse” de una economía mundial de la que depende lo principal de su comercio.
Algunos economistas piensan que las grandes reservas monetarias chinas, el circunstancial vuelco de la dirigencia estatal hacia el mercado interno, y las dimensiones numéricas de éste, harán que China sea uno de los primeros países en recuperarse. Pero muchos dudan de que sea así: después de 30 años de superexplotación de los obreros y campesinos y con la enorme masa actual de desocupados ¿de dónde saldrá la demanda interna capaz de sustituir las compras norteamericanas, alemanas y asiáticas de autos, acero, electrodomésticos, electrónicos, juguetes y textiles chinos?

“Antiterrorismo” contra reclamos sociales
Los jefes del imperialismo chino temen que las quiebras empresariales y la desocupación crezcan a niveles incontrolables y se conviertan en el caldo de cultivo de movilizaciones y organizaciones populares independientes tanto de los sindicatos propatronales y proestatales, como del partido “comunista”, recontracorrompido desde hace décadas.
Igual que en otras potencias, la dirigencia china pidió a los jefes de las grandes empresas estatales y privadas que se comprometan a no efectuar despidos durante el 2009. Algunas empresas costeras prometieron vagamente “echar la menor cantidad de gente posible”.
Wang Guoping, secretario del partido de Hangzhou, provincia de Zhejiang, llamó hipócritamente a los capitalistas chinos a observar sus responsabilidades sociales, ya que “las empresas no sólo tienen ‘personería económica legal’, sino que también deben tener ‘ciudadanía empresarial’, y la sangre de la moralidad debe correr por las venas de los empresarios” (Xinhua, 28-01-09).
Por su temor a potenciales desbordes sociales, el gobierno se apura a facilitar ayuda a los agricultores, entre ellas un aumento récord del 17% (120.000 millones de yuanes, unos 17.500 millones de dólares) en subsidios directos durante este año para sembrar cereales y oleaginosas.
Pero Hu Jintao, Wen Jiabao y demás jefes de la burguesía china son concientes de que aunque la crisis mundial agravó la situación al extremo, el bajón económico viene de antes, por lo menos de la segunda mitad de 2007, muy anterior a la crisis yanqui de las hipotecas “subprime” y de sus rebotes internacionales.
Su desasosiego por la inquietud social también es anterior. Los capos de los máximos órganos a cargo de la seguridad interna –principalmente la Comisión Central del PCCh sobre Asuntos Políticos y Legales, y la Oficina Central para la Administración Global de la Ley y el Orden– vienen manteniendo sesiones maratónicas sobre cómo ahogar en la cuna la “ingobernabilidad” social.
Para el director de la mencionada Oficina Central, Chen Jiping, el 2009 será testigo de “un aumento de los riesgos sociales… en la medida en que el escenario de la ley y el orden se torne más grave y complejo”. Según el funcionario, grupos desconocidos que probablemente incluyen campesinos desocupados crónicos y elementos de minorías étnicas con reclamos contra Pekín, podrían utilizar “medios excesivamente violentos” en sus protestas (Outlook Weekly, Pekín, 12-01-09).
Y el secretario de la misma Oficina Zhou Yongkang, miembro permanente del Politburó del PCCh, recomendó hacer “una síntesis de los métodos para combatir y evitar la inestabilidad…”, así como aumentar la capacidad del gobierno para “manejar emergencias y fortalecer las unidades profesionales tanto para contrarrestar el terrorismo como para evitar que acontezcan incidentes violentos y terroristas”, enfatizando la “pronta resolución de variados tipos de contradicciones sociales” (Xinhua, 1º-02-09).
Los jefes de la burguesía monopolista china diseñan ayudas y subsidios y apelan al “corazón” de los empresarios, pero se preparan para aplastar sin piedad toda rebeldía que pueda hacer trastabillar el “orden” económico y político de esa potencia en ascenso sacudida por la crisis.