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07 de September de 2011

La mayor concentración por motivos no relacionados con el conflicto árabe-israelí. Al militarismo y a las políticas ultraliberales se suman los efectos de la crisis mundial. Reclaman vivienda accesible y justicia social.

Israel: Los indignados vuelven a ganar la calle

Hoy 1385 / Cuatrocientos mil en Tel Aviv y otras ciudades

El sábado 3 de septiembre, la capital Tel Aviv y otras ciudades de Israel vivieron la mayor concentración en las seis décadas de historia del país. Unas 400.000 personas –muchos más que en la del 6 de agosto, la tercera de esta oleada iniciada el 23 de julio– manifestaron en la llamada “Marcha del Millón” contra la injusticia social y exigiendo medidas contra el robo inflacionario, que en los últimos años se ha venido devorando las condiciones de vida de los sectores populares.

El sábado 3 de septiembre, la capital Tel Aviv y otras ciudades de Israel vivieron la mayor concentración en las seis décadas de historia del país. Unas 400.000 personas –muchos más que en la del 6 de agosto, la tercera de esta oleada iniciada el 23 de julio– manifestaron en la llamada “Marcha del Millón” contra la injusticia social y exigiendo medidas contra el robo inflacionario, que en los últimos años se ha venido devorando las condiciones de vida de los sectores populares.
Cien mil se juntaron en Tel Aviv. “¡Ahora no se llama Plaza del Estado, sino Plaza del Pueblo!”, anunció uno de los oradores, en referencia a Medina (Plaza del Estado) en el centro de la capital.
En Jerusalén, unas 10.000 personas marcharon hasta la residencia del primer ministro Netanyahu. Otras 30.000 salieron a la calle en Haifa.
“Israel necesita una Cúpula de Hierro social”, dijo un manifestante, aludiendo al nombre con que el gobierno propagandiza las tres baterías militares desplegadas en el sur del país contra los disparos de las milicias palestinas de Gaza. Los “indignados” israelíes reclaman que el gobierno vuelque a medidas sociales los recursos que destina a la guerra contra los árabes y palestinos.
El primer ministro Netanyahu intentó asfixiar la concentración de Tel Aviv suprimiendo los servicios de trenes y micros. Pero la marea humana, literalmente, lo tapó.

 

Techo y comida, por las nubes
La gran lucha social en curso empezó hace un par de meses con la convocatoria por Internet de una joven indignada por la imposibilidad de pagar el alquiler de su departamento.
Allí arrancó el primer acampe, con cientos de carpas en la avenida Rothschild de Tel Aviv, y la primera gran manifestación, el 23 de julio, centrada sobre todo en la carestía inmobiliaria: los precios de las casas y de los alquileres aumentaron alrededor de un 35% en los últimos cinco años.
Antes, en junio, convocados a través de las redes sociales, decenas de miles se habían movilizado en una campaña de boicot al “queso blanco”, un producto central en la alimentación de los israelíes: su precio había aumentado un 70% en un año. Jerusalén es una de las ciudades más caras del mundo, pero el salario mínimo es de 22 shekels (unos 25 pesos argentinos) por hora.
Desde entonces las movilizaciones han sido multitudinarias e incesantes. El sábado 27 de agosto marcharon 20 mil personas en Tel Aviv, y varios miles más en Jerusalem, Rishon Lezion, Kiryat Ono, en Galilea, Jaffa, Harish y Tiberíades.

 

Una economía al gusto de los monopolios
La situación social se refleja en la lucha de múltiples sectores de trabajadores, en particular estatales, como los médicos de hospitales públicos. Desde hace meses sus organizaciones advierten sobre una posible renuncia masiva en la sanidad pública, en contra de las excesivas jornadas de trabajo y del profundo deterioro de la atención hospitalaria.
El presupuesto del Estado israelí viene siendo erosionado no sólo por el altísimo gasto militar –en particular el de décadas de ocupación de los territorios palestinos–, sino también por el intensivo programa neoliberal que liquidó las cooperativas agrarias (kibutzim), hizo prácticamente desaparecer los planes de construcción de viviendas económicas, y debilitó el poder sindical. La masa de trabajadores se empobreció, y la contracara de semejantes reformas fue el despampanante enriquecimiento de unas pocas familias.
La movilización social en curso ya obtuvo logros importantes; algunas poderosas empresas de alimentación y de vestido se vieron forzadas a bajar sus precios, y el gobierno debió publicitar planes para abaratar la vivienda.
Las manifestaciones sociales suman un componente crucial a un escenario político convulsionado por la crisis con Turquía (por el rechazo de Netanyahu a presentar disculpas por el asesinato de nueve personas durante el asalto a un navío humanitario turco que intentaba romper el bloqueo a Gaza el 31 de mayo de 2010), la transitoria tregua con la resistencia palestina, y la probable reacción de la derecha militarista y racista israelí si a fin de septiembre la ONU vota el reconocimiento del Estado palestino. Este último punto tiene importancia porque influyentes sectores de la izquierda sostienen que los objetivos de fondo del actual movimiento deben sustentarse en la lucha común de israelíes y árabes.
“Vamos a demostrar que los que han dado a este movimiento por enterrado se equivocan –declaró un manifestante–, y que el pueblo está dispuesto a salir a la calle por justicia social, viviendas accesibles y en defensa de la educación y de la salud públicas”.