Con la muerte del camarada Rocha, la clase obrera y el pueblo argentino perdieron a uno de sus más esclarecidos dirigentes revolucionarios. Como dijo el secretario general del PCR, Otto Vargas, en su homenaje, “despedimos a un comunista, a un revolucionario, a un compañero que casi desde la niñez, adhirió a la causa del comunismo y dedicó toda su vida a la revolución”.
Con la muerte del camarada Rocha, la clase obrera y el pueblo argentino perdieron a uno de sus más esclarecidos dirigentes revolucionarios. Como dijo el secretario general del PCR, Otto Vargas, en su homenaje, “despedimos a un comunista, a un revolucionario, a un compañero que casi desde la niñez, adhirió a la causa del comunismo y dedicó toda su vida a la revolución”.
Jorge Rocha era oriundo de Pehuajó, provincia de Buenos Aires, donde se afilió a la FJC en su juventud. Fue presidente de la Federación Universitaria Argentina en 1968, y uno de los dirigentes juveniles de la ruptura con el PC revisionista, y de la fundación del PCR. Fue secretario de Organización de su Comité Central desde pocos meses después de creado el PCR, hasta su fallecimiento el 2 de septiembre de 2008.
Extractamos parte de la intervención de Rocha, en representación del PCR, en el 3º Seminario Internacional realizado en Quito, Ecuador, el 19 de julio de 1999, sobre “Problemas de la revolución en América Latina”.
La crítica a la teoría del capitalismo dependiente
El Tercer Congreso de nuestro partido, en 1974, analizó que los teóricos del capitalismo dependiente revisaban la teoría leninista del imperialismo. Al señalar que la dependencia –que es el carácter esencial de los países oprimidos–, es sólo un rasgo. Esto venía en la Argentina de la mano de las teorías filosóficas de Luis Althusser, de moda en aquel entonces, que planteaba que si bien podía haber una contradicción principal, había una sobredeterminación de la contradicción en los procesos revolucionarios. De allí que los defensores de la teoría del capitalismo dependiente señalaban que la dependencia es un rasgo más, que lo fundamental es el carácter capitalista y que la contradicción burguesía-proletariado era la que se tensaba cada vez que se agudizaba la lucha de clases en la Argentina. Por lo tanto, el elemento desencadenante, como diría Althusser, la contradicción que sobredeterminaba a la contradicción principal, era la contradicción proletariado-burguesía.
Este primer problema llevaba aparejada una segunda conclusión: que la burguesía nacional en bloque formaba parte del enemigo. Por eso ellos golpeaban a la burguesía en bloque, considerando perimida la concepción leninista, posteriormente desarrollada a fondo por Mao Tsetung. Concepción que diferencia a la burguesía intermediaria –es decir la subordinada al imperialismo- de la burguesía nacional, que es aquella en la que predominan las contradicciones con el imperialismo, y en cuyo seno un sector enfrenta al imperialismo.
Claro que la burguesía nacional tampoco participa en bloque en el frente de fuerzas revolucionarias. Porque como enseñaron Lenin y Mao Tsetung, basándose en la práctica revolucionaria de este siglo, ella puede jugar un papel importante en aquellos países en los que se ha producido su escisión de la burguesía intermediaria, y al mismo tiempo el carácter político de la burguesía nacional es dual. Hay momentos en que predomina su aspecto contradictorio con el imperialismo, pero aún entonces esto es a medias, se detiene a mitad de camino, y siempre en determinado momento, como clase, va a traicionar marchando hacia la contrarrevolución. De modo que siempre hay que ver qué predomina, su aspecto antiimperialista o su aspecto conciliador con el imperialismo, dependiendo esto de circunstancias políticas concretas.
Es decir que la segunda consecuencia de la teoría del capitalismo dependiente es el golpe a la burguesía nacional en bloque junto a la burguesía intermediaria proimperialista. De allí que esta teoría sea hoy el basamento de las políticas alternativistas en la Argentina.
Los teóricos del capitalismo dependiente no consideran, como nosotros, que puede ganarse a un sector de la burguesía nacional para tratar de neutralizarla en bloque, como clase. La política nos ha enseñado que hay un sector de la burguesía nacional que inexorablemente se une a los enemigos del pueblo, otro que se va a oponer a los mismos, y hay otro sector muy grande que puede y debe ser neutralizado en esta etapa de la revolución.
Por lo tanto, al decir que tomada en bloque la burguesía nacional debe ser neutralizada, le estamos dando un trato diferenciado del que hay que darle a la burguesía intermediaria, cuyos componentes son simples agentes, testaferros o intermediarios de los monopolios imperialistas, sean estos yanquis, rusos, ingleses, alemanes, franceses, italianos, etcétera. Planteando como política para ello aislar al sector reaccionario, ganar a un sector y neutralizar a la mayoría.
En tercer lugar –y esto es importante desde el punto de vista teórico político general–, la teoría del capitalismo dependiente va a una revisión del proceso histórico concreto de los países latinoamericanos y al desarrollo de tesis trotskistas. Partiendo de esto se llega a la negación total de resabios precapitalistas en el campo. Lo que constituye un error de magnitud que es fuente de serios errores de línea en relación a un problema crucial de nuestra revolución cual es el problema campesino.
Desde ya que aquí no nos estamos refiriendo a si la burguesía nacional puede o no dirigir el proceso revolucionario en nuestro país, porque está demostrado que es impotente para eso. Se analiza el carácter de la revolución y las posibilidades de que un sector de esa burguesía nacional sea parte del proceso revolucionario en circunstancias determinadas. Nosotros planteamos como línea del partido la neutralización de la burguesía nacional, no la hacemos parte de las fuerzas motrices de la revolución, como hemos referido. Así como tampoco consideramos que la contradicción principal actual sea proletariado-burguesía ni que el tipo de revolución sea socialista desde el inicio. Puesto que la Argentina es un país dependiente donde las tareas de emancipación nacional están vigentes y las tareas antiimperialistas y democráticas, sobre todo en su fase agraria, todavía no han sido resueltas o llevadas a fondo.
Por otra parte, en un país como la Argentina, que desde el siglo pasado y a lo largo de todo el siglo XX siempre estuvo en disputa entre distintos imperialismos como el inglés, el francés, el alemán, el yanqui, el italiano y otros, y después el ruso, tiene mucha importancia la diferenciación –en el seno de la propia burguesía intermediaria– de los sectores subordinados a las distintas fuerzas imperialistas. Esto permite desarrollar la política de aprovechar sus contradicciones y la de neutralizar a determinados sectores en determinado período.
Así lo aprendimos cuando los sectores prosoviéticos, hegemónicos en la dictadura de Videla-Viola, pusieron proa a la guerra con Chile. En ese momento, la actitud de sectores imperialistas y europeos, de la iglesia católica, e incluso de los propios yanquis, posibilitó aislar al sector belicista, impedir la guerra con Chile y abrir el proceso del fin de la dictadura. Fue allí que comenzó el principio del fin de la dictadura. Y esta diferenciación en la propia burguesía intermediaria resultó de gran importancia.
Así fue durante la guerra de Malvinas. Fue diferente la posición de los sectores prosoviéticos de las de los proyanquis y de los proingleses. Ante el conflicto con Gran Bretaña, los sectores prosoviéticos dentro del país tuvieron una actitud de aparente apoyo, al menos verbal, y objetivamente se golpeó junto con ellos, en determinados momentos, al imperialismo inglés y yanqui.
También sucedió esto en el terreno de los derechos humanos. El gobierno de Carter tuvo una política concreta de denuncia de las violaciones de los derechos humanos en la Argentina. Inclusive organizaciones cercanas al Departamento de Estado yanqui intervinieron para salvar la vida de una cantidad de presos políticos argentinos mientras que la Unión Soviética y países subordinados a la URSS se negaban a condenar a la Argentina por sus violaciones a los derechos humanos, como aconteció en diversas votaciones en la ONU.
Es decir que, de acuerdo al momento político concreto, es posible aprovechar sus contradicciones, golpear juntos o neutralizar a sectores de burguesía intermediaria de los imperialismos que no son los hegemónicos. Desde ya que la política de apoyarse en un imperialismo para combatir al otro está demostrado que lleva al desastre, que es una política revisionista y ajena al marxismo-leninismo. En la Argentina esto ha sido comprobado históricamente. Pero esto no quiere decir que no se puedan aprovechar las contradicciones interimperialistas por parte del proletariado para avanzar en su camino revolucionario.