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07 de March de 2018

Jujuy. Nadir, ya libre

Nadir, con solo 21 años, estuvo detenida en la seccional policial de Huaico, San Salvador de Jujuy, por defenderse hace dos meses de su concubino como pudo en una situación extrema de violencia de género.

“Íbamos a ir a la Casa de la Mujer, pero la dejaron detenida el sábado”, dijo la mamá de Nadir cuando vino a verme a mi estudio para ver cómo su hija era liberada. “Yo soy medio bruja. Soñé que ustedes iban a resolver, y cuando sueño algo se cumple”, me aseguró. Fueron apenas unos momentos en mi estudio en que vi al hijo de Nadir, un bebé de once meses que había bajado de peso en esos días en que lo separaron de su mamá y su teta, como si las represalias del sistema machista mereciera una venganza a costa de todo. A pura crueldad, porque ese bebé no tomaba mamadera, estuvo vomitando, y perdió el abrigo de su mamá, el lugar más continente que él conocía. Pero la mamá de Nadir, a fuerza de tiempo, y una responsabilidad que el sistema judicial escupe, viajaba todos los días desde San Pedro de Jujuy hasta el barrio Huaico de la capital jujeña para que ese bebé se encuentre con su mamá y tome el pecho. Unos minutos de apego, en medio de un baño de tristeza, incertidumbre y miedos atravesados por su mamá, por su abuela y todos los que rodean a Nadir y a él.
Yo vi llorar a Nadir mientras contaba con tristeza infinita cuanta violencia soportó de quien era su pareja. La cosecha de limón en Santa Clara, la del tabaco en El Carmen, la iban haciendo deambular junto a su pareja para dedicarse a “tener la comida hecha y cuidar los hijos”, como le repetía su suegra. El la celaba, y la vigilancia que la tenía en el encierro de la casa y las tareas domésticas era reproducida por la mamá de él. Nunca frenó las violencias que presenció, al contrario, las justificó; las enseñó como naturales a una joven de 21 años.
Nadir quiso trabajar, pero él no la dejó. El día en que tuvo que defenderse para salvar su vida, había estado de madrugada llevando a su hijo al hospital sin ninguna ayuda desde una finca en la que no hay transporte. Nadir recordaba la fiebre y la noche entera de hospital y lloraba mientras me contaba. Y él vino a la siesta, y le dijo que levante la mesa, que para eso estaban las mujeres. Ella le pidió que tenga al bebe así llevaba todo a la cocina, y el pedido mereció el castigo: él lo sentó con fuerza violentándolo provocando su llanto. Y después todo siguió con golpes, con ahorcamiento, con ella defendiéndose con lo que tuvo a mano (el cuchillo que no había llegado a juntar de la mesa) y una herida que no calmó la violencia de él que siguió amenazándola y a los gritos. El se fue caminando con su hermana al hospital.
Dos meses tardó la investigación en juntar informes médicos. El resultado fue el pedido de detención a Nadir por parte del fiscal Cusel al juez Isidoro Cruz, con la acusación de homicidio en grado de tentativa. El bebe no contó para la Justicia, ni la no intención de fuga que tuvo dos meses a Nadir sin huir a ningún lado. Estaba con su mamá en San Pedro iniciando una nueva vida.
Y llegaron las rejas y la oscuridad de una comisaría y un proceso que parecía no avanzaba hacia su libertad. Una acusación demasiado grave y un perjuicio injusto. Ella presa y su bebé sin su apego. Y la injusticia infinita, porque una piba de 21 años oprimida hasta el extremo, violentada, con un bebé a cargo en forma exclusiva, no puede pagar por defenderse. Lo absurdo tuvo una salida feliz: pasamos de tentativa de homicidio a lesiones leves. Tampoco corresponde una acusación, vamos por el sobreseimiento. El lunes 27 de febrero logramos su libertad, aunque con la acusación de homicidio en grado de tentativa habíamos pedido el arresto domiciliario, el que, en el peor de los casos, tendrían que haber ordenado desde un principio por su bebé. Porque el arresto domiciliario para mujeres con hijos menores de cinco años es un derecho de los niños y niñas. Nadir está libre, agradecida de que no la dejamos sola, entre el cemento de la prisión cruenta. Y sabemos que hay muchas Nadir, a quienes el Estado no ayuda para salir de la violencia naturalizada, pero después criminaliza porque rebelarse contra la opresión, aun extrema, incluso para no morir, es una acción a castigar y disciplinar. Hay demasiadas razones para acompañar a Nadir y su bebé. Para que no se repita su historia de crueldad.
El 8M Nadir marchará en San Pedro de Jujuy junto a la Casa de la Mujer María Conti.

 

Escribe Mariana Vargas