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07 de December de 2011

En la presente nota consideramos la caída del Muro de Berlín. Al respecto publicamos extractos del libro de Carlos Echagüe Del socialimperialismo al imperialismo, de Jruschiov a Putin (tercer tomo de Revolución, restauración y crisis en la Unión Soviética, Editorial Agora).

La caída del muro de Berlín

Hoy 1398 / A veinte años de la desintegración de la URSS (Segunda nota)

Moscú y sus personeros no pudieron destruir al movimiento obrero polaco. Crecía el descontento sordo en toda Europa Oriental contra la opresión imperialista rusa y el sistema represivo fascista, y estalló en rebelión abierta en 1989.

Moscú y sus personeros no pudieron destruir al movimiento obrero polaco. Crecía el descontento sordo en toda Europa Oriental contra la opresión imperialista rusa y el sistema represivo fascista, y estalló en rebelión abierta en 1989.
Este cuadro de crisis se dio en una situación de endurecimiento yanqui que generó nuevas exigencias al Kremlin para proseguir la carrera armamentista y la disputa por la hegemonía mundial. En particular, la “guerra de las galaxias”, el sistema antimisil que diseñaba Washington con Reagan (y que planea concretar en los próximos años).
La división y la disputa encarnizada entre sectores de la clase dominante se proyectaron directamente a los países del Este europeo. El enfrentamiento abierto entre los progorbachovianos y sus opositores atravesó a los círculos dirigentes de todos los países del Pacto de Varsovia y tuvo consecuencias especialmente graves para los rusos en Alemania Oriental. El auge de masas rápidamente desbordó y llegó a derribar a los gobiernos y a las estructuras de los partidos que los controlaban.
La situación era muy distinta a la de 1968. El Kremlin no estaba en condiciones políticas de invadir y ocupar países “hermanos” como hizo entonces con Checoslovaquia. Y a los jefes de la RDA les advirtió: las tropas soviéticas estacionadas en su territorio de ninguna manera actuarían en caso de represión a las movilizaciones populares contra el gobierno. Estas crecían, se producían casi diariamente y finalmente impusieron el paso libre entre la RFA y la RDA y tiraron abajo el Muro de Berlín.
El canciller de Gorbachov, Shevardnadze, reveló que la “presencia militar” soviética “en los países del Este de Europa se cuestionó mucho antes del inicio de los acontecimientos de 1989 y 1990. No sólo los gobiernos que llegaban al poder en aquel tiempo solicitaban la retirada de las tropas, sino también los que les precedieron”.
Durante la “guerra fría” los yanquis trataron de explotar a fondo el latente estado de rebelión y las contradicciones en las cúpulas gobernantes en el Este europeo pero sin intervenir directamente y respetando la zona de influencia soviética. Su objetivo de mínima era desgastar el CAME y el Pacto de Varsovia y neutralizar la región a la manera del status de Austria (neutralismo con inclinación pro-occidental). Era una política simétrica a la que practicaban los rusos en Europa Occidental, quienes operaban simultáneamente en dos planos: la amenaza militar y una política de desgaste de la OTAN, trabajando minuciosamente sobre las contradicciones yanqui-europeas y sobre las contradicciones intereuropeas. Su objetivo de mínima era transformar a Europa Occidental, gradualmente y por partes, en una suerte de Finlandia (neutralismo con inclinación prosoviética). El centro de esta estrategia era Alemania Federal.
En los años 80 convergieron la línea dura de Reagan y el Vaticano (con fuerte influencia de masas en Polonia y Hungría). A su vez, Europa Occidental, en la medida en que avanzaba en su unidad e independencia, trabajaba para atraer a los países del Este europeo y debilitar sus vínculos con la URSS. Todos ellos, cada cual en función de su propio interés, pudieron explotar y aprovechar el estallido del polvorín de descontento popular porque la clase obrera y el pueblo de esos países carecieron de una dirección revolucionaria.
La rebelión popular en Europa Oriental se generalizó en 1989 y alcanzó su punto más elevado en la histórica caída del Muro de Berlín (9 de noviembre de 1989). Este fue un factor fundamental de un proceso que obligó al socialimperialismo a retroceder. Se disolvieron el CAME y el Pacto de Varsovia.
La URSS pretendía una Confederación de los dos estados alemanes. No pudo lograrlo. Entonces trató de conseguir que una Alemania unificada fuese neutral, es decir, quedara afuera de la OTAN. Esto tampoco lo obtuvo. Kohl le planteó a Gorbachov “si abandonar la OTAN es el precio de la unidad, entonces no cuente conmigo. No estoy preparado para pagar ese precio, y la unidad alemana vendrá después. Pero no abandonaremos la OTAN bajo ninguna circunstancia”.