Cuando en el 2007 caracterizamos la crisis actual como la más importante en la historia del capitalismo, muchos, sin entender las características originales de esta crisis, nos calificaron de “catastrofistas”. Algunos porque la valoraron como una simple crisis cíclica más de superproducción relativa, de las crisis típicas del capitalismo. Otros porque la valoraron como el resultado de la globalización del capital financiero, al que califican como una “nueva etapa” del capitalismo: la del “capital globalizado”, sin patria y sin países opresores y oprimidos. Por eso muchos, que niegan o atenúan el carácter dependiente de nuestro país, pensaron que la crisis no nos iba a alcanzar. Se equivocaron. Ahora enfrentamos una nueva vuelta, en espiral, de la crisis que estalló en el 2007. Y la mayoría de los economistas piensan, como dijo Alan Krueger, presidente del Consejo de Asesores Económicos del presidente Obama, que ésta es “la peor recesión desde la Gran Depresión” (la de los años ‘30).