A fines de septiembre Volkswagen (VW) y Renault de Córdoba dispusieron cerrar sus plantas y suspender a los operarios hasta promediar octubre, argumentando la falta de dólares para importar y la falta de semiconductores. Ahora vuelven a aumentar la producción, sin embargo, como decenas de ramas industriales a escala mundial, no logran resolver un inconveniente: la escasez de chips. Un automóvil promedio incorpora aproximadamente 1.000 chips.
Ahora nuevamente la planta VW de camino a San Carlos anuncia la suspensión de la producción hasta enero, complicando a proveedores y metalúrgicas y desde ya con las consabidas suspensiones a obreros y obreras. Ahora el comunicado de la empresa es claro: se debe al déficit a nivel global para proveer semiconductores a la industria.
La pandemia que sacudió al mundo y confinó a millones a la virtualidad sería una de las razones que empujó a una mayor demanda y llevó a un cuello de botella al puñado de fabricantes ultraespecializados. Es una tecnología que dominan 8 países en el mundo.
Celulares, computadoras, electrodomésticos, autos, misiles… actualmente infinidad de productos deben su funcionamiento a poseer estos minúsculas estructuras diseñadas en materiales semiconductores. Muchos hablan de la mercancía estratégica de esta década. Fabricar estas pequeñas piezas con millones de transistores por milímetro cuadrado requiere un proceso y una inversión de años.
Y resulta que el 60% de la fabricación mundial de chips y semiconductores se produce en dos pequeñísimos países y a cargo de solo dos empresas hipermonopolicas: La TSMC (Taiwan Semiconductor Manufacturing Company) que acapara el 50 % y Samsung en Corea del Sur. Para colmo de males el proceso de fabricación demanda enormes cantidades de agua potable y este año los monzones que suelen azotar Asia no fueron suficientes y no llovió en Taiwán.
Estados Unidos, cuna de los transistores y los microprocesadores son hegemónicos en el diseño de chips pero no logran producirlos a escala necesaria y contradictoriamente sus firmas insignias como Intel y Nvidia están atrasados en el salto tecnológico, por delante de chinos y europeos pero a la zaga de los taiwaneses y coreanos. Si bien empresas como Nvidia, Apple u otras diseñan y venden chips de lo que se trata es de fabricarlos y esto requiere una capacidad tecnológica instalada que solo estas tres empresas están en capacidad de hacerlo hoy en grandes volúmenes.
China hace grandes inversiones pero aún está muy lejos de autoabastecerse.
TSMC (fundada en 1987 por un taiwanés formado en EEUU), con lo principal de sus plantas y subsidiarias instaladas y desarrolladas en la isla de Taiwán y más de 51.000 empleados, lidera la fabricación de chips. Esta concentración geográfica de un elemento tan vital para el desarrollo de las mercancías del siglo 21, han vuelto todas las miradas y los vientos de guerra sobre esta isla. Para entender el liderazgo en esta materia, China no logra producir circuitos integrados de menos de 14 nanómetros (nm) y Estados Unidos, a caballo de Intel los 7 nm. TSMC ya está levantando fábricas y laboratorios en la isla para comenzar en el 2022 a fabricar chips de 3 nm. (La industria automotriz utiliza del orden de los 24 nm).
Esta es una de las razones por la cual los yanquis artillan Taiwán frente a los chinos. Y Biden apura inversiones siderales para instalar una planta de TSMC en Arizona. No hay un solo sistema estratégico o táctico de armas que no funcionen con estos pequeños semiconductores.
Titula Clarín en su sección internacional el 15/10/21: “Nunca en 72 años la crisis entre Taiwán y China fue tan peligrosa como ahora”. Son Washington y Beijing midiendo fuerzas.
Con la victoria de Mao y los comunistas chinos en 1949, el líder del partido reaccionario nacionalista derrotado, Chiang Kai-shek, huye a Taiwán con la ayuda de las potencias occidentales, principalmente los yanquis. Xi Jinping, el jerarca chino, ha reiterado que Taiwán es “una provincia china a recuperar” y aunque habla de “recuperación pacífica”, las fuerzas armadas chinas vienen realizando prácticas de desembarco preparándose para una posible invasión.
Lejos de esa tesitura la presidenta taiwanesa, recostándose en las potencias lideradas por los yanquis, salió a contestar que no cederán su “soberanía”.
Una guerra abierta en el Pacifico entre China y EEUU no solo sería catastrófica en todo sentido. Podría suponer también un apagón tecnológico sin precedentes en la historia reciente. Está claro que en este sentido la política condiciona toda esencia belicosa y nadie por ahora arriesga a matar a la gallina de los huevos de oro de la tecnología. Todos los imperialismos compiten por disputarse a muerte tales recursos vitales: Estados Unidos, China, Rusia, Japón y Europa buscan estar preparados.
¿Qué pasa en casa?
En el 2013 de la mano de Corporación América de Eduardo Eurnekian se inauguraba Unitec Blue en Chascomús, una planta de fabricación de nanotecnología única en América Latina, con una inversión inicial de 300 millones de dólares para abastecer de chips para tarjetas de crédito, SIM, La Red Bus en Córdoba, la Sube, etc. Arrancó con más de 200 operarios y la promesa de invertir 1000 millones de dólares, más para producir las placas de silicio y la manufactura total. Por la política de importaciones del macrismo, entre otras cosas, eso no sucedió y en el 2019 la única noticia fue de despidos y cierre.
Sin embargo, lo que sí se evidencia, como pregonaron en ese entonces, es que nuestro país puede meterse en el club de países que no solo diseñan si no que fabrican estos componentes.
Entonces una pregunta a formularnos sería si es utópico para países como el nuestro animarse a pensar en estos problemas geoestratégicos con una perspectiva nacional. Para ejemplo vale remarcar que en nuestro país alguna vez se apostó a desarrollar la investigación en el ciclo de extracción, desarrollo, producción y usos del uranio y la energía atómica. Este proceso tecnológico y humano aún hoy y tras décadas de golpes y retrocesos mantiene prendida la llama de independencia.
La envergadura de la inversión para empezar a desarrollar sistemáticamente tecnología en semiconductores y micro y nanotecnología solo tiene respuesta soberana si hay inversión estatal y se dispone de la probada capacidad de instituciones que ya están hace años en el tema como el INTI y Conicet, instalando por ejemplo la producción en fábricas estratégicas como Fadea y Fabricaciones Militares.
Son decisiones que plantean cambios de rumbo: o se siguen dilapidando miles de millones de dólares para pago de intereses al FMI o se concentran en el trabajo, la producción y la modernización independientes, avanzando en un proyecto de soberanía.
Escribe Manuel García
Hoy N° 1889 10/11/2021