El discurso de la presidenta en el 202 aniversario de la Revolución de Mayo hizo una justa reivindicación, dijo que “la mayor parte de los ejércitos liberadores de la República Argentina, se constituyeron con negros, mestizos, mulatos, indios que eran los que iban al frente de batalla”; también reivindicó a “los jacobinos” Monteagudo, Moreno, Castelli, French y Beruti. Ignorados unos y bastardeados otros por la historia oligárquica. Le faltó recordar a españoles, como Arenales, que fueron parte de esa revolución.
Esa Revolución quedó inconclusa cuando una nueva oligarquía se adueñó de las tierras y el poder.
Uniendo, en su pensamiento, la historia y el presente, Cristina Kirchner afirmó: “Le hemos devuelto a los argentinos la patria que les habían arrebatado”. En la realidad las cosas son distintas. En la provincia gobernada durante dos décadas por los Kirchner, la tierra sigue en manos de los más grandes terratenientes del país: Benetton, Menéndez Behety, Braun Menéndez, incluso un testaferro de los Kirchner como Lázaro Báez, que tiene 182.000 hectáreas.
En algunas cosas, como en la minería, estamos como en las invasiones inglesas. Monopolios ingleses (asociados con australianos y canadienses), como la Barrick, Xtrata y tantos más, saquean por monedas las riquezas (pagan el 3%, y el 1% si las sacan por los puertos patagónicos, mientras que Bolivia les cobra el 45%); y contaminan las aguas y las tierras destruyendo la vida de los pueblos de la región y sus producciones. Se llevan nuestro petróleo, como la Bristish Petroleum. Los Kirchner le entregaron el manejo de negocios financieros al banco inglés Barclays. Y les permiten tener un gigantesco aeropuerto en una zona estratégica, a media hora de avión desde Malvinas, al inglés Lewis.
Amontonamiento
Para fundamentar que “nos ha devuelto la patria”, la presidenta hizo un balance de los dos períodos de gobierno kirchnerista. Un amontonamiento en el que las cosas pierden su sentido.
Nadie puede discutir que Néstor Kirchner bajó el cuadro de Videla. Pero no puede, la presidenta, atribuirse el protagonismo de los 36 años de lucha por la memoria, la verdad y la justicia del genocidio dictatorial, cuando no hicieron ni un habeas corpus por un desaparecido, ni realizaron un solo acto el 24 de marzo mientras gobernaron Santa Cruz. Menos aún pueden “apropiarse” de la lucha democrática, cuando durante su gobierno ya hay 18 muertos por la represión, los luchadores procesados son más de 5.000, y han impuesto una ley fascista “antiterrorista”.
También es cierto que Néstor Kirchner reestatizó las jubilaciones privadas de las AFJP. Al mismo tiempo, debería decir que en lugar de usar esos fondos para garantizar el 82% móvil a los jubilados la presidenta vetó la ley que lo había aprobado en el Congreso; y que el gobierno destina los fondos estatizados para “gastos corrientes”. Solo en abril pasado, el gobierno K usó 1.500 millones de la Anses, además de 158 millones del PAMI. Millones de jubilados cobran la miseria de $1.600, se mueren esperando cobrar los juicios ganados por la no actualización de sus haberes, y tienen una pésima atención sanitaria.
El trabajo
Es cierto que durante el gobierno de Néstor Kirchner el movimiento obrero recuperó las paritarias. No fue una concesión gratuita, fueron años de lucha en los que corrió sangre de los trabajadores. Y la presidenta debería decir que durante sus gobiernos, ella se ha asociado con las patronales para imponer “topes” a los aumentos salariales en las paritarias. Tanto es así que los trabajadores rurales, que habían firmado con sus patrones un aumento del 35,7%, cuando fueron a firmarlo al Ministerio de Trabajo se lo rebajaron al 25%, lo mismo que acaba de hacer con los limoneros, que del 30% se lo achicó al 24%.
Tampoco dice la presidenta que, en estas paritarias, no se discuten las condiciones de trabajo, ni la precarización del trabajo por los contratos basura (salvo los gremios que lo imponen con la lucha). Se mantiene la superexplotación legalizada por las leyes de flexibilización laboral impuestas por Menem, ratificadas por De la Rúa y continuadas por el gobierno K.
En más de dos siglos de historia, y en realidad mucho más tiempo a contar desde la conquista y la colonia, hay mucha sangre derramada de originarios, negros, mulatos, mestizos, criollos e inmigrantes, para donde llegar hasta dónde llegamos. La historia no comenzó cuando los Kirchner llegaron al gobierno, ni terminará cuando se vayan.