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15 de May de 2013

La huelga de los inquilinos

Crónicas proletarias

 En septiembre de 1907 comenzó la “huelga de inquilinos”. Arrancó en conventillos de la zona sur de la ciudad de Buenos Aires, y se extendió, en su momento de mayor auge, al 80% de los cerca de 2.500 conventillos de Buenos Aires;  tuvo repercusiones en Rosario, Bahía Blanca y otras ciudades de la provincia de Buenos Aires.

 En septiembre de 1907 comenzó la “huelga de inquilinos”. Arrancó en conventillos de la zona sur de la ciudad de Buenos Aires, y se extendió, en su momento de mayor auge, al 80% de los cerca de 2.500 conventillos de Buenos Aires;  tuvo repercusiones en Rosario, Bahía Blanca y otras ciudades de la provincia de Buenos Aires.
Hemos descripto las condiciones en las que vivían los obreros, con y sin familia, en estas casas de inquilinato, hacinados con una letrina cada 70 personas, y pagando entre un cuarto y la mitad de su sueldo por estas habitaciones.
Si bien hubo intentos de organización por parte de los inquilinos desde 1894, y las terribles condiciones de vida allí no eran para nada nuevas, el conflicto estalló en 1907. Desde el año anterior existía una “Liga de lucha contra los altos alquileres e impuestos” -en la que confluyeron las organizaciones sindicales,  tanto la FORA como la UGT- que se puso a la cabeza de estos reclamos, cuyos puntos principales fueron: 30% de rebaja en los alquileres, eliminación del requisito de tres meses de depósito, y mejoras sanitarias.
La huelga duró entre setiembre y noviembre, y se fue endureciendo al tiempo que se masificaba. Al negarse a pagar los alquileres con el aumento dispuesto por los propietarios, estos comenzaron con los operativos de desalojo, que llevaron a grandes enfrentamientos.
Las mujeres fueron principales protagonistas de este movimiento, y más de una vez la emprendieron a escobazos con los oficiales de justicia que pretendía efectivizar el desalojo, y contra el “casero”, representante del propietario y encargado de cobrar los alquileres. Las crónicas periodísticas cuentan de encargados corriendo “en traje de Adán”, por las mujeres. Se veían por las calles marchas de mujeres con sus niños con las escobas en alto “para barrer las injusticias de este mundo”. Estas mujeres resistieron los desalojos desde los altos de los edificios recibiendo con tachos de agua hirviendo a los caseros y agentes de policía.
Los anarquistas prestaron apoyo decidido a la huelga, poniendo a disposición la Liga de Conductores de Carros para los desalojados, mientras la dirección del Partido Socialista se opuso pues manifestaba que era un “contrasentido” una “huelga de consumidores”. Esta lucha tuvo un mártir, el joven obrero Miguel Pepe, de 18 años, muerto por un balazo policial en un enfrentamiento en San Telmo. En algunos conventillos se aceptaron las demandas de los inquilinos, y en otros no. La fuerza de la huelga fue decayendo y culminó a mediados de diciembre de 1907.