El 17 de octubre de 1935, el sindicato de obreros albañiles de la Capital Federal constituido en febrero de ese mismo año, después de haber presentado en septiembre a las patronales un pliego de condiciones que exigía el reconocimiento del sindicato, aumento de salarios, fijación de horarios de trabajo y seguridad, en una asamblea general declaró la huelga para el 23. Este día, unos 15 mil trabajadores del andamio paralizaron sus tareas y se concentraron en el Luna Park, en una nueva asamblea general que mostró un clima de gran combatividad.
A los 20 días de iniciada la huelga de los albañiles, todos los gremios de la construcción en la ciudad de Buenos Aires salieron a la huelga y se concentraron en una tercer asamblea general que desbordó el Luna Park. Allí se votó la huelga general de todos los trabajadores de la industria de la construcción, con lo que el número de huelguistas llegó a los 60 mil. La construcción quedó paralizada en la ciudad de Buenos Aires y alrededores, extendiéndose la huelga a todo el país e incluso a la ciudad de Montevideo, en la República Oriental del Uruguay.
Al tiempo que se movilizaban activamente en las calles, organizados en comités por barrios de la Capital y formando piquetes para controlar las obras diariamente, fortaleciendo su unidad en la lucha y el debate político, los trabajadores de la construcción desarrollaron una política para lograr la solidaridad y ampliar el combate a otros gremios. Producto de ello fue el Comité de Defensa y Solidaridad con los Obreros de la Construcción, que agrupó a 68 sindicatos de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires, adheridos o no a la CGT.
A los dos meses de huelga de los trabajadores de la construcción, este comité efectuó un mitin masivo en plaza Once, declarando la huelga general de solidaridad en “Buenos Aires y pueblos circunvecinos” para el 7 de enero de 1936. Recién en la víspera del inicio de la huelga, la nueva dirección de la CGT le dio su apoyo.
El pueblo gana las calles
El 7 de enero, los trabajadores y el pueblo ganaron las calles de Buenos Aires, acompañados de manifestantes que llegaban de las localidades colindantes. Además de los nutridos piquetes de huelga, densas columnas de trabajadores, con la participación también de otros sectores populares más oprimidos, mujeres, jóvenes y hasta niños, se dirigieron a los lugares de concentración preestablecidos para la mañana en los distintos barrios de la ciudad, para después marchar a un acto central convocado para la tarde en Plaza Once. Los pocos tranvías y ómnibus que salieron ese día fueron volcados o incendiados. También los piquetes obreros accionaron para impedir la circulación de los trenes, quedando paralizado por completo el tránsito. La policía fue desbordada debiendo retirarse de los barrios donde se desarrollaban los hechos, quedando las calles en manos de las masas movilizadas.
Aunque el epicentro de las acciones en la mañana del 7 fue un área que abarcaba los barrios de La Paternal, Villa del Parque, Villa Devoto, el Talar, Villa Mitre, Villa Urquiza, también hubo hechos vinculados a la huelga en otros barrios, como La Boca, Villa Crespo, Parque Chacabuco, Flores, Mataderos y Liniers. Además la huelga general y los enfrentamientos callejeros se extendieron a algunas localidades cercanas, como Vicente López, San Martín, Caseros, Ciudadela, Morón, Quilmes y Berazategui.
La represión
El gobierno de Justo respondió con una brutal represión clausurando los sindicatos, cerrando los comedores colectivos y encarcelando a centenares de obreros. En el barrio de Villa Urquiza, la policía mató a Santiago Bekener, quien se defendió del ataque hiriendo tres agentes. En Pompeya fue baleado y muerto por la policía el obrero panadero Gerónimo Osechuk. En un tiroteo entre obreros y policías, cayó mortalmente herido el obrero Jaime Chudi. En Sáenz y Roca, en otro tiroteo con las fuerzas represivas, cayó muerto un policía, como consecuencia de lo cual fue condenado a prisión perpetua el activista proletario Carlos Bonometti y, a 4 años, Efraín Lach.
La huelga general se prolongó por 24 horas más, en réplica a la feroz represión y por la libertad de los presos. Pese a que la dirección de la CGT no se sumó, aduciendo “que no podía hacerlo sin consultar a las organizaciones que la componían”, y tampoco “importantes gremios” como informaba ese día el órgano del Partido Socialista, La Vanguardia, refiriéndose a “los lamentables incidentes de ayer (…) provocados por agitadores extraños a las filas gremiales y por algunos inconscientes”, la mayoría de los obreros se plegaron al paro, volviéndose a producir numerosas manifestaciones, concentraciones y choques callejeros con la policía, particularmente en los barrios más proletarios. Ese día la huelga se extendió a La Plata por la decisión de numerosos gremios (además de los de la construcción, metalúrgicos, ladrilleros y madereros), paralizándose incluso el servicio de ómnibus a Buenos Aires. El paro se prolongó hasta las 18 hs, acorde a la decisión tomada por los miembros del Comité de Defensa y Solidaridad que no habían sido detenidos, ante la promesa del gobierno de reabrir los locales y liberar a los presos.
En cuanto a la huelga de la construcción, pese a que sus dirigentes quedaron detenidos, los obreros la prosiguieron hasta lograr el triunfo. En total fueron 96 días de lucha.
Un hito histórico
El heroico ejemplo de los trabajadores y el pueblo de Buenos Aires daría nuevos bríos a las luchas obreras y populares en todo el país, entre las que se destacan la nueva huelga contra La Forestal en el norte santafesino y la lucha de los campesinos algodoneros del Chaco contra Bunge y Born y Anderson Clayton, así como las de algunas zonas chacareras de la pampa húmeda. También en este período se destaca la denuncia del negociado de las carnes hecha por el senador Lisandro de La Torre contra el monopolio de los frigoríficos ingleses y yanquis.
La huelga general de solidaridad de enero de 1936, que alcanzó el carácter de una nueva pueblada como la de la Semana de Enero de 1919, marcó el punto más alto de las luchas de esa época. Y la Federación Obrera Nacional de la Construcción, FONC, surgida al calor de la lucha y desarrollada bajo los principios de la democracia sindical y de la lucha de clases, que impulsaba en esos años el Partido Comunista de la Argentina, marcó la forma más elevada de organización sindical clasista y antiimperialista de entonces. Con una orientación semejante se desarrollan otros sindicatos y federaciones de la industria, como los cerveceros, obreros de la carne, alimentación, madera, metalúrgicos, del vestido, del calzado, etc.
En el marco del nuevo auge de luchas obreras y populares, que tuvo su punto más elevado en la huelga general de solidaridad de enero de 1936, se organizó el movimiento antifascista que dio lugar, por primera vez, a una manifestación conjunta de la CGT con los partidos políticos opuestos al gobierno de Justo, el 1º de mayo de 1936. Y a partir de julio de 1936, con el inicio de la guerra civil española, que conmovió y enfrentó a gran parte de la sociedad argentina, se desarrolló el movimiento de solidaridad con la República (que incluyó el envío de brigadas para su defensa) frente al levantamiento franquista que contaba con el apoyo abierto de los gobiernos imperialistas fascistas de Alemania e Italia.
En todas estas luchas jugó un papel muy importante el Partido Comunista de la Argentina, que a través de la abnegada labor de sus militantes marcó un hito en las gloriosas tradiciones de lucha del movimiento comunista y antiimperialista argentino. A su vez, en medio de este torbellino de luchas y cambios, surgió de la juventud yrigoyenista el grupo FORJA (Arturo Jauretche, Homero Manzi, etc.), al que se sumaron intelectuales como Scalabrini Ortiz. Fue un grupo heterogéneo con sectores patrióticos avanzados que denunció la penetración del imperialismo inglés en el Río de la Plata. El trabajo de FORJA tuvo influencia en los grupos nacionalistas que surgieron en las Fuerzas Armadas.
Basado en el Programa del Partido Comunista Revolucionario de la Argentina