Con el golpe del 6 de septiembre de 1930 se inició la llamada dé-cada infame, con fusilamientos, prisiones, deportaciones, proscripciones y persecuciones a los sectores obreros, patrióticos y populares, particularmente a anarquistas, comunistas y radicales yrigoyenistas.
Con el golpe del 6 de septiembre de 1930 se inició la llamada dé-cada infame, con fusilamientos, prisiones, deportaciones, proscripciones y persecuciones a los sectores obreros, patrióticos y populares, particularmente a anarquistas, comunistas y radicales yrigoyenistas.
En esas difíciles condiciones, a mediados de la década de 1930, el movimiento obrero, campesino y popular inició un nuevo auge de luchas, que se fue extendiendo y profundizando en todo el país.
Al calor de la lucha, avanza la organización del movimiento obrero a través de los sindicatos por rama de la producción, superando los viejos gremios por oficio, como es el destacado caso de la Federación Obrera Nacional de la Construcción, FONC, en cuyo desarrollo y fuerza incidieron decisivamente los principios del clasismo revolucionario y antiimperialista, que impulsaba en esos años el entonces Partido Comunista de la Argentina. Con una orientación semejante se desarrollan otros sindicatos y federaciones de la industria, como los cerveceros, obreros de la carne, alimentación, madera, metalúrgicos, del vestido, del calzado, etc.
La prolongada huelga de la construcción de fines de 1935 concitó una gran huelga general de solidaridad en enero de 1936, con características de un nuevo boceto de pueblada en la Capital Federal, enfrentamientos masivos a la represión y bloqueo de trenes en localidades cercanas.
La huelga general de enero
de 1936
El 17 de octubre de 1935, el sindicato de obreros albañiles de la Capital Federal en una asamblea general resuelve ir a la huelga. Se exigía el reconocimiento del sindicato, aumentos de salarios, fijación de horario de trabajo y seguridad. El 23 de octubre unos 15 mil trabajadores del andamio paralizaron sus tareas y se concentraron en el Luna Park, en una nueva asamblea general que mostró un clima de gran combatividad.
A los 20 días de iniciada la huelga de los albañiles, todos los gremios de la construcción en la ciudad de Buenos Aires salieron a la huelga y se concentraron en una tercera asamblea general que desbordó el Luna Park.
Allí se votó la huelga general de todos los trabajadores de la industria de la construcción, con lo que el número de huelguistas llegó a los 60 mil. La construcción quedó paralizada en la ciudad de Buenos Aires y alrededores, extendiéndose la huelga a todo el país e incluso a la ciudad de Montevideo, en la República Oriental del Uruguay. Se movilizaron activamente en las calles fortaleciendo su unidad en la lucha y en medio de un gran debate político se organizaron en comité por barrio de la capital y se formaron piquetes para controlar las obras diariamente.
Los trabajadores de la construcción desarrollaron una política para lograr la solidaridad y ampliar el combate a otros gremios. Se formó el Comité de Defensa y Solidaridad con los Obreros de la Construcción, que agrupó a 68 sindicatos de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires, adheridos o no a la CGT.
A los dos meses de huelga de los trabajadores de la construcción, este comité efectuó un mitin masivo en Plaza Once, declarando la huelga general de solidaridad en “Buenos Aires y pueblos circunvecinos” para el 7 de enero de 1936. Recién en la víspera del inicio de la huelga, la nueva dirección de la CGT le dio su apoyo.
El 7 de enero, los trabajadores y el pueblo ganaron las calles de Buenos Aires, acompañados de manifestantes que llegaban de localidades vecinas. Además de los nutridos piquetes de huelga, densas columnas de trabajadores, con la participación también de otros sectores populares más oprimidos, mujeres, jóvenes y hasta niños, se dirigieron a los lugares de concentración preestablecidos para la mañana en los distintos barrios de la ciudad, para después marchar a un acto central convocado para la tarde en Plaza Once. Los pocos tranvías y ómnibus que salieron ese día fueron volcados o incendiados. También los piquetes obreros accionaron para impedir la circulación de los trenes, quedando paralizado por completo el tránsito. La policía fue desbordada debiendo retirarse de los barrios, quedando las calles en manos de las masas movilizadas.
En la mañana del 7 el centro del combate fue en un área que abarcaba los barrios de La Paternal, Villa del Parque, Villa Devoto, el Talar, Villa Mitre, Villa Urquiza, pero también hubo enfrentamientos en otros barrios, como La Boca, Villa Crespo, Parque Chacabuco, Flores, Mataderos y Liniers. Además, la huelga general y la lucha en las calles se extendió a algunas localidades cercanas, como Vicente López, San Martín, Caseros, Ciudadela, Morón, Quilmes y Berazategui.
El gobierno de Justo respondió con una brutal represión encarcelando a centenares de obreros, clausurando los sindicatos y cerrando los comedores colectivos, pero siguió el enfrentamiento en las calles, en el barrio de Villa Urquiza, la policía mató a Santiago Bekener, quien se defendió del ataque hiriendo tres agentes. En Pompeya fue baleado y muerto por la policía el obrero panadero Gerónimo Osechuk. En un tiroteo entre obreros y policías, cayó mortalmente herido el obrero Jaime Chudi. En Sáenz y Roca, en otro tiroteo con las fuerzas represivas, cayó muerto un policía, como consecuencia de lo cual fue condenado a prisión perpetua el activista proletario Carlos Bonometti y, a 4 años, Efraín Lach.
En respuesta a la feroz represión y por la libertad de los presos, la huelga general se prolongó por 24 horas más. La dirección de la CGT no se sumó, aduciendo “que no podía hacerlo sin consultar a las organizaciones que la componían”, y tampoco “importantes gremios” como informaba ese día el órgano del Partido Socialista, La Vanguardia, refiriéndose a “los lamentables incidentes de ayer (…) provocados por agitadores extraños a las filas gremiales y por algunos inconscientes”.
Pese a la presión de los sectores que querían frenar la lucha la mayoría de los obreros se plegaron al paro, volviéndose a producir numerosas manifestaciones, concentraciones y choques callejeros con la policía, particularmente en los barrios más proletarios. Ese día la huelga se extendió a La Plata por la decisión de numerosos gremios (además de los de la construcción, metalúrgicos, ladrilleros y madereros), paralizándose incluso el servicio de ómnibus a Buenos Aires. El paro se prolongó hasta las 18 hs, acorde a la decisión tomada por los miembros del Comité de Defensa y Solidaridad que no habían sido detenidos, ante la promesa del gobierno de reabrir los locales y liberar a los presos.
En cuanto a la huelga de la construcción, pese a que sus dirigentes quedaron detenidos, los obreros la prosiguieron hasta lograr el triunfo.
En total fueron 96 días de lucha. La huelga general de 1936 fue clave para hacer retroceder al gobierno y las patronales. Esta gran lucha con características insurreccionales fue un jalón en la historia de la clase obrera y el pueblo argentino.
El heroico ejemplo de los trabajadores y el pueblo de Buenos Aires daría nuevos bríos a las luchas obreras y populares en todo el país, entre las que se destacan la nueva huelga contra La Forestal en el norte santafecino y la lucha de los campesinos algodoneros del Chaco contra Bunge y Born y Anderson Clayton, así como las de algunas zonas chacareras de la pampa húmeda. También en este período se destaca la denuncia del negociado de las carnes hecha por el senador Lisandro de La Torre contra el monopolio de los frigoríficos ingleses y yanquis.
En este marco, se organizó el movimiento antifascista que dio lugar, por primera vez, a una manifestación conjunta de la CGT con los partidos políticos opuestos al gobierno de Justo, el 1º de mayo de 1936. Y a partir de julio de 1936, con el inicio de la guerra civil española, que conmovió y enfrentó a gran parte de la sociedad argentina, se desarrolló el movimiento de solidaridad con la República (que incluyó el envío de brigadas para su defensa) frente al levantamiento franquista que contaba con el apoyo abierto de los gobiernos imperialistas fascistas de Alemania e Italia.
En todas estas luchas jugó un papel muy importante el Partido Comunista, que a través de la abnegada labor de sus militantes marcó un hito en las gloriosas tradiciones internacionalistas de lucha antiimperialista del movimiento comunista argentino.