La rebelión revolucionaria que hace un año en Egipto dio por tierra con la dictadura de Hosni Mubarak no estaba apagada. Sus brasas seguían encendidas en el pueblo y volvieron a desbordar ahora, con la masacre provocada por lo que en apariencia era un enfrentamiento entre barras de equipos de fútbol.
La rebelión revolucionaria que hace un año en Egipto dio por tierra con la dictadura de Hosni Mubarak no estaba apagada. Sus brasas seguían encendidas en el pueblo y volvieron a desbordar ahora, con la masacre provocada por lo que en apariencia era un enfrentamiento entre barras de equipos de fútbol.
El miércoles 1º de febrero en Port Said (norte, delta del Nilo), el equipo local Al Masri derrotó 3 a 1 a Al Ahli de El Cairo, el de mayor hinchada del país y el más importante de Africa. En Egipto el fútbol es tan popular como en la Argentina y desata las mismas pasiones. Aparentemente el régimen militar del mariscal Tantaui –que sustituyó a Mubarak– hizo del estadio una “zona liberada” para barrabravas del Masri y matones policiales infiltrados, desencadenando brutales enfrentamientos y una matanza, con gente linchada o muerta por asfixia y con el resultado de casi 80 muertos y más de mil heridos. Muchos testigos denunciaron la presencia en el estadio de supuestos seguidores del Masri armados con puñales y probables miembros de los “baltaguiya”, provocadores al servicio del antiguo régimen de Mubarak, que habrían organizado una verdadera emboscada contra los del Ahli.
“La Junta quiere provocar el caos”
La dictadura militar habría pretendido “dar una lección” a miles de integrantes de la rebelde juventud egipcia, que mayoritariamente se alinea con el Ahli y que fue la columna vertebral de la rebelión de enero de 2011 y de la incesante ola de movilizaciones que siguió y sigue exigiendo el cumplimiento de los objetivos democráticos enarbolados entonces.
Los jóvenes revolucionarios que impulsaron la revolución desde la plaza Tahrir acusan directamente al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas: “La Junta militar quiere demostrar que el país se desliza hacia el caos. Es gente de Mubarak que aplican la misma estrategia que seguía él cuando proponía como única alternativa al caos”, dijo un miembro de la Coalición de la Juventud Revolucionaria en Port Said.
Los funerales de los hinchas asesinados o fallecidos en Port Said, y luego la llegada de los del Ahli a El Cairo el 2 de febrero, se convirtieron en enormes actos políticos de repudio a la dictadura. Las barras del Ahli y del Zamalek, los principales y tradicionalmente rivales equipos cairotas, se unieron en multitudinarias marchas por el centro de El Cairo para exigir justicia por la masacre. La manifestación principal comenzó en Zamalek, un barrio de capas medias, para dirigirse después a la famosa plaza Tahrir, donde miles de manifestantes iracundos se unieron a un acampe contra la Junta Militar gobernante. “¡No fue un accidente deportivo, fue una masacre militar!”, gritaba la multitud en la Plaza.
Las fuerzas de seguridad lanzaron gases lacrimógenos contra los manifestantes para impedir que ocuparan la sede del Ministerio del Interior, prácticamente sitiado por centenares de personas –incluidos los integrantes del Movimiento 6 de Abril, protagonistas de la gran rebelión de un año atrás– que cortaban todas las calles de acceso, coreando consignas por la renuncia inmediata de Tantaui y de toda la Junta. El gobierno militar intentó enfriar el repudio popular aceptando la renuncia del gobernador de Port Said y del jefe de la policía provincial, decretando 3 días de luto nacional y suspendiendo la Liga de fútbol egipcia.
Los jóvenes revolucionarios vuelven a embatir
La matanza y la furia popular hicieron aflorar otra vez la crisis política, volviendo a poner en tela de juicio la “transición” con que los jefes militares del mubarakismo pretenden pilotear la “salida” hasta junio resguardando sus enormes privilegios económicos y políticos. La Hermandad Musulmana busca proteger esa “transición” para asegurar sus aspiraciones presidenciales.
El primer ministro Kamal Ganzuri compareció ante el Parlamento para expresar su “pesar” y “explicar” lo ocurrido. El Partido Libertad y Justicia (PLJ), brazo político de los Hermanos Musulmanes, que ganó las recientes elecciones parlamentarias y controla casi la mitad del Congreso, acusó tibiamente a los partidarios del antiguo gobierno de Mubarak de estar detrás de la matanza.
Al mismo tiempo los grupos de jóvenes revolucionarios como el Movimiento 6 de Abril, conscientes de que los Hermanos Musulmanes conservan una fuerte influencia de masas, vuelven a exigir que la cúpula castrense entregue de forma inmediata el poder al Parlamento, donde el PLJ tiene amplia mayoría. La juventud revolucionaria sigue reclamando, como lo hizo durante todo este año, la disolución y el “juicio y castigo” a los “servicios” del mubarakismo por sus crímenes contra el pueblo. En los 12 meses transcurridos el régimen militar se limitó a cambiar la sigla de la agencia de “seguridad interior”.
“El mariscal y los demás elementos residuales del régimen de Mubarak nos están enviando un claro mensaje. O recuperamos nuestra libertad o nos castigarán y ejecutarán por participar en una revolución contra la tiranía”, expresaron en un comunicado los hinchas del Ahli.
El viernes 3, Tahrir volvió a llenarse de manifestantes y hubo nuevos choques con la policía, que disparó contra los jóvenes provocando otros 5 muertos y 1.500 heridos. El centro de El Cairo, Suez y Alejandría fueron escenario de batallas campales, con gases lacrimógenos y piedras volando por encima de las barricadas. En El Cairo los manifestantes quemaron la sede de la oficina de Rentas y sacaron armarios y escritorios para cortar las calles. El nuevo “Viernes de la Ira” fue convocado por 38 organizaciones juveniles y partidos políticos para reclamar la renuncia del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas.
El clima social y político egipcio está nuevamente en ebullición, y las brasas de la gigantesca rebelión popular de enero 2011 siguen encendidas.