Alrededor de este tema del 30° aniversario del golpe de Estado se está desplegando un debate político e ideológico profundo. Como decía Juan B. Alberdi, la falsa historia es la base de la falsa política. Y como no existe la llamada “objetividad”, porque ésta es nada más que una forma extrema de subjetividad, cada clase social enfoca la historia desde su particular punto de vista. Ahora, entonces, hay un gran debate en torno a tres ejes principales.
El primero es el que considera al golpe de Estado como una simple continuidad del gobierno de Isabel Perón. Así como el PC, en la década del ’30, dijo en un primer análisis que el golpe de Uriburu venía nada más que a profundizar la política “fascista” de Yrigoyen, ahora se dice que el golpe del 24 de marzo vino a profundizar la política “fascista” del gobierno peronista. Así, víctimas y victimarios son igualados.
El segundo es que se niegan las grandes luchas durante los años de la dictadura. Pareciera que en esos años en la Argentina no pasó nada. Pero esas luchas son las que explican por qué, mientras la dictadura de Pinochet duró 17 años, y hasta hace poco era senador vitalicio, y la dictadura de Brasil duró más de 20 años -desde el ’64 hasta el ’85-, la dictadura argentina cayó a los 7 años y medio, y ya después del quinto año estaba tambaleándose. ¿Qué es lo que provocó ese colapso de la dictadura violovidelista, que como otras muchas en la Argentina había venido a instalarse por mucho tiempo? Onganía había venido para gobernar un “tiempo económico”, un “tiempo social” y un “tiempo político”, pero se tuvo que ir a la mitad del “tiempo social”. No sólo los gobiernos militares, porque Alfonsín iba a hacer el “Tercer movimiento histórico”, y se tuvo que ir varios meses antes de terminar su mandato.
Esta dictadura tuvo que irse porque aquí hubo un pueblo que luchó; empezando por las Madres de Plaza de Mayo, las madres de los desaparecidos, con sus rondas de todas las semanas.
Y el tercer hecho que se niega, o se oculta, es el marco internacional en que se dio el golpe de Estado. Y así es absolutamente inexplicable lo que sucedió en la Argentina. Se oculta que había una disputa feroz por la hegemonía mundial entre dos superpotencias, los Estados Unidos y la Unión Soviética.
No era el mundo de hoy: los yanquis acababan de ser derrotados en Vietnam. Los rusos ocuparon la base de Danang, que los yanquis tenían allí; hicieron pie en el Yemen; en el Mar Rojo –porque controlaban Etiopía-; con la caída del imperio portugués hicieron pie en Mozambique; también en la ribera occidental del Atlántico, en Angola. Y por la fuerte infiltración habían hecho pie en América Central, en Nicaragua; estaban avanzando, también, en la lucha guerrillera que dirigía Shafik Handal en El Salvador.
Los yanquis estaban en retroceso; iban a estarlo hasta comienzos de los ’80. Pero habían avanzado en América del Sur: habían dado el golpe de Brasil; el golpe de septiembre del ’73 en Chile; el golpe en Uruguay; el golpe en Bolivia; controlaban Paraguay; habían maniatado al gobierno de Velazco Alvarado en Perú.
Y entonces la Argentina había pasado a ser el centro de disputa, por un objetivo estratégico fundamental: el control del Atlántico Sur. Que es lo que llevaría a los dos grandes conflictos que en cierta medida iban a determinar el fin de la dictadura: uno por el Beagle con Chile, donde fracasó el intento de la dictadura violovidelista de llevar a una guerra fratricida a nuestro pueblo; y la guerra de Malvinas, donde también estaba en juego el control del Atlántico Sur. Es imposible comprender la guerra de Malvinas sin este elemento. Porque que un país del tercer mundo controlara Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur, y con ello el único paso estratégico entre los dos océanos para los grandes barcos –porque el Canal de Panamá pueden liquidarlo con un misil- eso estuvo en el trasfondo de todos los acontecimientos que determinaron la imposición de la dictadura en 1976.
Es un error tremendo pensar “nunca más”
En la Argentina, desde 1930, nunca conocimos un período relativamente prolongado de libertades ciudadanas. En la Argentina había una “calesita”: golpe y contragolpe, golpe y contragolpe; y en los períodos de gobiernos civiles regía el estado de sitio; hasta entrado el gobierno de Frondizi regía la ley 4.144 de expulsión de extranjeros; rigieron leyes represivas anticomunistas… Los gobiernos civiles, incluso el gobierno de Perón, gobernaban con estado de sitio. Sin embargo, es posible que se piense que lo de 1976 no puede volver a repetirse.
Pero la causa de esa inestabilidad institucional es la estructura de la Argentina. El hecho de que éste es un país disputado por potencias imperialistas: ingleses y franceses; ingleses y alemanes, italianos, yanquis más tarde, yanquis y rusos… Y ahora hay una nueva “figurita”, los chinos.
Ahora algunos dicen que la oligarquía terrateniente no existe más. Y lo dicen en esta época de jauja de la oligarquía terrateniente, porque nunca tuvieron la situación que tienen ahora: contratos orales, con un plazo de un año o de una cosecha, a pagar en efectivo y por adelantado antes de entrar al campo… Y dicen que la oligarquía terrateniente no existe más. ¿Cómo que no existe más? ¡Si están los mismos apellidos!
Y existe la disputa interimperialista. Por lo tanto, compañeros, sobre todo los jóvenes, no crean que “nunca más”. Mientras eso exista, cuando sea necesario para las clases dominantes y no puedan gobernar de otra manera, habrá golpes y contragolpes de Estado… No hay que creer que el 24 de marzo es apenas el recuerdo de una jornada trágica que nunca va a volver a repetirse. Tenemos que conocerla bien precisamente porque puede volver a repetirse.
El golpe vino a aplastar el gran auge de masas
¿A qué vino el golpe de Estado? Vino, en primer lugar, a aplastar el gran auge de masas que estalló en la Argentina en la década del ’60. En realidad, la década del ’60 en América Latina empezó el 1° de enero de 1959, cuando triunfó la Revolución Cubana, y una gigantesca oleada de rebeldía conmovió a América Latina.
Surgió entonces una poderosa corriente revolucionaria, que tuvo dos vertientes principales. Una, la de los que siguieron el camino de la lucha llamada guerrillera, del terrorismo urbano, o agrario, que hicieron una lectura apresurada y simplista de la Revolución Cubana y transformaron el “foco agrario” –que en realidad fue una base agraria en la Sierra Maestra- en lo que se podría llamar el “foco agreste”, es decir un foco de un grupo de revolucionarios que se instala en un lugar, para enfrentar a un ejército muchas veces superior sin apoyarse en las masas. O posteriormente el camino del terrorismo urbano.
Esta vertiente, por caminos muy complicados –como se vio en la Argentina con el caso de Montoneros y otros- fue “ensillada” por el socialimperialismo soviético. Porque sus dirigentes consideraban que la Unión Soviética era amiga de los pueblos.
Y la otra fue la corriente revolucionaria de masas. Una gigantesca explosión, donde apareció lo que siempre aparece cuando la clase obrera sale al combate: los cuerpos de delegados –o consejos obreros, o soviets-, que cuando son dirigidos por el clasismo y por una fuerza revolucionaria se transforman en un instrumento impresionante para que la clase obrera pueda jugar un rol de dirección en un proceso. Nosotros tuvimos aquí el proceso más avanzado en Córdoba, donde se recuperó el Sindicato de Mecánicos (Smata) con la dirección del camarada René Salamanca, y los cuerpos de delegados de todas esas fábricas
Y hubo un movimiento estudiantil, que fue un elemento fundamental para que esto sucediera. Había asambleas multitudinarias, como una de Ingeniería de Córdoba con 8 o 10 mil estudiantes, con un Centro de Estudiantes que entonces dirigía el Faudi.
Hoy N° 1954 15/03/2023