“Los fondos buitre no quieren arreglar. No sólo por avaricia y codicia, sino también por una decisión política. Mientras yo sea Presidenta no nos van a ver a los argentinos de rodillas”, dijo Cristina Fernández el 14 de agosto.
“Los fondos buitre no quieren arreglar. No sólo por avaricia y codicia, sino también por una decisión política. Mientras yo sea Presidenta no nos van a ver a los argentinos de rodillas”, dijo Cristina Fernández el 14 de agosto.
Este cambio de discurso, en relación al del 20 de junio pasado, no lo hizo por ser antiyanqui, como puede atestiguarlo el acuerdo secreto con Chevron. Sino sobre todo porque, al mismo tiempo, la Corte Suprema de los Estados Unidos falló a favor del llamado discovery, el recurso que obliga a entidades financieras a suministrar información sobre movimientos de fondos para su eventual embargo. Y esto ya no sólo afectaba al país, sino a ella personalmente.
Esto saltó esta semana a raíz de la intimación que un juez del distrito de Nevada, Estados Unidos, dio a un estudio contable panameño para que suministre información sobre 123 empresas atribuidas a Lázaro Báez, y supuestamente usadas para lavar, al menos, 65 millones de dólares. Pero eso no terminaría ahí, sino que sería la punta de un ovillo que llevaría hasta las islas Seychelles, esas donde el avión inglés contratado por Cristina hizo una “parada técnica” (no prevista oficialmente, ni necesaria) cuando regresaba desde Vietnam. Nunca explicó Cristina que hizo en esas 14 horas, que no usó para disfrutar de las cálidas playas…
Los imperialistas no tienen piedad
A su acuerdo anterior con Chevron, Cristina Fernández agregó en julio otros acuerdos con Rusia y con China. Ahora desesperada, el mismo 14 de agosto reclamó: “Llamo a la reflexión a las grandes potencias en un mundo que está patas para arriba para poner límites. No puede ser que una plaza financiera pueda querer controlar los destinos del mundo”.
Pero es su política la que ha hecho y hace que nos hundamos cada vez más en la dependencia a los viejos imperialismos, y la que da aliento a los nuevos imperialismos para que avancen en su disputa por el control del país. Así el país terminará destrozado: “cuando los elefantes se pelean, no queda ni la hierba”, reza el dicho africano.