Tanto dentro como fuera del Partido, debemos distinguir claramente lo correcto de lo erróneo. Cómo tratar a las personas que han cometido errores es una cuestión importante. La actitud acertada hacia los camaradas que se han equivocado debe ser la de seguir el principio de “sacar lecciones de los errores pasados para evitarlos en el futuro, y tratar la enfermedad para salvar al paciente”, ayudarles a corregir sus errores y permitirles continuar haciendo la revolución. En el pasado, cuando estaban en la dirección los dogmáticos encabezados por Wang Ming, nuestro Partido erró a ese respecto al asimilar el lado negativo del estilo de trabajo de Stalin. En el contexto social, ellos rechazaron a las fuerzas intermedias y, dentro del Partido, no permitieron que otros rectificaran sus errores y siguieran haciendo la revolución.
La verdadera historia de A Q es un buen relato. A los camaradas que ya lo leyeron les aconsejo que lo lean de nuevo, y a los que no, que lo hagan con detenimiento. En su relato, Lu Sin describe principalmente a un campesino atrasado y huérfano de conciencia política. Hay, en particular, un capítulo titulado “Prohibido hacer la revolución”, en que el autor relata cómo el Falso Diablo Extranjero no permitía a A Q participar en la revolución. En realidad, lo que significaba revolución para A Q no era más que cogerse, como cualquiera, unas cuantas cosas ajenas. Pero el Falso Diablo Extranjero no le permitió hacer ni siquiera esta clase de revolución. A mi modo de ver, en este sentido alguna gente se parecía bastante al Falso Diablo Extranjero. No permitía hacer la revolución a aquellos que habían cometido errores, ni trazaba una línea de demarcación entre éstos y los contrarrevolucionarios, y llegó incluso a matar a algunos de ellos. Esta lección la debemos tener presente. No está bien prohibir, en el marco de la sociedad, que otros participen en la revolución, y tampoco prohibir, dentro del Partido, que se enmienden los camaradas que han cometido errores.
Algunos dicen que hay que observar si los camaradas que han cometido errores los corrigen o no. Yo diría que no basta con observar, sino que se les debe ayudar a corregir. Esto quiere decir: por un lado, observar y, por el otro, ayudar. Todos necesitan ayuda; la necesitan los que no han cometido errores y, con mayor razón, aquellos que los han cometido. Se podría decir que nadie es infalible; quien más, quien menos, todos cometemos errores. Cuando alguien ha caído en error, es preciso ayudarle. Limitarse a observarlo es una actitud pasiva; hay que crear todo tipo de condiciones para ayudarle a corregir. Debemos distinguir claramente lo correcto de lo erróneo, pues las controversias de principio dentro del Partido son un reflejo en su seno de la lucha de clases en la sociedad y no admiten ninguna ambigüedad. Es normal que, según el caso de que se trate, se hagan críticas adecuadas y bien fundamentadas a los camaradas que han cometido errores, e incluso se desplieguen contra ellos luchas en la medida de lo necesario; esto se hace con el fin de ayudarles a enmendarse. Negarse a ayudar a los camaradas que han caído en falta e incluso alegrarse de sus males es una actitud sectaria.
Para hacer la revolución, mientras más gente, mejor. De aquellos que se han equivocado, excepto una exigua minoría que insiste en sus errores pese a reiteradas advertencias, la mayoría puede corregirse. Así como los que han padecido tifoidea quedan inmunes a ella, quienes han cometido errores cometerán menos, siempre y cuando sepan sacar las debidas lecciones. En cambio, aquellos que no han cometido errores están propensos a incurrir en ellos, pues les es fácil andar con el rabo erguido. Debemos tener presente que cuando imponemos un correctivo extremo a quienes se equivocan, esto frecuentemente se vuelve en contra nuestra. Kao Kang intentó levantar una piedra para golpear a otros, pero terminó derribándose a sí mismo. Si tratamos benévolamente a quienes han cometido errores, podemos ganarnos el corazón de la gente y unirnos con los demás. Un criterio para juzgar si una persona tiene buena o mala intención frente a los camaradas que se han equivocado, es ver si adopta la actitud de ayudarles o una actitud hostil.
El principio de “sacar lecciones de los errores pasados para evitarlos en el futuro, y tratar la enfermedad para salvar al paciente”, es un principio orientado a unir a todo el Partido; debemos adherirnos firmemente a él.
Hoy N° 1936 26/10/2022