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26 de July de 2017

La Reliquia

Una novela sobre Belgrano que combina historia con ficción

“Como una gran panorámica, el suboficial podía ver pasar ante sus ojos los sucesos que condujeron al fracaso de los asesinos y, con especial detalle, los últimos instantes en la vida de ese superior por el que siempre sintió un odio extraordinario (…) Lo emparentaba con ese general de quien La Reliquia siempre repetía enfurecido: Vive como un sultán mientras sus hombres andan andrajosos y hambrientos” (opinión de Belgrano sobre Rondeau).

“Como una gran panorámica, el suboficial podía ver pasar ante sus ojos los sucesos que condujeron al fracaso de los asesinos y, con especial detalle, los últimos instantes en la vida de ese superior por el que siempre sintió un odio extraordinario (…) Lo emparentaba con ese general de quien La Reliquia siempre repetía enfurecido: Vive como un sultán mientras sus hombres andan andrajosos y hambrientos” (opinión de Belgrano sobre Rondeau).
Hay distintas motivaciones por las cuales alguien lee un libro. Entre otras, porque sigue un tema. Aún si se tratara de ficción. Por placer, por su estética, por afinidad con el autor y sus ideas. O, todo lo contrario, porque discrepa con él y quiere conocer sus argumentos.
Ha salido una novela, titulada La Reliquia, que combina la historia argentina con la ficción. Su autor es Eduardo Mariano Lualdi.
Es su primera novela. En ella, la historia transcurre desde la colonia hasta el siglo 21. En todo ese tiempo el General Manuel Belgrano sobrevive en dos centurias, como representación de la continuidad del proyecto de libertad e independencia pendientes desde 1810. Luego de la conmemoración del Bicentenario de la Revolución de Mayo es condenado a muerte por las clases dominantes de Argentina, con el objeto de terminar con las ideas que representa. Sobre todo aquella de “ni amo viejo ni amo nuevo, ningún amo”. Lo hacen para que nada se recuerde de eso. Para afirmar el presente de dependencia, de latifundio, de una Argentina rapiñada por distintos imperialismos. Para echar sal sobre las ruinas de Cartago, como hicieron los romanos, para que nada vuelva a germinar en esa tierra. 
El General es condenado, pero disponen hacerlo por medio de una banda de asesinos. Ni siquiera de frente… Un grupo de patriotas que conforma la “Logia de los Pérez” protegen a Belgrano aún a costa de sus vidas porque comprenden que se trata de la permanencia de sus ideales revolucionarios. Porque comprenden que se trata de eliminar, junto con el prócer, toda posibilidad de una Argentina independiente de toda dominación extranjera y de un pueblo soberano. 
Hasta aquí, apenas lo que dice la contratapa del libro. Se trata de una ficción. Pero… ¿Se trata de una ficción? ¿Cuántas cosas se han borrado del pasado argentino por las razones que plantea esta novela? Artigas fue reducido por Mitre a poco más que un bandolero de la Banda Oriental. Su Reforma Agraria del Estatuto de 1815, es casi desconocida. Belgrano, probablemente uno de los principales estrategas y tácticos de la Revolución de Mayo, uno de los intelectuales revolucionarios más destacados que comprendió la necesidad de un ejército para que la revolución triunfara, un doctor devenido en general porque advirtió las necesidades de la Revolución, fue reducido a casi un ingenuo. Su abnegación rebajada a la candidez. Se “olvidó” el 12 de agosto como conmemoración de la derrota de la primera invasión inglesa en 1806. San Martín debió irse de América en las sombras porque, tempranamente, planeaban algo parecido a lo que esta novela cuenta… Las “desobediencias” de San Martín y Belgrano a órdenes contrarias a la Independencia, se borronean para que no cunda su ejemplo entre los militares. Se oculta que hubo militares españoles, como Álvarez de Arenales, pasados a la causa independentista. Y tantos hechos y patriotas más, sumidos en el olvido cuando no eliminados físicamente.
Una Argentina camuflada de estanque “pacifico” para ocultar el turbulento ¿pasado? de asesinatos, algunas veces públicos y muchas otras arteramente perpetrados. O el exilio, la “desaparición”. Y, lo principal, para ocultar las rebeldías populares, sus luchas, sus resistencias, sus puebladas. 
Y esa “Logia de los Pérez”, ¿no expresa o simboliza a los que buscan denodadamente, reencontrar ese pasado, sus ejemplos, sus aciertos y errores, para cambiar el presente y construir otro futuro?
Hay una ideología dominante que no es etérea. Es dura como un ladrillo pero, como un gas, se filtra por todos los intersticios. ¿Cómo explicar que no es frecuente que se comprenda que un revolucionario argentino no puede desconocer la única revolución que tuvimos? Más dura y penetrante deberá ser la ideología de los revolucionarios para reconstruir ese pasado y retomar banderas abandonadas u ocultadas.
Otto Vargas ha escrito: “nuestras posiciones actuales implican una crítica del pasado. No un simple desarrollo `natural´ del mismo, una mera continuidad. Por eso es tan importante conocer bien ese pasado, que siempre palpita en el presente, para saber qué es lo que ha sido o debe ser negado de él y, tal vez, sobrevive en nosotros. Esto implica no sólo una revisión teórica del pasado, sino también y principalmente, una crítica política del mismo”.
Hasta aquí la novela y las implicancias que incitan a su lectura. Pero ¿y el autor? Conozco a Eduardo ya hace unos veinticinco años. Hemos luchado juntos y con otros compañeros por mantener firmeza estratégica y una táctica que nos aproxime con éxito a los objetivos históricos que nos proponemos. Sé de su profundo conocimiento de la historia, y su interpretación, para sacar conclusiones presentes. Sin relatos construidos a gusto, porque “la verdad siempre es revolucionaria”, como diría Romain Rolland.
Me sorprendió la salida de esta novela. La primera pregunta que me hice (y le hice a Eduardo) fue ¿de donde sacaste el tiempo para escribirla? No es mi oficio el arte en general y la literatura en particular. Poco sé de estética literaria. Pero la prosa de Eduardo es muy elaborada, describiendo personajes, situaciones, imágenes. Muestran un estilo y un trabajo arduo. Dicen que en una obra hay diez por ciento de inspiración y noventa por ciento de transpiración. Me parece que es una obra “transpirada”. Pero no sólo literariamente; la obra destila la transpiración militante de Eduardo, sus conocimientos, sus ideas. Yo diría que es imprescindible leerla. Para comenzar a conocer nuestra historia desde la forma amena, entretenida, de una ficción. O tal vez para discutirla y debatirla en grupo, en familia, en amistad.
Paracelso, allá por 1530, dijo que, quien no conoce nada, no ama nada. La lectura de esta historia tal vez ayude a conocer la Argentina y su pasado, para amar más a nuestra Patria oprimida (odiando, dialécticamente, a sus enemigos, porque no hay amor sin odio). Y, también, ayude a pensar caminos para liberarla aprendiendo de los ejemplos que han dado y dan el pueblo argentino y su clase obrera.