Han continuado creciendo los factores de guerra, con centro en Medio Oriente y más precisamente en Siria, donde se expresa la disputa de todas las potencias imperialistas. Estados Unidos, Francia y Rusia han intensificado sus bombardeos, con distintos blancos. China que parecía reticente a comprometerse en el conflicto ha llevado un portaviones con cinco mil efectivos con posibilidad de intervenir.
Han continuado creciendo los factores de guerra, con centro en Medio Oriente y más precisamente en Siria, donde se expresa la disputa de todas las potencias imperialistas. Estados Unidos, Francia y Rusia han intensificado sus bombardeos, con distintos blancos. China que parecía reticente a comprometerse en el conflicto ha llevado un portaviones con cinco mil efectivos con posibilidad de intervenir.
En las últimas semanas se ha agravado la situación por la confrontación entre los dos países más poderosos de esa región: Irán y Arabia Saudita, atizada por las rivalidades religiosas entre sunitas y chiitas. Se agravó la guerra civil en Libia, en la que juegan distintos imperialismos, mientras Israel continúa su agresión fascista sobre Palestina.
También, China ocupó y realizó maniobras militares, en una zona marítima en disputa por varios países de la región. Por otra parte, Corea del Norte anunció que había realizado la explosión de una Bomba H, lo que fue “condenado” por todas las potencias atómicas del Consejo de Seguridad de la ONU.
Vientos de frente
El gobierno kirchnerista contó con condiciones internacionales muy favorables durante un largo período, particularmente en relación a los altos precios de las materias primas. Luego, con la desaceleración de la economía china, y la crisis en la India y Brasil, la caída de los precios de la soja y los minerales golpeó a la Argentina., lo que el gobierno kirchnerista intentó ocultar vaciando las reservas del Banco Central y otras “cajas” del Estado. Ahora la situación se agravó, y el gobierno de Macri enfrenta fuertes vientos de frente, con los nuevos bajones de los precios de la soja, los minerales y otros productos de exportación. Tanto uno como otro son gobiernos de burguesía intermediaria que, lejos de cambiar la matriz dependiente y latifundista de la Argentina, la profundizan.
En efecto, el gobierno de Mauricio Macri ha planteado una política de “darle competitividad al modelo agro-minero-exportador”; ha transferido más del 30% del salario al capital principalmente con dos medidas: devaluación del peso, y quita indiscriminada de retenciones en beneficio de los grandes exportadores, terratenientes y pules.
Esta política se ve dificultada por la mala situación económica de los dos principales socios comerciales de Argentina: China y Brasil. Respecto a China, Diego Guelar, el embajador de Macri en ese país ha confirmado el carácter de aliado estratégico.
La crisis de Brasil, donde va lo principal de las exportaciones industriales de nuestro país (industria con más de un 75% de insumos importados), se ha agudizado y se mantiene una recesión de varios meses, que apunta a profundizarse este año, en medio de una crisis política vinculada a la alta corrupción estatal.
Sacudones de la economía china
La situación de la economía china, tal como la hemos adelantado en CC anteriores, ha continuado agravándose y se ha expresado en las últimas semanas en la caída de casi 20 puntos en la bolsa de Shangai y Shenzhen. Esto no es solo un problema financiero sino las dificultades que encuentra el gobierno chino para superar la progresiva caída de su PBI a partir de la crisis abierta en el 2008 en EEUU; de un crecimiento por encima del 10%, habría caído al 4% (según The Wall Street Journal). Como recordamos la crisis mundial impactó en las exportaciones chinas cuyo principalísimo mercado es EEUU. Frente a esta situación, la dirección del PC chino respondió estimulando el consumo interno y la inversión estatal y de las corporaciones chinas en el mercado interno. Medidas con las que desaceleró el crecimiento, y provocó la caída del precio de materias primas en el mundo (petróleo, mineral de hierro, soja, etc.).
Todo indica que una parte de lo producido y la infraestructura quedó sin mercado (monoblocks enteros, carreteras, barcos u otras inversiones con acero, etc.). Para sostener el proceso se apeló a que el ahorro interno, que es muy alto, se vuelque a las acciones y así sostener las inversiones. Como estas inversiones no encontraron consumidores internos y la propia reactivación yanqui no es robusta, se infló una burbuja que ya tuvo una gran caída de la bolsa el año pasado, y una nueva devaluación y otra caída de la bolsa, ahora más profunda, con cierres y quiebres de fábricas y despidos, como en la región de Shenshen, en donde “se han duplicado las protestas obreras”.
El peligro no es tanto por el contagio financiero mundial ya que las bolsas chinas en su conjunto no son la mitad de la bolsa de Nueva York, y sus papeles tienen muy poca inversión externa. Fue una burbuja con ahorro interno. Las repercusiones son por el peso comercial de China, desde allí su repercusión en los precios de las materias primas, y sobre esta base, a las cotizaciones bursátiles correspondientes y de allí a las otras bolsas. La repercusión en los precios internacionales de las materias primas tiene que ver con que China consume el 12% del petróleo del mundo y el 50% del mineral de hierro.
Cambios en China
Hay otro fenómeno más de fondo en relación a la situación China al que hay que prestar particular atención, recordando lo señalado por Otto Vargas en relación a las causas de fondo de la profundidad de la reciente crisis mundial: la disposición de una inmensa masa de plusvalía a partir de la restauración capitalista en China. En este proceso que señalamos de incentivar el mercado interno y por la lucha de los obreros chinos, desde el 2008 hasta hoy la mano de obra china es la que más aumentó porcentualmente en el mundo (a partir de ser una de las más depreciadas). Muchas fábricas se trasladaron a Vietnam, Bangladesh, etc. Alrededor de China y el Asean en esa zona, hoy se concentra la mayor cantidad de obreros industriales del mundo. Es la mayor fuente de extracción de plusvalía absoluta.
En medio de este fenómeno se produjo el nuevo derrumbe de las bolsas de China (y de allí el pánico en los mercados mundiales), con lo que el aterrizaje de su economía se va dando con turbulencias y sacudones. El estado chino busca dar salida a la situación devaluando el yuan. Pero esta medida la descoloca en la disputa con EEUU, que ha logrado reactivar la producción y el dólar se valoriza, lo que le permitió aumentar la tasa de interés y volver a succionar dólares. El PBI de EEUU sólo depende en un 5% de sus exportaciones, su motor es el mercado interno.
A su vez, el FMI viene de aceptar al yuan como cuarta moneda de reserva e intercambio mundial. EEUU no puede haber sido ajeno a esta decisión. La devaluación a la que apela el gobierno chino para capear su difícil situación económica tiene un efecto doble: si China devalúa el yuan pierde posiciones como moneda de reserva y en su capacidad de exportar capitales, al mismo tiempo al ser una moneda de reserva China puede (y necesita) emitir, como hizo EEUU, para solventar el estallido bursátil y recomponer la producción.
Habrá que seguir el desarrollo de todos estos elementos en la situación mundial que muestran el crecimiento de los factores de guerra y de crisis, y su repercusión en la situación de nuestro país y de América Latina, todos países dependientes y donde los distintos imperialismos disputan para controlarlos y para descargar sus crisis.