Una medida monetaria extrema que tomó para salir de la crisis de 2008-2009 –que luego amplió en sucesivas rondas de programas de compra de bonos–, con una emisión de dólares sin precedentes que elevó el endeudamiento de la FED en un 500%: de 870 mil millones de dólares en 2007 a 4.486 mil millones en 2014.
Una medida monetaria extrema que tomó para salir de la crisis de 2008-2009 –que luego amplió en sucesivas rondas de programas de compra de bonos–, con una emisión de dólares sin precedentes que elevó el endeudamiento de la FED en un 500%: de 870 mil millones de dólares en 2007 a 4.486 mil millones en 2014.
Así, en base a ese gran endeudamiento que inundó el mundo de dólares, asistimos al salvataje de grandes monopolios, como los del automotor, al boom del fracking y de las materias primas en general, alentado por el “viento de cola” de la rápida recuperación de la economía de China, que se proyectaba como imparable en el tiempo. Pero, por el propio funcionamiento del capitalismo monopolista, la mayor parte de esos fondos han ido más a la especulación sobre esas recuperaciones (inflando las Bolsas), que a la expansión de la inversión y el consumo, con la consiguiente debilidad de la demanda y baja inflación; al tiempo que el debilitamiento de la economía de China comenzaba a mostrar los síntomas de sobreproducción relativa no sólo en esa gran economía convertida en la segunda del mundo (dejando atrás primero a Alemania, y después a Japón), sino también a escala mundial, en ramas fundamentales de la economía, como en la siderurgia y la energía desde mediados de 2014.
Una recuperación lenta
En la fase de recuperación del ciclo capitalista iniciado con la crisis de 2008-2009, Estados Unidos ha venido avanzando a paso de tortuga, mientras que la liebre China da señales de agotamiento y el resto del mundo se tambalea. Ahora, la agitación de los mercados y los problemas de China vienen socavando las ya poco alentadoras perspectivas de Estados Unidos. Sobre su economía se proyectan los efectos desastrosos de la sobreproducción ya manifiesta en sectores claves, como el siderúrgico y el energético (principalmente petróleo y biocombustibles), la minería y la agricultura, etc.
Además, el panorama de un crecimiento mundial alicaído sigue impulsando el valor del dólar, encareciendo los productos estadounidenses en el extranjero, dificultando sus exportaciones. Esto podría frenar a la economía estadounidense en los próximos meses, mientras que las caídas bursátiles perjudicarían la confianza y el gasto de los consumidores. También la prolongación de este cuadro haría a las empresas más renuentes a invertir.
La revisión al alza de los indicadores económicos internos de Estados Unidos para el segundo trimestre de 2015, superando la caída del primer trimestre, confrontada con las amenazas internas y externas, han llevado a amplificar las subas y bajas casi diarias de Wall Street.
Informes recientes sobre las ventas minoristas y la inversión en viviendas en Estados Unidos sugieren que en el tercer trimestre la producción se está lentificando. El “crédito fácil” para recuperar la demanda, como en la construcción o en los automotores por ejemplo, acumula crecientes préstamos subprime, es decir sin capacidad de pago. El moderado repunte que preveía la FED pierde fuerza. Por otro lado, en lo inmediato, la caída de las materias primas, además de golpear a su sector agrario y minero, viene afectando fuertemente a su vecino y principal socio comercial, Canadá, que ya ha entrado oficialmente en recesión, con la caída en su producto por segundo trimestre consecutivo: del –0.8%, después del –0.5% del primer trimestre.
El factor China
Los monopolios estadounidenses están tratando de navegar la turbulenta situación mundial, todavía con ligeras ganancias en el mercado interno y nuevas preocupaciones por China y la mayoría de las llamadas “economías emergentes”.
China produce 21% de las importaciones de bienes y servicios de Estados Unidos, lo que le da una gran influencia sobre los precios y los salarios de los consumidores estadounidenses, pero representa sólo 7% de las exportaciones. Por sí mismo, esto haría que el impacto de una desaceleración de las ventas a China fuera menor, aunque ya se manifiesta cconcretamente en caídas de la actividad en los distritos de Boston, Dallas y San Francisco, especialmente en los sectores industrial, tecnológico y de servicios financieros.
Pero el principal problema externo para las empresas y la economía de Estados Unidos se da por los efectos depresivos de la desaceleración china a escala internacional (empezando por lo que sucede con su principal socio comercial, Canadá, como en Argentina por Brasil), al igual que para otras potencias imperialistas, en particular Japón y Alemania, todavía más comprometidas en inversiones y ventas a China.
La tasa de interés
Luego está el tema del dólar que, según la FED, hasta julio se había apreciado casi 8% frente a una amplia canasta de monedas. El alza se amplió en agosto, cuando China devaluó el yuan. Un dólar más fuerte también agrava el déficit comercial, porque, por un lado, se encarecen los productos de exportación y se exporta menos; por el otro lado, crecen las importaciones, dado su abaratamiento: los precios de los productos que compra Estados Unidos ya habían bajado un 10,4% en julio, respecto del mismo mes del año pasado.
La FED venía diciendo que no iba a elevar las tasas de interés de corto plazo hasta que sus funcionarios no estén "razonablemente seguros" de que la inflación acercaba a 2%, después de haber estado por debajo de ese umbral durante más de tres años. Ahora, la fortaleza del dólar y la caída de los precios del petróleo la han alejado más de esa meta.
Los funcionarios de la FED, durante meses, vinieron dando señales de que habría al menos un leve aumento de tasas este año, tal vez a partir de septiembre. Pero, debido a la incertidumbre en torno a las perspectivas de crecimiento e inflación, la FED ha debido replantearse el cronograma y el ritmo de esos planes. Hay mucho en juego. Si las tasas suben, los precios de los activos financieros podrían volver a desplomarse. Y tras eso afloraría la superproducción alimentada por el endeudamiento y la especulación con el dólar barato, ya no sólo en el petróleo y demás materias primas minerales y agrícolas, sino también en otras industrias claves de la economía capitalista. Como sucede por ejemplo con el repunte automotor en el segundo trimestre, donde por primera vez en la historia, los préstamos en manos de las familias de EE.UU. superaron US$1 billón. Las compras de vehículos venían reanimando este sector que había quedado prácticamente destruido en la crisis de 2008/2009. Lo que suceda a partir de ahora en el sector depende en buena medida en la magnitud de las alzas de tasas. Si la Fed sube los intereses, las señales de exceso, como la proliferación de préstamos a personas con menor capacidad de pago, conocidos como subprime, ello perjudicaría a deudores y acreedores. Se estima que los préstamos a las familias con un historial de crédito deficiente, conocidos como subprime, representan cerca de un quinto de la deuda automotriz.
Por otro lado, en los sectores que ya están en crisis, como el energético y el agrario, las bajas tasas de interés han permitido que se siga sosteniendo su producción a pesar de las caídas de los precios. Por ejemplo, las empresas estadounidenses de energía han seguido por más de un año endeudándose y gastando miles de millones de dólares para seguir extrayendo petróleo, a pesar del derrumbe de los precios del crudo. Pero, conforme los bancos reconsideran el valor de las propiedades de petróleo y gas de las empresas de energía, los productores se preparan para enfrentar nuevos recortes en sus líneas de crédito en octubre. Los bancos ya recortaron algunas líneas de crédito durante el segundo trimestre y este mes empiezan otra ronda de revisiones. Los perforadores medianos y pequeños, que fueron los primeros en adoptar la tecnología que permitió la extracción de crudo y gas atrapado bajo densas capas de roca de esquisto a lo largo de América del Norte, ya negocian con sus acreedores, se desprenden de activos a precios de liquidación y retrasan el pago a sus proveedores. Datos oficiales divulgados en agosto revelan que en junio la producción estadounidense finalmente comenzó a caer a cerca de 9,3 millones de barriles al día, un descenso de casi 3% desde que la producción de este año llegó a un máximo en abril. Se estima que las restricciones de capital podrían disminuir la producción en 500.000 barriles diarios para fines de 2015.
Lawrence Summers, profesor de la Universidad de Harvard, ex secretario del Tesoro y ex asesor económico del presidente Barack Obama, argumentó contra el propósito de la FED de empezar a elevar las tasas: “Pienso que hace unos pocos meses hubo un argumento razonable, aunque no uno que yo habría adoptado, de que subir las tasas sería una precaución respecto de la estabilidad financiera y no tendría efectos significativamente adversos en la actividad real. En la balanza pensé que los costos sobre la actividad real y los costos de una reducción adicional de la inflación por debajo de la meta excedían los beneficios, pero reconozco que se puede tener preocupaciones sobre la estabilidad financiera. Luego de los acontecimientos en los mercados de los últimos meses, que según estimaciones como las de Goldman Sachs o el propio modelo macro de la FED, han tenido un impacto de contracción equivalente a dos o más ajustes de tasas de la FED, y en un momento de considerable volatilidad e incertidumbre, la idea de que se está promocionando la estabilidad financiera al sorprender a los mercados parece equivocada” (La Nación, 17/9/2015).
Esta parálisis de la FED también pone al descubierto el agotamiento de las herramientas de política monetaria para intervenir en la economía si ésta vuelve a caer en un pozo. Pues las tasas de interés no se pueden bajar más y la capacidad de endeudamiento de los Estados está desbordada, por las políticas aplicadas para salir de la llamada “gran recesión” por Summers y los “Harvard boys”.