Entre fines de enero y comienzos de febrero de 1921 se realizó el undécimo congreso de la FORA sindicalista. Este Congreso, del que ya hemos hablado en ocasión de tratar las grandes luchas de la Patagonia, sería el último de esta central que nucleaba a sindicalistas, y en menor medida gremios dirigidos por socialistas, comunistas e independientes. Los anarquistas se mantenían en la FORA del V° Congreso. Había crecido en el movimiento obrero una corriente, con los ferroviarios a la cabeza, de “sindicatos autónomos”, que no adscribían a ninguna central.
Es interesante destacar que en este panorama de dispersión sindical los trabajadores libraron combates que pasaron a la historia, como las huelgas de Santa Cruz, con las que poco o nada tuvieron que ver las direcciones de las centrales obreras.
Se evidencia, ya entonces, un grado de despegue entre los intereses concretos de los trabajadores, y lo que discutían como principal los congresos, tanto de la FORA anarquista como la sindicalista. En medio de declamaciones de la necesidad de la unidad, las peleas eran cada vez más frecuentes. Contradictoriamente con esto, creció una tendencia desde los gremios, que peleaba por la unidad. Todo el año 1921 estuvo atravesado, en este sentido, por los debates acerca de qué tipo de central sindical se necesitaba. Ya en ese 11 Congreso de la FORA sindicalista, convivieron debates sobre si la central se tenía que incorporar a las filas de la internacional sindical de Amsterdam, dirigida por los socialdemócratas, o a la dirigida por los bolcheviques, con el planteo de convocar a un congreso de unidad.
Dicho por los mismos sindicalistas como Sebastián Marotta, la FORA estaba “afectada moralmente por las luchas desencadenadas en su seno a raíz del tironeo de que venía siendo objeto, la central obrera sale de este congreso enferma”. Esto se evidenció en este último congreso en larguísimos debates sobre las acreditaciones de los delegados, como el del delegado de la Unión Obreros Curtidores, Agustín Muzio, electo diputado por el Partido Socialista en 1920. Los sindicalistas le negaban el carácter de trabajador, mientras socialistas y comunistas avalaban su presencia en el Congreso. El trasfondo obvio era la cerrada negativa sindicalista a la “intromisión” de los partidos políticos en la vida sindical. Para ver la correlación de fuerzas, sirve conocer que la credencial fue rechazada por 107 votos a 60, con 28 abstenciones. Del Congreso salió un comité que invitó a las otras centrales a un congreso de unidad. Así, en 1922 nacería la Unión Sindical Argentina.
Hoy N° 1738 10/10/2018