Hoy, cuando han pasado 75 años de la Revolución China, la patria de Mao ha dejado de ser socialista. Una burguesía de nuevo tipo oprime brutalmente a su pueblo y explota a los pueblos y naciones oprimidas, y China se ha convertido en una gran potencia socialimperialista (socialista de palabra, pero imperialista en los hechos), que disputa con Estados Unidos y otras potencias imperialistas, y fogonea una nueva guerra mundial.
El actual presidente chino, Xi Jinping, usa al Partido Comunista de China, y a Mao Tsetung, para llevar adelante una política de opresión a su clase obrera y su pueblo, y de expansión imperialista y colonialista.
29 años de construcción socialista
Por todo esto es fundamental reivindicar el proceso de la Revolución China, y sus logros en el período que China construyó una sociedad socialista.
La revolución socialista de China generó enormes mejoras en la vida del pueblo chino. De 1949 a 1975 la esperanza de vida se duplicó: de 32 a 65 años. ¡A comienzos de los años 1970, Shanghai tenía una tasa de mortalidad infantil menor que Nueva York! Estos datos manifiestan una gran reducción de violencia en la vida cotidiana. En una generación, la tasa de alfabetización subió de 15% en 1949 a 80-90% a mediados de los años 1970.
El socialismo llevó a cabo cambios profundos en beneficio de la mayoría de la población. Antes de la liberación de China en 1949, las potencias imperialistas la dominaban. Según todo índice disponible, la economía estaba en el último peldaño de la escala de desarrollo mundial. Reinaban brutales condiciones para los campesinos. China tenía la inflación más galopante de la historia contemporánea, un vasto submundo de gangsters y sociedades secretas y casi 90 millones de adictos al opio. La vida de las mujeres era un infierno: con los pies vendados, matrimonios de niñas y arreglados y prostitución generalizada en las ciudades.
La revolución eliminó estos males y los extremos de riqueza que existían antes de 1949, y la conquista del poder estatal por el proletariado creó un nuevo orden social y económico que liberó y benefició a las masas.
Solamente una revolución podía terminar con el dominio de los terratenientes en el campo, y lo logró. La reforma agraria y la cancelación de las deudas de los campesinos llevadas a cabo con la dirección del Partido Comunista a fines de los años 1940 y comienzos de los 1950 son la mayor expropiación y redistribución de riqueza de ricos a pobres en la historia.
La Ley de Matrimonio de 1950 de la China revolucionaria estipuló el matrimonio por consentimiento mutuo y el derecho al divorcio, y prohibió la compraventa de niños y el infanticidio. Un nuevo movimiento de mujeres, mayor y con una visión más amplia que nunca antes, se propuso eliminar la división del trabajo que subordina las mujeres a los hombres y rebasar el estrecho marco de la vida hogareña.
El desarrollo económico
En los años de la revolución y la construcción socialistas la economía china tuvo un crecimiento industrial impresionante, pese al “cerco” que le impuso el imperialismo yanqui y al retiro de toda la colaboración de la Unión Soviética a partir de 1957, cuando el capitalismo fue restaurado en ese país. Entre 1949 y 1978 China, el “enfermo de Asia”, se transformó en una potencia industrial importante, y lo logró sin explotación ni ayuda extranjera y en medio de un ambiente internacional hostil.
En cuanto a la producción agrícola, en 1970 ya se había resuelto el problema de alimentar a la población, mediante la planificación económica integrada, un sistema de producción agrícola colectiva que fomentó la movilización de las masas, el control de las inundaciones, constantes inversiones en la infraestructura del campo, la distribución de alimentos a los campesinos y el racionamiento de los alimentos básicos de modo que toda la población cubriera sus necesidades mínimas. Así se llevó a cabo una ruptura radical con el pasado en que las inundaciones, sequías y opresión terrateniente provocaban hambrunas, situación común hoy en muchos países del tercer mundo. Y tengamos en cuenta que China cuenta con solamente el 70% de las tierras de cultivo de Estados Unidos, pero tiene que alimentar una población cuatro veces superior.
Con la conducción del Partido Comunista de China dirigido por Mao Tsetung, ese gran país logró lo que ninguna gran potencia capitalista nunca ha hecho. Estableció un sistema universal de servicios médicos gratuitos o de bajo costo guiado por los principios de cooperación e igualitarismo. La China maoísta combinó la medicina tradicional con la occidental. Formó a 1.3 millones de campesinos como proveedores de servicios médicos (“médicos descalzos”) para satisfacer las necesidades básicas de salud en el campo.
La continuación de la revolución
La revolución triunfante en 1949 terminó con el poder de los terratenientes, el imperialismo y la burguesía intermediaria. Estableció un sistema político y económico socialista que dio poder a las masas y generó muchas mejoras. A pesar de eso, quedaban disparidades económicas y sociales significativas. Además, surgió una nueva élite privilegiada que tenía su centro político-organizativo en el seno del Partido Comunista y estaba aumentando su influencia política e ideológica.
A mediados de los años 60, esos seguidores del camino capitalista (los llamaron así porque proponían medidas que llevaban a la restauración del capitalismo) estaban maniobrando para tomar el poder. Querían reinstalar el sistema de explotación del hombre por el hombre, como había ocurrido en la Unión Soviética en 1957.
En 1966, conducido por Mao Tsetung el Partido Comunista de China lanzó la Gran Revolución Cultural Proletaria, movilizando a las masas a levantarse para impedir que los seguidores del camino capitalista tomaran el poder y para sacudir los altos niveles del partido que estaban adoptando un molde burocrático-burgués. Sin embargo, la Revolución Cultural fue mucho más que eso. Las masas realizaron transformaciones revolucionarias de la economía, las instituciones sociales, la cultura y los valores de la sociedad, y hasta revolucionaron el partido. Mao llamó este proceso continuar la revolución bajo la dictadura del proletariado.
El secretario general del PCR, Jacinto Roldán, en 2019, a los 70 años del triunfo de la Revolución China decía en una charla, en polémica con el presidente chino Xi Jinping, quien en los actos por el setenta aniversario afirmó que China es “una potencia socialista en ascenso”. Roldán afirmó que, tras la muerte de Mao y la derrota del proceso de la Revolución Cultural, que entre 1966 y 1976 batalló contra “los seguidores del camino capitalista” en China, en 1978 se restauró el capitalismo y comenzó un proceso de resurgimiento del sector privado, el abandono de la colectivización en el campo y el retorno a la agricultura familiar, así como se abrió paso a la entrada de inversiones extranjeras. Planteó la particularidad de que se mantiene en el poder “una única fuerza que sigue llamándose Partido Comunista de China. Esa es la forma que, desde el poder, la nueva burguesía usa el control del Estado”. Y afirmó que “a nosotros nos dicen los chinos, y nosotros decimos que no somos prochinos, nosotros somos maoístas y levantamos el triunfo de la revolución y 29 años de construcción socialista. No esta China imperialista que disputa la hegemonía mundial”.
A 75 años de la Revolución China sostenemos la vigencia de sus enseñanzas, y que la verdad de la China maoísta dista muchísimo de la China socialimperialista de hoy, que no tiene nada en común con el socialismo ni con Mao Tsetung.
hoy N° 2028 25/09/2024