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15 de December de 2021

Centenario de las grandes huelgas de Santa Cruz (última nota)

La vigencia de una lucha histórica

Se cumplen 100 años de las gloriosas huelgas santacruceñas, que conmovieron el país entre octubre y diciembre de 1921. Reprimidas a sangre y fuego por el ejército enviado por el gobierno radical al servicio de los terratenientes y los imperialistas, son una de las páginas imborrables de la lucha obrera y popular, y sus mártires siguen siendo bandera en la lucha por la revolución.

A fines de diciembre de 1921 sólo quedaba en el sur la columna de Antonio Soto, compuesta por cerca de 600 trabajadores. Estos tenían su lugar de acampe central en la estancia La Anita, propiedad de los Braun Menéndez. Desde allí las partidas hacían incursiones en los distintos establecimientos requisando víveres, armas y caballos. En cada lugar, como reclamaba Soto, dejaban recibo por lo incautado.

A La Anita llega la noticia de que las tropas del ejército al mando del coronel Varela rodean el lugar e intiman la rendición. La noche del 6 al 7 de diciembre se realiza una asamblea que ha sido registrada en detalle por Osvaldo Bayer. Allí hubo tres posiciones: una parte, encabezada por el chileno Juan Farina, propuso terminar con la huelga y negociar con los militares. A esto se opuso el chileno de origen alemán Pablo Schulz, que plantea que hay que atrincherarse en la estancia y presentar batalla. Antonio Soto plantea que no se puede confiar en el ejército, pero plantea que no hay que enfrentar ni entregarse sino “escondernos en los bosques y en la cordillera, hasta que el gobierno, los militares y los estancieros se den cuenta de que tienen que pactar con nosotros”, consigna Osvaldo Bayer.

El debate en la asamblea se prolongó varias horas. Dos delegados enviados por los obreros a parlamentar fueron fusilados de inmediato, y Varela volvió a reclamar la rendición incondicional diciendo que iba a respetar la vida de los que se entregaran. Se volvieron a plantear las tres posiciones, y ganó en la asamblea entregarse. Schulz acató, pese a estar en contra de la resolución, y lo pagó con su vida, al igual que el resto de los huelguistas que depusieron la huelga. Antonio Soto, en cambio, junto a un pequeño grupo, rechazó la resolución y logró escapar a Chile, donde permaneció en la clandestinidad un tiempo.

Otto Vargas, en El marxismo y la revolución argentina, tomo 2, analizando la lucha de líneas expresada en dicha asamblea, afirma “Antonio Soto —que siguió fiel a sus ideas hasta su muerte en 1963— tampoco confiaba en los militares, pero era partidario de dividirse en partidas móviles, desaparecer, aparecer sorpresivamente, esconderse en los bosques, hasta obligar a los estancieros a pactar. Planteaba esta táctica no para luchar por el poder, sino para ganar la huelga, consolidar al sindicato e ir luego a objetivos mayores”. Vargas plantea que tanto Soto como Schulz, con sus diferencias, expresaban una postura combativa en una experiencia que no fue analizada a fondo por las corrientes obreras contemporáneas.

La huelga de los trabajadores rurales de la Patagonia en 1921 deja enseñanzas muy importantes para el movimiento obrero y los revolucionarios. Enseñanzas que conservan su vigencia a cien años de los hechos. Las huelgas patagónicas cierran un extraordinario ciclo de auge revolucionario que comenzó con la Semana de Enero de 1919, con luchas que hicieron tambalear el sistema oligárquico imperialista. Las clases dominantes respondieron con represiones brutales y matanzas como no se habían visto nunca. Tal era su miedo y su odio.

Es importante conocer las tácticas que se dieron en Santa Cruz, que se salieron de los moldes legales del sistema, como analiza Otto Vargas, como la lucha de líneas entre las corrientes del movimiento obrero. Por esos años estaba la FORA del 9° Congreso con hegemonía sindicalista, cada vez más reformista y la FORA del 5° Congreso, dominada por los anarquistas. El PC trabajaba dentro de la FORA sindicalista, aunque con contradicciones con su dirección.

Los anarquistas apoyaron las huelgas patagónicas, aunque como algunos de sus dirigentes reconocen no pelearon la solidaridad del movimiento obrero de Buenos Aires, y mantuvieron una visión distorsionada de lo que estaba ocurriendo. Por eso defendían el “bandolerismo social” y el “malón libertario”. Ese espontaneísmo sería fatal, como ya había ocurrido en la Semana de Enero. La dirección del PC no planteó el apoyo a la huelga dentro de la FORA sindicalista, más preocupada por los debates sobre su alineamiento internacional.

Un gran tema fue la caracterización del gobierno de Yrigoyen. Confusa para los dirigentes huelguistas, que confiaron en el teniente Varela sin comprender que habían cambiado sus órdenes entre la primera y la segunda huelga, y que esas órdenes venían de la presidencia.

Ni el PC, ni los anarcosindicalistas, estudiaron a fondo la experiencia de las “columnas” de obreros que funcionaron como verdaderos soviets, practicaron la autodefensa armada, la “expropiación revolucionaria”, las decisiones asamblearias. Particularmente el PC –más allá de las pertenencias de algunos dirigentes huelguistas incluido el propio Soto, no vio que “el movimiento de los peones de la Patagonia utilizó formas organizativas que son propias del proletariado internacional, formas que bocetan la dictadura del proletariado y que volverían a aparecer en la Argentina –muchas décadas después, una y otra vez– al tensarse la lucha de clases” (Programa del PCR).

 

Hoy N° 1894 15/12/2021