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01 de November de 2017

Cuando las “igualdades” entre hombres y mujeres del nuevo Código Civil generan más violencia contra las mujeres.

La violencia del cuidado compartido

El caso de Belén Galán

Belén Galán conoció a su ex pareja en Brasil. Ella jujeña, él marplatense, ambos residían en Córdoba, por lo que la relación siguió allí hasta que los dos quedaron sin trabajo. En ese momento nacen las mellizas, hijas de ambos, y deciden ir a Mar del Plata por un tiempo, hasta que el trabajo de él les permitiera ahorrar y volver a Córdoba. 

Belén Galán conoció a su ex pareja en Brasil. Ella jujeña, él marplatense, ambos residían en Córdoba, por lo que la relación siguió allí hasta que los dos quedaron sin trabajo. En ese momento nacen las mellizas, hijas de ambos, y deciden ir a Mar del Plata por un tiempo, hasta que el trabajo de él les permitiera ahorrar y volver a Córdoba. 
Pero antes de continuar con el proyecto familiar, la violencia de género se hizo más insoportable, por lo que Belén terminó denunciando a su ex pareja por violencia, y durmiendo un mes en un hogar para mujeres en esa situación con sus niñas. 
El problema fue que cuando Belén pudo poner fin a la violencia -ejercida contra ella y delante de las niñas y probada en otro expediente cautelar en la provincia de Jujuy este año-, la decisión del Juzgado de Familia marplatense en el expediente de violencia fue ordenar que las niñas no fueran sacadas de la ciudad de Mar del Plata. Belén quedó sola en esa ciudad, con dos niñas a cargo, sin trabajo posible (mellizas de solo un año), con una cuota alimentaria miserable de dos mil pesos, y sola. Sola en una ciudad cuando más necesitaba de su entorno que la contuviera y la reparara. Sola con sus niñas y sin un peso, y sin ayuda ni siquiera para poder ir al dentista sin las mellizas a upa. 
La decisión de la jueza fue en base a la regla del cuidado compartido de los hijos. Es que el artículo 651 del Código Civil establece que “a pedido de uno o ambos progenitores o de oficio, el juez debe otorgar, como primera alternativa, el cuidado compartido del hijo con la modalidad indistinta, excepto que no sea posible o resulte perjudicial para el hijo.” Un hermoso ideal plasmado en el nuevo Código Civil, que choca de bruces contra la realidad de la mayoría de las familias en nuestro país. Porque en la mayoría de los casos, las mujeres están confinadas a las tareas domésticas y al cuidado de los hijos. Es la realidad de un sistema patriarcal que nos otorga ese lugar social a las mujeres, y que lo sentimos cada hora de nuestras vidas en el hogar, trabajemos o no fuera de casa. 
Y es en esa realidad indiscutible y que es regla, que cuando la mujer puede terminar la relación violenta, sigue ahora en base al nuevo Código Civil una nueva escalada de violencia, basada en utilizar a los niños como botín de guerra -con el cuidado compartido que solo después de la separación cobra “sentido”- para ejercer más violencia contra la mujer. Ello sin poder omitir referirnos a la violencia económica, una de las más comunes –usada como extorsión y venganza misógina- y la más invisibilizada, tolerada y hasta reproducida por el poder judicial.
 
Una justicia machista 
En una situación de violencia de género donde la mujer seguramente sufre todas las opresiones posibles dentro de esa relación, el cuidado compartido de los hijos regulado en el Código Civil se convierte en una herramienta más de violencia hacia ella. ¿Se puede ser un buen padre si éste es violento con la persona a la que los niños más aman? ¿Se puede ser un buen padre ejerciendo violencia hacia la mujer delante de los niños? ¿Se puede ser un buen padre enseñando el desprecio, la humillación en forma constante y hasta los golpes? No. El daño del violento siempre es a la mujer y a los hijos, y es un daño directo en ambos casos. Sostener lo contrario es una fantasía, y lamentablemente en esa fantasía está inmersa gran parte de nuestra Justicia. 
Belén Galán logró pasar un mes en Jujuy, con el permiso del padre violento de sus hijas. Allí pudo “desnaturalizar” la violencia de la que era víctima, tanto de su ex pareja como de la Justicia machista. Una Justicia que mandó a restituir a las niñas a su padre, a pesar de que una orden judicial en Jujuy resguardaba a Belén de la violencia, y le permitió cautelarmente no volver a Mar del Plata con sus niñas. Fue un momento de mucho sufrimiento, y de verdadera indignación del movimiento de mujeres que acompañaron a Belén a la audiencia, donde se acordó la vuelta de las tres evitando el uso de la fuerza pública, y lo tuvieron cuasi preso al violento acobardado en el hall de Tribunales sin salir hasta la media noche por miedo. 
El dolor de esa vuelta nos atravesó como pocos. Hubo más lágrimas que aquellas que pudieron verse. Nos dejó la herida de una derrota con el sabor imborrable de la injusticia machista. Fue la fortaleza de Belén y sus ganas de pelear lo que nos fue reponiendo de a poco, con una ciudad que quedó conmovida por tamaña violencia. 
Hoy Belén, en Mar del Plata, sigue la batalla para poder volver a Jujuy con sus hijas, libres las tres de violencia, abrazadas, y generando vínculos sanos y de absoluta contención, con una mamá que se separó del padre de los niños, y quiere rehacer su vida en su provincia, único lugar en el que tiene acompañamiento, lazos familiares, y una perspectiva laboral asegurada. 
No se trata de una batalla menor. Es la batalla de una víctima de violencia, contra todas las violencias, incluso la de la ley que aparenta ser avanzada, pero es opresiva e injusta para las mujeres que vivimos en esta sociedad, y no en la ideal. 
Tenemos demasiadas razones para decir que queremos a Belén Galán y a sus hijas en Jujuy, en este noviembre, libres de violencia. Con un papá que podrá visitarlas y estar en contacto, pero no tenerlas presas de su violencia en Mar del Plata.
¡Que la dejen a Belén y a sus niñas volver a Jujuy!