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31 de May de 2017

De abril a junio de 1917 

Las batallas de Lenin

Centenario de la Revolución Rusa

 
Tras la presentación de las Tesis de Abril (hoy, N° 1666) se abrió un intenso debate. La VII Conferencia (a principios de mayo de 1917) la convirtió en la línea del Partido bolchevique. La mayoría de los 130 delegados la aprobó entusiastamente. Pero, el camino no había sido lineal.

 
Tras la presentación de las Tesis de Abril (hoy, N° 1666) se abrió un intenso debate. La VII Conferencia (a principios de mayo de 1917) la convirtió en la línea del Partido bolchevique. La mayoría de los 130 delegados la aprobó entusiastamente. Pero, el camino no había sido lineal.
En el breve lapso de quince días desde el regreso de Lenin habían sobrevenido numerosos hechos. El 19 de abril el Comité Central del Partido rechaza las Tesis. Lenin lleva la discusión al conjunto de las organizaciones y comienzan los pronunciamientos favorables a sus planteos. En sendos documentos desarrolla algunos de sus contenidos. En efecto, el Pravda del 22 de abril publica “La dualidad de poderes” y pocos días después “Las tareas del proletariado en nuestra Revolución”. Este extenso trabajo es la base de los debates de la Conferencia.
Ya no se trata de dilemas abstractos. El Partido se confronta con una situación que ha colocado la Revolución en el plano de lo concreto. Se encuentran ante una cita con la historia con final abierto. Lenin, una vez más, choca con derechistas e izquierdistas. Desde ya que ello no lo ubicaba en el justo centro. Lenin es la izquierda y, desde su consecuencia revolucionaria, desnuda el carácter pernicioso del “izquierdismo” (así encomillado). Derecha e “izquierdismo” amontonados en un mismo tren detenido en vía muerta.
En la VII Conferencia del Partido bolchevique, Lenin sostiene: “No luchamos para ser vencidos, sino para salir vencedores. Y, en el peor de los casos, contamos con obtener un triunfo parcial. De salir derrotados conseguiremos, a pesar de todo, un triunfo parcial. Conseguiremos reformas, y las reformas son un instrumento auxiliar de la lucha de clases”. Sin desentenderse del sentido común, Lenin está diciendo mucho más. Quien asegure que está garantizado el triunfo es un necio. Quien dado los riesgos de derrota abandone a su suerte a los que luchan jamás hará una revolución. Quien no valore las reformas es un izquierdista sin remedio. Quien absolutiza las reformas y olvida su condición de “instrumento auxiliar” es un redomado reformista. 
La dualidad de poderes era un hecho más allá de toda duda. Pero Lenin aplica sintonía fina y no caricaturiza su propio concepto. El “otro” Poder, el Soviet, es por ahora un poder en estado embrionario. Con ilimitada potencialidad de desarrollarse a condición de que se actúe como se debe actuar. 
El siguiente ejemplo es por demás ilustrativo. Lenin escribe “…nuestros camaradas cometen tantos errores al formular “simplemente” esta pregunta: ¿se debe derribar inmediatamente al Gobierno Provisional? Respondo: 1) se le debe derribar, pues es un gobierno oligárquico, un gobierno burgués, y no del pueblo; un gobierno que no puede dar ni paz, ni pan, ni plena libertad; 2) no se le puede derribar inmediatamente, pues se sostiene gracias a un pacto directo e indirecto, formal y efectivo, con los Soviets de diputados obreros y, sobre todo, con el principal de ellos, el Soviet de Petrogrado; 3) en general, no se le puede “derribar” por la vía habitual, pues se asienta en el “apoyo” que presta a la burguesía el segundo gobierno, el Soviet de diputados obreros, y éste es el único gobierno revolucionario posible, que expresa directamente la conciencia y la voluntad de la mayoría de los obreros y campesinos. La humanidad no ha creado hasta hoy, ni nosotros conocemos, un tipo de gobierno superior ni mejor que los Soviets de diputados obreros, braceros, campesinos y soldados”.
Pareciera ser un párrafo más que rotundo. Pero, a no descuidar esa inagotable fuente de “ocurrencias” que era el caldero ruso de ese 17. Inicios de mayo. El Gobierno Provisional se contacta con Inglaterra y Francia para ratificar su alianza. La nota, que toma estado público, es tremenda. Le endilga al mismísimo pueblo ruso el deseo patriótico de continuar la guerra. La indignación corre como reguero de pólvora. Los bolcheviques convocan a manifestar. El 2 de mayo 100.000 personas marchan a la sede del Gobierno. Ruge la multitud ¡Basta de guerra! ¡Hacer públicos los tratados secretos! El Comité de Petrogrado del Partido, impactado por la contundencia del repudio le imprime una vuelta de tuerca de más y pasa a reclamar la caída del Gobierno Provisional. Lenin se habrá agarrado la cabeza… Un acontecimiento mayor a mediados de julio recrea a mucha mayor escala esta dinámica y termina en desastre. (Las Jornadas de Julio justifican una próxima nota).
La línea maestra estaba en las Tesis de Abril, pero la situación obligaba a tener la cabeza fría. En Lenin coexisten dos certezas. Ni las masas irían a resignar sus reclamos ni el Gobierno Provisional habría de satisfacerlas. En ambos casos la razón era la misma: una cuestión de clase. No serían los plazos sino las circunstancias los que determinarían el movimiento de las consignas. Fue así que el clamor de “¡Todo el Poder a los Soviet!” fue impulsado, bajado y vuelto a levantar en distintos momentos. La insurrección recién se puso a la orden del día tras el giro represivo de julio. 
La firmeza estratégica unida a la flexibilidad en las tácticas iba dando sus frutos. Ya existía una masa crítica en el proletariado y los campesinos pobres que identificaba la Revolución no como una abstracción sino como la respuesta a sus padecimientos. Era la meta tangible, concreta, que se iba avizorando para un futuro cada vez más cercano.