El Primer Congreso Femenino Internacional que venimos reseñando, se desarrolló entre el 18 y el 23 de mayo de 1910. Cuatro días antes, el gobierno decretó el estado de sitio, ante la convocatoria a una huelga general por parte de dos centrales sindicales, que reclamaban la derogación de la Ley de Residencia. En ese clima la oligarquía preparaba los festejos por el Centenario de la Revolución de Mayo. El comité organizador del Congreso asistió solidariamente a los trabajadores de la imprenta donde se hacía el periódico La Vanguardia, del Partido Socialista, asaltado el 14 de mayo, al igual que locales anarquistas y sindicales, por patotas policiales y de “niños bien”.
Del Congreso participaban universitarias, profesionales, socialistas y librepensadoras, y realizó una cantidad de reclamos en torno a los derechos civiles, sociales, laborales y políticos de las mujeres. Resaltando su carácter unitario, su presidenta, Cecilia Grierson, planteó: “Si este congreso hubiera resultado una conferencia católica, librepensadora, socialista u otra tendencia cualquiera que no fuese exclusivamente ‘feminista’, es decir, buscando el adelanto de la mujer, hubiera sido un fracaso; pero se ha salvado el escollo, siendo sus tendencias amplias y elevadas”.
De su amplitud da cuenta la vastedad de temas abordados. Además de los tratados en columnas anteriores, las mujeres se preocuparon por si los “los cuentos son o no útiles como medios de instrucción” a los niños. Tanto Alicia Moreau, como Belén de Sarraga y otras plantearon que eran “perjudiciales si ellos son fantásticos”. Del mismo modo se reclamó que “en la enseñanza de la Historia se dé especial preferencia a aquellas cosas que revelen las distintas faces (sic) evolutivas de los pueblos y sociedades, más que a la narración de guerras y batallas”.
En su preocupación por atender cuestiones de salud pública, ante el creciente número de enfermos de tuberculosis y otras infecciosas en los atestados conventillos, surgió la para nosotros hoy curiosa sugerencia de prohibir “el beso y el mate”. Algunas se limitaron a proponer que “se restrinja el hábito de besar á los niños”, otras se animaron a plantear que “se suprima el beso en los labios”.
El Congreso aprobó una resolución que “hace votos porque: se haga propaganda en la escuela y en los hogares para dar á conocer los peligros del beso y del mate. Se suprima el beso en las salutaciones.”
Pese a que estas y otras conclusiones mostraban cierto “lirismo”, como escribió posteriormente Alicia Moreau, su carácter contestatario le valió a Cecilia Grierson la expulsión del Consejo Nacional de Mujeres.