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05 de November de 2014

Tras una semana de lluvia incesante –con la sudestada que golpea-, ocurrió lo de siempre: familias castigadas por el abandono de los gobiernos nacional, de la provincia de Buenos Aires y de muchos municipios. 

Las olas de la inundación salpican a Cristina y Scioli

Inundaciones y miles de familias evacuadas

A la lluvia y sudestada que azotó principalmente a la provincia de Buenos Aires, se suma el abandono estatal: infraestructura y obras hídricas, desde la canalización de ríos para que no se desborden cuando ocurren estos fenómenos climáticos (como el Mantanza, Riachuelo, etcétera) hasta la falta de sistema de cloacas en barriadas enteras de la provincia de Buenos Aires, que hoy están expuestas a las enfermedades que acarrea la infección del agua y del ambiente. 
Una vez más, el agua reflotó bien desde el fondo, lo que desde el doble discurso gubernamental se quiere tapar. Las zonas más afectadas en esta oportunidad: Tigre, Luján, La Matanza, Quilmes, zona Sur de Gran Buenos Aires, Bragado, Areco y zonas de la Capital Federal.
Las denuncias hechas por la Multisectorial de La Plata tras la inundación en abril del año pasado, que dejó al menos noventa personas muertas (hay aún dieciséis casos más en investigación) puso de relieve que existe una estrecha relación entre la magnitud y frecuencia de las inundaciones y el desarrollo urbano de la mano de la especulación inmobiliaria -con la correspondiente legislación que acompaña estos negocios- y la falta de obras hidráulicas. Como contrapartida, la falta de vivienda: se calcula un déficit de un millón de viviendas en la provincia de Buenos Aires, que empuja a cada vez más familias a asentarse a la vera de arroyos y en zonas anegables, frente a la valorización de los terrenos.
Un compañero de La Matanza explicaba que  al vivir a la vera de los ríos y arroyos y debido a la falta de obras: “cientos de familias han perdido todo, están en escuelas, en sociedades de fomento”. “En la tele se ve la situación en Luján, Pilar, en Bragado -peor por el tornado-, pero el arroyo Reconquista está totalmente desbordado”. Al cierre de esta edición, sumaban ya los 2.500 evacuados en La Matanza.
 
Pobres contra pobres
Otra compañera explicaba el clima social que se generó tras el temporal en Villa Fiorito: “El martes a la noche comenzó la lluvia y se desató un temporal donde volaron chapas, techos: a las seis de la mañana amanecimos todos inundados, con un metro de agua. Las casas más altas no se inundaron pero las que están más abajo sí. Porque que en los barrios pasa que el que tiene un trabajo edifica más arriba y el que no, se queda abajo.
“Isaurralde hizo mucho asfalto, mucho lo que quieras pero ahora estamos peor que antes. Nos inundamos más. El jueves recién nos devolvieron la luz a un grupo, todavía hay gente sin luz.
“Mucha gente perdió todo. El jueves hubo cortes de calles para que les dieran de vuelta la luz, ni así se la dieron. Hubo muchos robos. En la casa de un compañero se quisieron meter como veinte, que venían persiguiendo a un pibe, querían lincharlo porque venía de robar, que si el pibe no se esconde en esa casa, lo matan. Porque la gente está enloquecida, encima de que no tiene trabajo, está viviendo mal, encima viene otro que está mal también y te roba, te enloquecen y es la pelea de pobres contra pobres.”
 
“La ayuda” es militarización de los barrios
Frente a la desesperación de los vecinos y por miedo al desborde –al igual que el año pasado en la ciudad de La Plata -la localidad de Luján, que esta vez fue la más afectada, amanecía militarizada. El gobernador Scioli no tuvo mejor idea que enviar todos los refuerzos en materia de seguridad. Ya para el jueves de la semana pasada estaban Caballería, Infantería y refuerzos de la Policía y Gendarmería custodiando los barrios, en lugar de la ayuda estatal, que aún permanecía ausente, para que los vecinos pudieran regresar a sus hogares y comenzar la penosa tarea de reconstruirlos. Esto se evidenció más en la ciudad de Luján, que fue una de las más visiblemente afectadas. 
 
Hepatitis y otras enfermedades
Una compañera de Glew explicaba que desde que se desató el temporal hubo corte de luz en los barrios, y por lo tanto los vecinos hicieron un corte de la ruta 210 el miércoles a la noche “porque seguíamos sin luz y tardaron dos días para reestablecer el servicio”. 
También, esta compañera –al igual que de otros barrios- cuenta: “Había gente que le salía el agua del baño porque como las napas están muy altas, no hay cloacas, todo Glew tiene pozos ciegos; ese es un viejísimo problema que hay ahí porque la gente ya no tiene dónde hacer un pozo ciego, y hay reclamo de agua y de cloaca. No hay agua potable, entonces cuando las napas suben, el agua no se puede beber. Ese es el problema que tenemos ahora, si sigue lloviendo, eso se agrava. En otros momentos, esto siempre trajo hepatitis y enfermedades.
Muy similar es lo que explicaba Diosnel Pérez, dirigente del Frente Darío Santillán quien la semana pasada tuvo que ausentarse del juicio que se le aplicaba en la Capital Federal: “Inundación en villa siempre hay, nunca recibimos asistencia de Estado. El miércoles no pude venir a la audiencia porque se estaba inundando el comedor adonde asisten 120 chicos, tenía que salvar esa comida, por eso falté a la audiencia. Por eso me da mucha bronca: no es que estoy en contra de la iglesia ni nada, pero todos los periodistas están en la Basílica de Luján pidiendo a la gente que done cuando alrededor de la iglesia también hay gente que perdió todo. Nosotros tenemos mucha gente en la villa, acá en la Capital, que se quedó sin cama, se quedó sin colchón. En el comedor se mojó mucha mercadería que tuvimos que tirar porque la inundación de la Villa 20 viene con excremento, cualquier cantidad de ratas, nadando pero los medios de comunicación nunca sacan ni muestran cómo nosotros sobrevivimos.”
Corte del ferrocarril Belgrano
En la zona norte, como ocurre en varios distritos donde los intendentes no quieren compartir responsabilidades, tras el desborde del Arroyo Garín, por el lado de Pilar y Malvinas Argentinas, la gente con medio metro de agua salió a cortar las vías del ferrocarril Belgrano. Explicaba una vecina: “Allá se inunda siempre el Arroyo Garín, se tiran la pelota entre el intendente de Pilar y el de Malvinas. Nunca resuelven el desborde del arroyo y la gente va perdiendo sus cosas. Del municipio de Zúcaro (Pilar) lo único que dieron fue agua que vencía el mismo día que se la dieron, toda una provocación”. Tres zonas bajas de Tigre también fueron muy afectadas.
 
El negocio de los créditos
Al igual que en las inundaciones de La Plata, el gobierno provincial ofrece a los damnificados endeudarse para recuperar algo de lo perdido.
Cuando al octavo día las aguas aún no han terminado de bajar y hay miles de familias damnificadas en los municipios afectados por el temporal, el viernes pasado se conoció el anuncio del gobernador Daniel Scioli para “hacer frente” a la catástrofe.
La mayoría de los damnificados reclamaban subsidios o indemnizaciones que reparen las pérdidas millonarias provocadas por el avance del agua sobre las viviendas. Sin embargo, Scioli se redujo a informar el lanzamiento de una línea de créditos por cincuenta millones para pequeños comerciantes y vecinos afectados, otorgado por el Banco Provincia, a una tasa fija anual de 15,5 %, con un plazo de cinco años. Así, los afectados por las inundaciones, obtienen como alternativa el endeudamiento personal, como única vía de enfrentar el impacto de la catástrofe y las pérdidas materiales que ha generado. Mientras, en un cajón de la Legislatura espera el proyecto de ley para la creación de un Fondo para Emergencias y Catástrofes, que permitiría la indemnización para las víctimas de estas circunstancias.