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19 de May de 2021

CABA: el trabajo en la CAAC de San Cristóbal

Las urgencias del hambre, la violencia y las adicciones

Conversamos con compañeras de la CCC que trabajan en el comedor Rincón de Luz, que funciona en la Casa de Asistencia y Acompañamiento Comunitario (CAAC) ubicada en el barrio porteño de San Cristóbal.

Las compañeras Mirta, Julia, Rosana, y Natalia tienen diferentes tareas dentro del espacio generado por la CCC en el barrio, donde vienen ayudando a resolver las urgencias de hambre, violencia y adicciones.

Mirta cuenta que arrancaron en ese CAAC en el 2015, antes hacían funcionar el comedor en una casa tomada, de allí los desalojaron, y a pulmón con todos los compañeros, y encontraron esta CAAC. “Empezamos a trabajar con todos los compañeros y nos prestaron el espacio para hacer el comedor. Actualmente, vienen muchas compañeras, hacemos acompañamiento a mujeres violentadas, hacemos ayuda a la gente que está pasándola mal en este momento. En el último tiempo hemos crecido un montón, del gobierno recibimos migajas, pero los mismos vecinos nos vienen a dejar alguna bolsa con alimentos.

Rosana es promotora en prevención de violencia, y acompaña a varias mujeres que van a “la fila” a buscar comida a diario, como a compañeras de la CCC que sufren algún tipo de violencia en sus casas. “Los vecinos miran cómo trabajamos y dicen: qué buen laburo hacen. Y siempre vienen y nos dejan algo para ayudar a la gente”. Rosana sorprende con un dato: “más o menos venimos teniendo un cálculo de 800 raciones diarias. Hay días que hay 600. Hay días que se suma más, pero hemos llegado al tope de mil raciones. El año pasado fue de terror, las colas de hombres y mujeres pidiendo para comer”.

Julia es quien está a cargo de la coordinación de la cocina. La compañera, según cuenta, no conseguía trabajo por su salud y su edad, y sin embargo una vecina un día la invitó a ir a una marcha, con el tiempo se sumó a la CCC y hoy dirige el comedor de la CAAC. Cuenta que “el comedor funciona de lunes a viernes. Ingresamos a las 8 de la mañana hasta la una, dos de la tarde. Somos distintos grupos, yo vengo todos los días, pero nos vamos rotando los grupos para venir a trabajar, como las burbujas de las escuelas. Me encargo de que esté la mercadería para que puedan cocinar los compañeros”.

Rosana, le agrega: “hoy cada persona que viene te pide para cuatro. Porque el que viene lleva para la familia. Se llevan un bol grande para la casa. Hacemos milagro para hacer rendir la mercadería.

Experimentadas en la práctica de años de alimentar varias bocas, las compañeras no tuvieron cursos de cocina ni de manejo de las porciones. Julia, completa: “siempre se llega. Para eso, ¿Qué hago yo? Si hay para arroz y polenta, organizo la verdura todo para la olla de arroz… y en otra la polenta, así para poder llegar a toda la gente”.

 

La lucha contra las adicciones y la violencia

Natalia trabaja en la prevención de adicciones, en el Movimiento Ni un Pibe menos Por la droga y cuenta que a pesar del miedo al contagio, “la CAAC nunca cerró. Cuando recién empezó la pandemia, varias iglesias cerraron, muchas organizaciones cerraron, nosotros hasta los sábados estábamos. Los compañeros venían desde temprano a cocinar, por la misma necesidad de la gente”.

Natalia subraya que la CAAC es un espacio de referencia: “Nosotras acompañamos en la situación de la violencia de género de las mujeres que se acercan, y también con la problemática de adicciones: trabajamos por las condiciones de la gente que están en “la fila” que vienen a pedir asistencia, y muchas veces esa tarea está invisibilizada, porque el laburo que hacen las compañeras es increíble. Hay muchas mujeres que sufren adicciones, violencia, que no pueden acercar un plato de comida a la casa. Ese acercamiento es para que vengan acá, que estén en los proyectos.

“Nosotros tenemos un espacio los sábados que tuvimos que cerrar, que es de la juventud: 50 pibes que venían a hacer actividades al parque de enfrente. Teníamos vóley, fútbol, boxeo, y hoy nos escriben que extrañan ese espacio, pero no podemos volver por el tema de la pandemia. Hoy los estamos siguiendo virtualmente pero ellos necesitan. Hay algunos pibes que vienen al comedor, buscan la comida, hacen las tareas acá, porque tenemos conexión a internet. La mayoría de los pibes no tienen Internet en la casa, no tienen acceso a una computadora, hoy lo que buscamos es que vengan a hacer la tarea, tengan un desayuno, una comida. Hay pibes que los tenemos que ayudar con las impresiones, para que se conecten. Nosotros hacemos un seguimiento de las actividades, tenemos un espacio de encuentro, hay psicólogos detrás”.

 

“Hacemos acompañamiento”

Mirta, con respecto al tema de la violencia, ilustra las situaciones que se presentaban en la fila de espera de comida, donde se fueron conociendo muchos casos de violencia: “a veces venían las chicas con los moretones, golpeadas… porque se agravaron los temas de violencia, donde la familia consume más alcohol, los hombres se ponen más violentos. Y a veces venía la vecina toda moreteada, con el marido al lado a pedir la comida. Y al principio no sabíamos cómo decirle vení que te podemos ayudar. Le repartíamos un volantito”.

Natalia agrega: “tratamos de acercarnos nosotras. Nosotras buscamos que el que viene a la fila se referencie con nosotros, que se acerque a la CAAC, que busque la comida. Las chicas que abordan trabajo de género hacen un trabajo muy importante, porque no solo trabajaban el tema violencia de los casos que están en la fila sino de las compañeras que vienen a trabajar al CAAC también”.

Roxana completa: “hemos tenido compañeras que venían a trabajar acá pero no sabíamos qué estaba pasando, alguna que dejaba de venir, eso ya era una señal, entonces empezábamos a llamar a ver qué estaba pasando, a preguntarles que si tienen un problema, que cuenten con nosotros. Entonces ganamos la confianza de esa persona. Porque lo que hacemos es un acompañamiento. La promotora acompaña a la persona, entonces está sobre la compañera, llamándola, escribiéndole. Ahora estamos manteniendo zooms para ver cómo activar la red por la situación actual. En principio tratamos de hablar con la persona, y si la pareja está al lado, tratamos de ser bien cautelosas por el tema del temor. Porque cuando una mujer hace denuncia, la Justicia demora, pero nosotras trabajamos en lo inmediato por teléfono, por zoom. A veces las chicas dicen: no puedo hacer zoom porque lo tengo al lado… entonces trata de acercarse una compañera, pero ir a una casa también es un riesgo por lo sanitario”.

 

“La CCC es un espacio de oportunidades”

Ya finalizando la entrevista, las compañeras cuentan que la CAAC recibe a compañeros de diferentes nacionalidades que viven en el barrio: Bolivia, Paraguay, Perú. Mirta, que es de Perú, cuenta en este espacio también “leemos el hoy, hablamos de política, preguntamos a los compañeros cómo están, qué opinan de la situación general”. Natalia, por su parte destaca el lugar de referencia para el barrio que es la CAAC. A lo que Roxana le completa, “ahora la gente viene a pedir abrigo, andan detrás de zapatillas, porque saben que acá algo van a encontrar. Y por otro lado, los mismos vecinos te traen la ropa que ya no usan, la gente anda tras las zapatillas”.

Mirta agrega: “la CCC es un espacio de oportunidades para mujeres y varones. Por ejemplo, en medio del miedo de la pandemia conseguimos hacer trabajo textil. Empezamos de cero y crecimos un montón. Cuando la pandemia muchos compañeros se quedaron sin trabajo, entramos al proyecto textil, con los kits para hospitales, acá se fabricaron alrededor de 45 mil. Estamos esperando el segundo convenio. En Capital hay 37 talleres en la zona centro”.

Para finalizar, Roxana agrega: “La CCC te hace crecer. Yo estaba en casa, tenía vergüenza, y acá aprendí a desenvolverme”. Y Mirta completa: “yo había perdido la posibilidad de trabajar, por tema edad y salud no me querían recibir en ninguna parte, una vecina me invitó a ir a una marcha de la CCC, y así encontré la oportunidad de trabajar en el comedor”.

 

Hoy N° 1864 19/05/2021