El latifundio en nuestro país, como en toda América latina, tiene su origen en la colonia y en las apropiaciones posteriores de grandes extensiones territoriales. Esto determinó el surgimiento de una poderosa clase de terratenientes que, luego de la gran revolución anticolonial liberadora del siglo 19 se constituiría en la clase dominante.
Como resumió el Che Guevara: “la primera revolución liberadora no llegó nunca a destruir las bases latifundistas (…) y en la época del imperialismo, el latifundista comprendió que no podría sobrevivir solo, y rápidamente entró en alianza con los monopolios, es decir con el más fuerte y fiero opresor de los pueblos americanos”.
El problema agrario en nuestro país, como el problema más general del atraso y la dependencia que generan el latifundio y el imperialismo, no puede resolverse sino con medidas de tipo revolucionario. Una reforma agraria profunda como plantea el Programa del PCR, pág. 154: “Expropiación sin indemnización de los latifundios, maquinarias agrícolas e instalaciones pertenecientes a los terratenientes, entregando la tierra en propiedad a todos los que la trabajan o quieran trabajarla. (…)
“Se fijará por ley la extensión de tierra mínima no expropiable atendiendo a las particularidades de cada zona, tipo de cultivo o explotación, estableciendo indemnizaciones para los pequeños terratenientes”.
Hoy N° 1718 23/07/2018