La tarde del 17 de octubre se grabó para siempre en mi memoria. Después de un mitin celebrado en uno de los regimien tos me apresuro a ir al Smolny. Por los largos pasillos del enorme edificio resonaba el rumor de pasos. Por doquier, hombres armados, con ca potes militares, con las negras chaquetas o cazadoras de la Guardia roja o con los oscuros tabardos de marinero cruzados con cintas de ametralladora llenas de
nikolái podvoiski cartuchos, y con granadas pendientes del cinto. Tal es el aspecto del Smolny.
La tarde del 17 de octubre se grabó para siempre en mi memoria. Después de un mitin celebrado en uno de los regimien tos me apresuro a ir al Smolny. Por los largos pasillos del enorme edificio resonaba el rumor de pasos. Por doquier, hombres armados, con ca potes militares, con las negras chaquetas o cazadoras de la Guardia roja o con los oscuros tabardos de marinero cruzados con cintas de ametralladora llenas de
nikolái podvoiski cartuchos, y con granadas pendientes del cinto. Tal es el aspecto del Smolny.