La lectura de este libro ha resultado para mi la posibilidad de encontrar, sintetizados y con un profundo y sutil nivel de elaboración, algunos de los debates que irrumpieron en nuestro universo conceptual, y más aún, en nuestra vida cotidiana, a fines de la década del 80 – estos debates se dieron con diversas concepciones que presentándose como radicalmente innovadoras – avanzaron en una gesta arrolladora en los noventa, declarando la obsolescencia y caducidad de los pensamientos previos.
La lectura de este libro ha resultado para mi la posibilidad de encontrar, sintetizados y con un profundo y sutil nivel de elaboración, algunos de los debates que irrumpieron en nuestro universo conceptual, y más aún, en nuestra vida cotidiana, a fines de la década del 80 – estos debates se dieron con diversas concepciones que presentándose como radicalmente innovadoras – avanzaron en una gesta arrolladora en los noventa, declarando la obsolescencia y caducidad de los pensamientos previos.
Esas polémicas, podrían pensarse superadas o, quizás dejadas atrás; sin embargo podemos afirmar, pese a su relativo silencio, esas supuestamente revolucionarias teorías han adquirido la naturalización e invisibilidad que le otorga el haberse convertido en un aspecto de la ideología dominante, en la forma obvia de entender el problema del conocimiento.
Hablamos de debates. ¿A cuáles me refiero? El título del libro lo plantea con claridad.
Estuvo y está en cuestión la existencia de una realidad objetiva, independiente del sujeto, o en el mejor de los casos, se desecha la posibilidad de éste de acceder a su comprensión y por ende a su transformación.
Los textos de Rosa Nasiff recogen y recorren los avatares de las preguntas y respuestas acerca de la relación entre lo objetivo y lo subjetivo, a la vez que vincula antiguas y actuales formas entender ese interjuego sujeto/realidad, al que se denomina conocimiento. Entiendo que este eje de producción, este contenido nodal de la obra se desarrolla a través de dos polémicas permanentes.
En ellas la autora incluye como situación fundamental, ignorada o minimizada por los distintos autores cuyas posiciones indaga, el rol determinante de la practica social. ¿Qué focalizan estas polémicas que recorren el texto?
Analizan aquellas concepciones del conocer que han instalado su dominio, impregnando, tanto teorías del aprendizaje, criterios de salud, modelos terapéuticos, como estrategias comunicacionales y políticas. Uno de esos significativos debates es el que se establece con las actuales formas del idealismo y subjetivismo.
Subjetivismo e idealismo del que resulta un ejemplo paradigmático el pensamiento de Cornelius Castoriadis, particularmente a partir de su teorización acerca de la existencia de una fuerza poderosa e innata: la imaginación radical, que operaría como instituyente de la sociedad, a través de la gestación de significaciones sociales centrales, configuradoras de lo que denomina el imaginario social. Ese imaginario social, afirma Castoriadis, es creación ex nihilo, ya que la imaginación radical, crea desde la nada. Podríamos inferir que con esa frase bíblica, la creación desde la nada, el autor diviniza esa fuerza originaria como lo que simplemente es, y no obedece ni remite a causalidad alguna.
Los sujetos, en sus aspectos más inconcientes y primarios, quedan situados, desde esa perspectiva, en demiurgos, en hacedores de la realidad la que seria pura construcción subjetiva.
En esta línea de pensamiento encontraremos inversiones insólitas, como por ejemplo, la afirmación de que el lenguaje no refleja al mundo, sino que, por el contrario, lo que entendemos por realidad, no sería otra cosa que un reflejo del lenguaje. Esta forma de irracionalismo e idealismo implica, como hemos dicho, una negación de la existencia de una realidad objetiva, independiente de un ser conciente que acceda o no a conocerla. En esta misma perspectiva, definitivamente subjetivista, se incluyen, con sus propias especificidades, las teorías constructivistas de Von Forster, Von Glasserfeld y Maturana, trabajadas en el texto que hoy se presenta.
La otra polémica que organiza el contenido de este libro es la que rn despliega con el materialismo mecanicista centrándose en la crítica del estructuralismo, abordando particularmente la obra de Louis Althuser. Éste, en su más que ambiciosa – en realidad deberíamos decir soberbia – intención de otorgarle una filosofía al marxismo, atribuye erradamente a Marx la concepción mecanicista del materialismo atomista de los griegos.
El cuestionamiento del materialismo mecanicista, alcanza en el trabajo de Marx una brillante y poco frecuente exposición acerca de la concepción dialéctica de la teoría del reflejo habitualmente oscurecida por el reduccionismo propio del materialismo mecanicista.
Otro frente de esta polémica se despliega con las diversas corrientes del posmodernismo, que le adjudican, erradamente, al marxismo las posiciones del materialismo mecanicista.
¿En qué convergen ambas concepciones, en qué punto se encuentran los destinatarios de estos debates en este texto? En el desconocimiento y la negación de una nueva filosofía, dialéctica y materialista.
Por todo ello entiendo que este es un libro inesperado y necesitado…inesperado porque es una voz que se levanta y se opone a la fuerza inicial y al actual dominio e inercia de las teorías que enfrenta. Necesitado porque desde su impecable rigor y lucidez aporta instrumentos para transitar la pregunta que su título plantea.
Esto, en cuanto al contenido de la obra, pero me parece de interés comentar algo acerca de la forma. La exposición muestra una gran solidez teórica, una particular inteligencia de los temas, y junto a ello un fuerte tono polémico.
Podemos preguntarnos, por qué la polémica, por qué este título que en su sencillez, resulta, en el universo conceptual de hoy, casi una provocación.
Los discursos hegemónicos que nos tocó combatir, y desde los que fuimos y somos combatidos – y aquí me incluyo -, esos discursos, al absolutizar el subjetivismo, la validez del propio punto de vista , en el contexto de un proclamado fin de la historia y de las ideologías, en el que acaecería la caída de los grandes relatos, así como el aplanamiento de las diferencias, declaraban también la caducidad y el sinsentido de un pensamiento y una actitud polémica , como señal de un posicionamiento dogmático y envejecido, aferrado a obsoletas concepciones del conocer, de la realidad, de la verdad.
¿Por qué para algunos nos resulto necesaria la polémica? Sabemos que las recientes crisis sociales, políticas y económicas dieron lugar a la emergencia de un nuevo orden mundial. Éste no consistió sólo en una redefinición geopolítica y la expansión planetaria del capitalismo, fue anticipado, acompañado y sostenido por un oleaje conceptual en el que se hundía la idea de sujeto, de verdad, de posibilidad de conocimiento.
Nuestro riesgo era quedar paralizados o atrapados en la siguiente paradoja: mientras se enunciaba taxativamente la imposibilidad de conocer tal afirmación se imponía como premisa, como verdad absoluta, la que seria fruto del conocer, conocer que a la vez era negado como posibilidad humana. Muchos no fuimos insensibles a esos radicales cambios de pensamiento, supuestos nuevos paradigmas que amenazaban derrumbar los fundamentos de nuestra práctica y la teoría hasta allí elaborada.
Sin embargo no nos amurallamos dogmáticamente en nuestras convicciones y con la honestidad que corresponde a toda tarea intelectual, sometimos a análisis nuestros marcos referenciales, así como los nuevos discursos.
Tras ese análisis, que implicó ratificaciones y ratificaciones, se nos hizo imprescindible la polémica. Nuestra práctica en el campo de las ciencias sociales era interpelada, cuestionada y descalificada desde ese movimiento poderoso, desde concepciones plenas de atractivo que se presentaban como sólidas, a la vez que abrían interpretaciones del hombre y del mundo, expresadas en discursos cargados de seducción, y de una implícita amenaza.
En ese momento difícil en el que teníamos un camino a recorrer, a veces penoso y a veces apasionante, y del que resulto la construcción de un posicionamiento que pasó por la crítica y la autocrítica quizás no esto:…en ese momento difícil, digo, fue para mi fundamental contar con el apoyo de Rosa Nasiff, y realizar la tarea en forma conjunta.
Otto Vargas
Yo creo que este libro es un libro imprescindible en la biblioteca de todo militante marxista. ¿Por qué digo imprescindible? Yo creo, poniendo un ejemplo personal, para que no les pase a muchos, lo que me sucedió en un momento. Yo era muy amigo de Pancho Aricó, compartimos la militancia en la FJC (Federación Juvenil Comunista), y en los años posteriores.
Un día Pancho me dice: “Vos ¿revisaste el índice temático de El Capital? ¿Encontraste en el índice temático de El Capital las palabras “materialismo dialéctico”?
Y la verdad es que me fui a revisarlo, y no aparece ninguna mención al “materialismo dialéctico”. Si yo hubiese tenido este libro, le hubiera dicho a Pancho: lee este libro de Rosa Nasiff y ahí vas a tener respuesta a esa pavada que me dijiste.
Efectivamente, el libro de Rosa cubre esos debates, los debates que cubrieron las últmas décadas del Siglo XX: postmodernismo, postmarxismo, los que afirmaban que había que abandonar “los grandes relatos utópicos” del Siglo XIX, entre ellos y en primer lugar el marxismo.
Hay que decir que la clase obrera había sido derrotada en 1957, se había restaurado el capitalismo en la Unión Soviética. Muchos no lo supimos hasta bastante tiempo después, pero era así. Y en el año 1978 se restauró en China. Fue Mao Tse Tung el que dijo “¿qué es el revisionismo? El revisionismo es el capitalismo dentro del partido, que lleva inexorablemente a la restauración burquesa y a la restauración del capitalismo, que tiene en Rusia, hoy, la forma política de un imperio socialfacista.” “Y China también puede volver a ser capitalista”, dijo. Y lo estamos viendo hoy en Argentina, donde penetra cada vez más profundamente ese imperialismo chino.
Pero qué sucede: que a esta derrota de ese “socialismo”, de ese “comunismo”, se la identificó con la derrota del marxismo. Y a los comunistas se nos dió por muertos. Cuando decimos que somos comunistas, nos dicen “¿cómo dice?, pero qué es eso, si eso ya no existe más.” Como dice la teórica Chantal Mouffe, con la que se nutre nuestra presidenta: “Eso ya fracasó, no existe más eso de socialismo, no hay izquierda, no hay derecha.” “Sólo hay capitalismo”.
Como cuando lo guillotinaron a Babeuf en la Conspiración de los Iguales, a la que Marx llamó el primer partido comunista en acción. Creyeron que habían terminado con todos los comunistas y no terminaron. Lo mismo cuando en “el muro de los fusilados” mataron después de la Comuna de París, 70 mil comuneros. Ahora pasa lo mismo. Pero somos muchos más que cuando Marx escribió el Manifiesto Comunista.
Pero se han producido en el mundo cambios gigantescos, como acá decía Ana recién y es lo que explica muy bien Rosita en el libro. Esos debates aparecen acallados, pero aparecen acallados porque son hegemónicos. Usted escucha el lunes a Morales Solá, sólo lo pongo como ejemplo, pero lo invita a Ricardo Alfonsín y le va a preguntar por los “paradigmas” en los que se basa. Y lo mismo lo del “imaginario social”. Cristina Fernández habla permanentemente de los “relatos”. Todo gira en torno a la imposibilidad de conocer la realidad, y por lo tanto de transformarla, cosa que explica en la página 16 de este libro. Rosa. No se trataría de conocer la realidad objetiva, sino de articular un “relato”, como le gusta decir a Cristina, que a través del “relato”, construye la realidad. Es difícil comer un asado hoy día, pero sacó cuatro carritos que venden carne a 0,15% de los consumidores, y entonces dicen que están dando carne “para todos”, el “relato” cubre, esconde la realidad. Estas teorías impregnan toda la sociedad. En especial las carreras universitarias. En el caso de Derecho, el cual conozco, yo diría que hace más de sesenta años que todos los abogados argentinos están impregnados de la teoría de Hans Kelsen, que plantea que ideología y verdad son opuestos. No puede entender que la ideología siempre es una ideología de clase, y que hay una clase social para la cual la verdad es su ideología, porque simplemente el conocimiento y el mostrar la realidad, la verdad; mostrar la verdad, es una ideología. Solamente la única clase que puede hacerlo es la clase obrera. Porque hay otros sectores para los cuales la ideología proviene de otros intereses que el interés por la verdad. Ellos se preocupan: todos los abogados se guían por eso, han construido una pirámide de normas, que tiene allá arriba una “norma fundamental hipotética”, que para entenderla bien, usted debe ponerle la palabra Dios. Esa es la base normativa de la teoría del derecho de Kelser.
Entonces, como dice Rosa, por ejemplo el agnosticismo neo kantiano, la imposibilidad de conocer la esencia, la verdad, ilumina toda la enseñanza en ciencias sociales; de las diferentes disciplinas de las ciencias sociales. Detrás del mundo de los fenómenos, solo habría una oscuridad impenetrable que impide conocer la esencia de las cosas. Lo que Kant llamaba la “cosa en sí”. Sólo podemos conocer el fenómeno. Y allí eso tan común en el lenguaje cotidiano, cuando se dice “mi verdad”, “tu verdad”, “esa es mi verdad”. Nunca existe la verdad objetiva.
Es en la práctica social, como dice Rosa, donde se define esta polémica porque si el hombre es capaz de transformar la realidad, es porque la conoce. Como decía Engels, para saber el gusto de flan, hay que comerlo. Y si uno puede hacer un puddin y comerlo, quiere decir que uno ha conocido la esencia del mismo.
Entonces acusan al marxismo de utópico, pero el marxismo demostró que podía transformar la realidad. Después fue derrotado, hemos sido derrotados. Pero que la clase obrera podía agarrar la sartén por el mango, y en la universidad podían entrar los hijos de los obreros, y de los campesinos más pobres, y que podían dirigir, eso fue demostrado. Eso fue demostrado durante varias décadas en la tercera parte del mundo.
Entonces tenemos el caso de Althusser. Nosotros tuvimos que polemizar con Althusser en un trabajo sobre la Revolución Cultural China. ¿Por qué tuvimos que polemizar con Athusser? Porque todos nuestros intelectuales eran althusserianos, seguían a Althusser, era la teoría de moda. Nadie se preocupaba de que el hombre militaba en el Partido Comunista Francés, que era el partido más revisionista de todos los partidos comunistas, incluido el de la Unión Soviética, el primero que sacó de su programa las palabras dictadura del proletariado, aquellas que para Marx eran el toque que diferenciaba marxistas de revisionistas. Admiraban a Althusser. Él contrapuso la llamada “práctica teórica” a la práctica social de los marxistas, es decir a la práctica de la producción, la práctica de la lucha de clases; y la práctica de la experimentación científica. Althusser tenía una frasecita; decía “es porque la teoría de Marx es verdadera, por lo que pudo ser aplicada con éxito; y no, que porque fue aplicada con éxito es verdadera”. La práctica no es la que comprueba la teoría, sino la propia teoría, la “práctica teórica”. Y muchos intelectuales que militaban en nuestro Partido, que después fundaron las FAL, yo recuerdo que decían – tuvimos que polemizar con ellos entonces – , que Lenin era “un aplicador” del marxismo. Althusser era el que había superado a Marx, y si ustedes querían verdaderamente conocer la filosofía, tenían que estudiarlo a él. Y atacaban a Marx porque decían que nunca pudo librarse de Hegel. Cuando en realidad Marx decía que había que dar vuelta esa dialéctica hegeliana para encontrar su médula racional. Y se discute mucho porque algunos exageraron la importancia que tuvo la lectura de la Ciencia de la Lógica de Hegel, por Lenin, antes de la Revolución Rusa, a la que contraponen a Materialismo y Empiriocriticismo. Rosa ha escrito un trabajo muy interesante sobre eso.
Decían que si Lenin no hubiese leído ese libro de Hegel no hubiera podido dirigir la Revolución Rusa. No es cierto. Pero sí es cierto que la lectura de ese libro le ayudó mucho a Lenin para mejorar su formación filosófica, y estar en condiciones de comprender y dar los virajes que tuvo que dar en el transcurso de la propia revolución.
Nunca hablan de la Revolución Cultural Proletaria; no existió la Revolución Cultural Proletaria para ninguno de estos teóricos; la revolución más grande de la historia. Ni Althusser, ni Castoriadis y su “imaginario social”, del cual tanto habla Cristina, del “imaginario social”, el imaginario de lo no racional – ya lo explicó Ana Quiroga – la experiencia que instituye la realidad, niegan toda posibilidad de un cambio revolucionario. Solo hablan de “modelo”. Esta palabrita “modelo”, cuando ustedes la escuchen pónganse en guardia. Hay que tener cuidado con esa palabrita “modelo”. Eso de que “hay un modelo que se aplica a la realidad”, y “hay un modelo” kirchnerista, etc.
Marx es el que descubrió que es el ser social el que determina la conciencia, el modo de producción y la estructura económica y social lo que va a determinar la superestructura jurídica.
Yo tenía que decir algo sobre Portantiero, porque este libro tiene todo un capítulo dedicado a Portantiero.
La polémica con Portantiero se refiere sobre todo a la teoría del Estado. Él y Aricó niegan la teoría del Estado que hicieron Marx y Engels. Marx y Engels trabajaron años en el estudio que después va a plasmar Engels en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado.
Muchos años, ayudándose con la investigación de Morgan sobre el origen de la sociedad. Muchos años de estudio. Durante siglos no existió el Estado. Acá en América del Sur, el Estado apareció muchos siglos antes de que llegaran los españoles. Porque cuando los antagonismos de clase se vuelven irreconciliables por la aparición de la propiedad privada, es decir, cuando el trabajo da un plus, y conviene más tener un esclavo, que matar a un prisionero, y en vez de matarlo, lo encierro a trabajar porque su producción va a dar un exceso. Aparecen las tres grandes contradicciones de la historia: el trabajo manual y el intelectual, la ciudad y el campo, y el hombre y la mujer. Portantiero y Aricó niegan esto, y dicen que el Estado fue una “emanación de la sociedad”, una esfera “autónoma”, y terminan coincidiendo con Lasalle, aquel dirigente del Partido Socialdemócrata Alemán con el que polemizó Marx, y que unió el Partido Socialdemócrata Alemán con el gobierno de los terratenientes alemanes, el gobierno de Bismark; para conseguir mendrugos.
Qué les parece con respecto a algunas experiencias que tenemos hoy. Porque aquí tenemos un Estado que se puede decir que está colonizado. Colonizado. No le pertenecen ni las riquezas mineras, ni las riquezas petroleras, ni la pesca, con una parte de su territorio ocupado, etc. Entonces tenemos un estado de un país colonizado, donde el latifundio reina soberano. Ya tienen casi veinte millones de hectáreas de tierras los extranjeros. Especialmente en la provincia de la presidenta. Benetton tiene novecientas mil hectáreas entre Santa Cruz, Chubut, Río Negro y un poquito en la provincia de Buenos Aires. Ahora les van a dar en Río Negro trescientas veinte mil hectáreas a los chinos, y les van a dar en el Impenetrable, más de doscientas veinte mil hectáreas fiscales a una sociedad árabe; es una de las zonas más pobres de la Argentina, donde mueren más cantidad de niños desnutridos.
Entonces tenemos todos esos partidos del Credicoop – como dijo el Che: “antes había un partido que tenía un banco, ahora hay un banco que tiene un partido” -. Ese banco tiene varios partidos: tiene dos partidos comunistas y tiene el partido de Heller y el partido de Filmus. Todos esos que nos quieren convencer de que dentro de este Estado, con Cristina y compañía, nosotros vamos a poder resolver algunos problemas. Algunas reivindicaciones populares.
Yo quiero decir, para terminar, que ahora también está de moda el “socialismo del Siglo XXI”, que es un socialismo al que se llega sin la liquidación del viejo Estado. Como dice Iván Padilla Brown, un teórico venezolano “¿cuál es la característica principal de este socialismo del Siglo XXI?” Es “una alta cuota de amor”, que sería el ingrediente más importante del socialismo, y para eso se basa en algo que dijo el Che Guevara sobre que para luchar hay que tener amor a la humanidad. Bueno, en eso se basa. Las teorías de Portantiero forman parte de todos los programas de Ciencias Sociales y del CBC.
Aricó y Portantiero dicen que hasta 1848 el estado estaba controlado por las clases dirigentes, ahora no. Ni en el caso de Argentina con la Barrick Gold y el veto de la presidenta a la ley de glaciares. El caso de los pooles de siembra y los fideicomisos que no pagan impuestos. Uds. tienen un dinero ahorrado, lo ponen en un fideicomiso en un pool de siembra y no paga impuestos. Esos son los que controlan lo fundamental de la producción de soja hoy en la Argentina. Y todo viene con la teoría del tránsito pacífico que instaló el XX Congreso. Y ahora la trae acá Fidel Castro. Marx no sacó de su cabeza la teoría de la dictadura del proletariado. Él no habló de esto hasta que la Comuna de París y la propia práctica de los obreros, cuando tomaron el poder durante setenta días, lo demostraron. Engels dijo: “¿qué es la dictadura del proletariado?, miren la Comuna de París”.
Hoy tenemos mucho para estudiar, para las próximas experiencias de poder, pero tenemos una Revolución Cultural como guía. Durante diez años se luchó para impedir la restauración del capitalismo en China. Nosotros lo vimos con nuestros propios ojos. Uno entraba en una fábrica y había que abrirse paso entre los tatsibao, como llamaban ellos a esos carteles que podía escribir un grupo, o una sola persona diciendo lo que quisiera sobre lo que quisiera. Había millones y millones movilizados, y fueron derrotados. Pero como dijo Jorge Rocha, un querido dirigente nuestro que falleció hace poco, una cosa es cuando se es derrotado como cuando la Unión Soviética se transformó. Uno entraba allí y veía que estaba todo podrido y no podía explicarse qué pasaba. ¿Qué era lo que pasaba? ¿faltaba libertad? ¿faltaba la existencia real del partido? ¿algo en el estado? ¿la libertad de mercado? Y otra cosa es cuando uno durante diez años luchó y movilizó millones y millones para impedir que se restaure el capitalismo como hicieron en la Revolución Cultural y luego es derrotado. Porque entonces uno sabe por qué es derrotado. Y por eso hoy hay millones allí en China, entre otros lugares, millones y millones de maoístas.
Un gran aporte el de Rosa Nasiff, un gran aporte que yo les recomiendo a todos. Este libro yo se lo mostraba a un adherente a la presidenta. Porque la presidenta tiene también su interpretación de esto. Dice: “el socialismo ya no existe más, no hay izquierda ni derecha”. Por eso yo me reía cuando decían “va a ir al diálogo”. La presidenta dice “no, el centro de la política sigue siendo amigo y enemigo, y al enemigo hay que aplastarlo”. Como en la lucha agraria y después con los medios de prensa. Esa es para ella la esencia de la política, que como diría Chantal Mouffe, es agonal, que viene de agonía. Es la lucha en la que te va la vida y en la que siempre se busca vencer. Y entonces para enfrentar todo eso que hoy está “a la moda”, el libro de Rosa, es un libro imprescindible.