Las principales medidas de orden interno en estos primeros meses comenzaron con los ataques a los inmigrantes de origen musulmán, el prometido muro con México y un conjunto de medidas represivas contra los extranjeros que viven en Estados Unidos, como detenciones y deportaciones. Según un informe reciente, agentes de Agencia de Inmigración y Aduanas han detenido a más de 20.000 inmigrantes entre enero y mediados de marzo. Se agregaron disposiciones que amplían el poder a las fuerzas represivas, y medidas reaccionarias en el área de la educación (donde nombró a Betsy De Vos, favorable de la privatización de la enseñanza, al frente de la Secretaría de Educación).
En los últimos días Trump logró –tras un primer intento fracasado- en el Congreso media sanción a la derogación del sistema del sistema de salud conocido como Obamacare. Si logra que el Senado apruebe su ley de salud, el gobierno de Estados Unidos dejará sin cobertura a cerca de 14 millones de personas, según denuncian asociaciones médicas y de pacientes. El sistema de salud de Trump, además, restringe la atención pública en casos de aborto, y transfiere a los estados una gran cantidad de cuestiones de las que antes se hacía cargo el sistema federal.
Hace pocos días, Trump firmó otra de sus “órdenes ejecutivas”, por la cual permite que las congregaciones religiosas participen libremente en el apoyo a candidatos para las elecciones, y las exime de obligaciones como proveer de anticonceptivos a sus empleados. Varios sectores, incluso religiosos, han salido a denunciar que esto ataca la separación de la Iglesia y el Estado.
Una política belicista
El gobierno de Trump, con la promesa de “América primero”, busca restaurar a EEUU como potencia industrial, cerrando sus fronteras y buscando que los monopolios yanquis que llevaron sus plantas a los países con mano de obra más barata como México o China, las “repatríen”. En este sentido también Trump ha roto tratados internacionales como el acuerdo Transpacífico (TTP), y busca revertir el saldo comercial con China, altamente favorable a este país, a tal punto que China se ha transformado en el mayor acreedor de Estados Unidos.
Los monopolios petroleros se están beneficiando con la política gubernamental de despejarles “problemas” como el cuidado del medio ambiente reprimiendo a los originarios que se oponen a la construcción de oleoductos altamente contaminantes. Otro gran ganador es el llamado “complejo industrial militar” que se frota las manos con la política de expansión imperialista que pregona la actual administración.
La política exterior de Trump, que al principio apareció con sospechosas vinculaciones con el gobierno de Putin en Rusia y más enfrentado a China, tuvo distintas alternativas. En Siria se vio el límite de estos posibles acuerdos, con el ataque con misiles yanquis a una base militar del gobierno sirio, apoyado por Rusia. Trump ya le avisó a los gobiernos de Europa que hay que revisar los acuerdos de la OTAN, y que no va a pagar ni involucrarse en guerras en las que no estén en juego sus propios intereses. Son conocidas las declaraciones del presidente azuzando los enfrentamientos con Corea del Norte y el despliegue de tropas en Corea del Sur, así como sus halagos al fascista turco Erdogan.
Una reciente derivación de los postulados en política exterior de Trump es el despido del director del FBI, James Comey, quien estaba avanzando en la investigación de las vinculaciones del equipo de Trump con el gobierno de Putin. Recordemos que estos “extraños lazos” como los describe la prensa burguesa, ya le costaron el puesto al general Michael Flynn como asesor de Seguridad Nacional. Flynn se había reunido con el embajador ruso antes de asumir Trump la presidencia.
Miles en las calles contra Trump
La lucha popular en Estados Unidos no cesa. Todos los días hay manifestaciones de distintos sectores (estudiantes, afroamericanos, musulmanes, mujeres, ambientalistas, entre otros). A fines de abril se llevó a cabo la “marcha de la ciencia” en Washington y otras 250 ciudades motorizada por cientos de organizaciones científicas, ambientalistas y de derechos humanos de todos los grupos étnicos. Decenas de miles marcharon contra las medidas de Trump que restringen el control del cambio climático, autorizando la expansión de industrias como la minería y la petrolera, sin detenerse en el impacto ambiental sobre las poblaciones. El 29 de abril –al cumplirse los 100 días de Trump- hubo nuevas actividades, como la “marcha de los pueblos”, también multitudinaria. El 1° de Mayo las concentraciones se centraron en el reclamo de los derechos de los trabajadores inmigrantes, con consignas como “sin manos no hay cosecha”, en algunas zonas agrícolas. Hubo represión en algunas ciudades. El 4 de mayo Trump fue recibido con un masivo cacerolazo en Nueva York, en el que confluyeron distintos sectores.
Como remarcan distintos sectores opositores y de izquierda en Estados Unidos, centenares de miles de personas se han movilizado entre los últimos días de abril y los primeros de mayo, mostrando un crecimiento del descontento frente al gobierno de Donald Trump.