El reciente lanzamiento del satélite de comunicaciones ArSat-1 es un paso importante en el desarrollo tecnológico nacional, y una demostración práctica de la capacidad de técnicos, científicos y la industria aeroespacial argentina. Cuando llegue a su posición, el ArSat-1 estará en condiciones de brindar servicios de Internet y telefonía celular y transmitir señales de TV a todo el territorio nacional y países limítrofes. El satélite fue resultado de 7 años de trabajo con una inversión de 270 millones de dólares.
El ArSat-1 no nació de un repollo, ni la industria y tecnología espacial nacional es el producto de “la década K”, como lo presenta la presidenta. Por el contrario, limitaciones que aún persisten en la industria aeroespacial tienen mucho que ver con las limitaciones que le impone el gobierno kirchnerista.
Después de varios años de trabajo, el 4 de noviembre de 1996, hace casi 18 años, fue lanzado el primer satélite argentino, el SAC-B, desarrollado por la Conae y construido por Invap (empresa mixta del Estado nacional y la provincia de Río Negro). El impulsor del proyecto, un gran científico, fue Mario Gulich, cuyo nombre preside el Museo Aeroespacial. El proyecto del SAC-B estaba vinculado a proporcionar una doble utilización del proyecto Cóndor 2: misil para la defensa nacional, y vector para el lanzamiento de satélites (incluyendo la posibilidad de un acuerdo con Brasil en la materia).
La presión anglo-yanqui, y los convenios de desarme firmados por Menem con Inglaterra (cuando Néstor Kirchner presentaba a Menem como “el mejor presidente de la historia”) llevaron al desguace y la entrega del Cóndor 2, y a discontinuar el desarrollo de la tecnología satelital y de vectores.
Esa política antinacional limitó los avances tecnológicos por mucho tiempo. Pese a todo, luego del SAC-B, hubo otros satélites: el Nahuel 1-A (enero de 1997), el SAC-A (14 de diciembre de 1998), el SAC-C (21 de noviembre de 2000), el PADE (6 de diciembre de 2001) y el Pehuensat-1 (10 de enero de 2007).
Todavía hoy, los logros del ArSat-1, con ser significativos, están condicionados por las limitaciones que impone la dependencia en un terreno en donde la misma tecnología puede ser usada tanto en el terreno “civil” como en el militar. Así, el instrumental del satélite habría sido provisto, según la información pública, por las empresas europeas Thales Alenia y Astrium, y su lanzamiento fue realizado por el vector francés Arianne, porque cumpliendo los tratados de desarme firmados por Menem no contamos con un vector propio.
Como se ve, la historia aeroespacial no comienza con Néstor y Cristina K. Plantearlo así es negar y rebajar el esfuerzo de técnicos y científicos como Gulich y tantos otros de la Conae, Invap, Cnie, Citefa, y otros organismos. Por el contrario, Néstor y Cristina K apoyaron las limitaciones estructurales puestas al desarrollo aeroespacial por el menemismo, parte de las cuales siguen recortando las posibilidades nacionales.