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26 de October de 2010

Publicamos la última parte de una conversación con los camaradas Agustín Funes, secretario del PCR de Córdoba, y la Gringa, integrante del Comité Zonal, sobre el proceso de los trabajadores de la alimentación de Córdoba.

Los obreros nos abrieron la puerta desde adentro

Hoy 1341 / La experiencia de Arcor Córdoba (nota 4 de 4)

Con esta nota culminamos una serie de entrevistas destinadas a dar a conocer aspectos del proceso de los trabajadores de la alimentación de Córdoba, que este año protagonizaron un conflicto de 28 días que rompió los topes salariales en el gremio, y marcó un camino al conjunto del movimiento obrero. Nuestros entrevistados esta vez fueron el secretario del PCR de Córdoba Agustín Funes, histórico dirigente del Smata Córdoba que dirigiera René Salamanca, y la compañera Gringa, integrante del comité zonal del PCR. Aquí nos resumen aspectos claves del conflicto, y algunas conclusiones.
La Gringa, retomando temas que publicamos en el número anterior (ver hoy 1340), cuenta que hubo un salto en la relación de la CCC y el PCR con los trabajadores “a partir del conflicto agrario del 2008, porque en Caroya o en Totoral podés ver al padre llevar a su hija a trabajar a la fábrica en una cuatro por cuatro, y es que es un chacarero. Muchos obreros de estas fábricas han sido obreros rurales, o son hijos de chacareros, de campesinos pobres. Con la visión trotskista dirías ‘es una fábrica de los sojeros’. Esos obreros discutieron mucha política, por eso cuando se generaron las condiciones, pudieron analizar las idas y vueltas de la situación política”.

El conflicto
El compañero Funes afirma: “Nosotros trabajamos para este conflicto. Se percibía, no porque estuvieran haciendo la revolución dentro de la fábrica, sino porque los obreros tenían que cambiar su situación”. Porque “los trabajadores llegan a comprender que van a necesitar una revolución para resolver sus necesidades, desde su práctica. Primero eligieron un delegado, luego otros 7, después se juntaron con los delegados de las otras fábricas, y allí se fueron al gremio ¿y con qué se encontraron? Con que el gremio les puso la policía para no dejarlos pasar. Ahí pasaron a querer sacar a esos tipos de ahí, ‘porque el sindicato es nuestro’.”
Durante el conflicto hay varios elementos para destacar, cuenta Funes: “Los obreros bajan la producción. Es una forma de lucha exitosa, porque el patrón tiene que pagar lo mismo, y vos le sacás la mitad de la producción. Es una medida de acción directa que empieza con un riesgo, con la masa dividida porque tiene un patrón fuerte. Pero cuando ve que tiene las 8 horas pagadas, se fortaleció. Además, los compañeros del turno que entraba, llegaban dos horas antes y cortaban la ruta”. Agrega la Gringa: “La bajada de la producción es una forma de disputar el control de la producción en el terreno de una fábrica que no es una recuperada. Hoy no decide el patrón, decido yo”.
Para Funes: “Una particularidad de Arcor es que a estos obreros los une una ruta nacional, y todas las acciones se coordinaban en función de esto. Nuestra línea siempre fue proponer cosas, pero para que ellos protagonicen. Así fue con el fondo de huelga, por ejemplo. Los compañeros lo toman, y ven que con eso pueden autosostenerse, es una forma de organización propia que les permite seguir peleando. Esta corriente que se va ensanchando, para entender que hay un Estado que tiene que destruir, tiene que ir generando cuestiones mínimas de un Estado propio. Salen con gomeras, y les tiran con balas de goma. Ahí sacan dos conclusiones. Por un lado que con las gomeras no alcanza, a la vez, ya la policía no se puede acercar como antes.
“Acá viene la diferencia entre un revolucionario y un trotskista. Para un revolucionario, no hay nada mejor que ver cómo los trabajadores hacen suyas estas cuestiones, la lucha, la necesidad de organizarse, quienes son los enemigos… para un trotskista lo importante es subirse a la cabeza del obrero y decir ‘esto es gracias a mí’.
“Este debate se dio en concreto cuando apareció el PTS con $5 mil. Muchos pensaron, ahora la Corriente se tiene que poner con $10 mil. Pero nosotros planteamos que había que organizarse para ir con la alcancía a otras fábricas, facultades, etc. Cuando le agarraron el gusto, no los parabas más. Venían al corte y contaban cómo los estudiantes los dejaban hablar en los cursos. Ahí sentían que existían, y eso les daba fuerza”.
Agrega la Gringa: “No es fácil ver que los obreros tengan tan claro el enemigo; pintaban ‘Arcor=negocios K’. Esto ayudó en momentos difíciles, que se podía quebrar la lucha, como cuando llegó la quincena y no cobraron”.
“Hay un momento en que la mujer toma conciencia que es obrera, no sólo una mujer que va a la fábrica a trabajar y después se vuelve a la casa a atender a los chicos –reflexiona Agustín-. Es el momento en que rompe con que es ella sola, por más bronca que pueda tener. Al estar junto a las otras, cortando la ruta, marchando, en las asambleas, ve que no puede seguir sola. Entonces llega a la casa y dice: ‘boletas de gas, de luz, esperen, estoy en esto’. Estaban muy plantados, porque habían logrado reconocer su propia fuerza”.
Y concluye la Gringa: “Este conflicto mostró también que hubo compañeros que, sin ser clasistas, tuvieron que hacer cosas del clasismo. Nosotros nos dimos una línea para trabajar con ellos, no fuimos sectarios. Porque también estaban los clasistas que querían avanzar más. Se dieron debates que no se dan todos los días en el movimiento obrero. Se unieron los sectores reformistas con los clasistas del cuerpo de delegados. La gente salió. Y no es que sale de una vez y para siempre. La gente sabe que tiene que conseguir más, y empieza a pensar cómo lo va a hacer”.

No fue sólo una lucha
El camarada Funes nos dice: “La primera conclusión es que trabajamos para que suceda lo que sucedió. Lo que pasó no fue sólo una lucha. Nosotros tenemos una línea y un camino de acumulación. Esta experiencia muestra también lo acertado de la línea de masas, y que se puede desarrollar en el movimiento obrero, lo que estaba en debate entre nosotros. Tenemos que profundizar este camino, y eso no es una decisión mecánica: ¿esto tiene una sola puerta de entrada? No. Lo que vale es la decisión de entrar, y ahí sirven todas las puertas.
“La fábrica te cierra la puerta, y ¿cómo hicimos para entrar? Fuimos a las casas de los obreros, para entrar con ellos. Ellos nos abrieron la puerta. Así pasó en Perdriel. Y la abren desde adentro. La corriente existe dentro de las fábricas, pero el patrón no te quiere dejar entrar, porque sos su enemigo. ¿Y para qué entrás? ¿Para decir yo quiero ser mejor que aquel o para ver cómo derrotamos al enemigo? El tema es que tenés que ir, después puede ser con una encuesta a la casa, o con un campeonato de fútbol. Tenés que ser perseverante en ir a la puerta de la fábrica, pero con cosas que pasan adentro, y con una base política. ¿Cómo hace el análisis de la política el obrero que recibe un volante? Sobre lo que les pasa a ellos. Estos dicen que el gobierno favorece a los patrones, y nos jode a nosotros. Porque lo primero que tiene que definir el obrero es si el gobierno es favorable a ellos, o es contrario a ellos.
“Este proceso, en el que pasaste de que te pregunten ¿para qué es? Hasta el “hola, ¿cómo está?”, tiene nombre propio, que es el conflicto de 28 días, y el 35% de aumento. Y no es nuestro nombre, sino una línea que ayudó a que puedan sostener esa lucha. Esto es el mejor homenaje que le podemos hacer a Antonio [César Gody Alvarez] y a René, en momentos tan difíciles para el movimiento obrero, que viene de una tremenda desocupación, y quiere conservar el puesto de trabajo”. n