La socialdemocracia considera el parlamentarismo (la participación en las asambleas representativas) como uno de los medios para ilustrar, educar y organizar al proletariado como partido de clase independiente, como uno de los medios de lucha política por la liberación de la clase obrera.
Esta concepción marxista separa resueltamente a la socialdemocracia, de una parte, de la democracia burguesa y, de otra, del anarquismo.
Los liberales y radicales burgueses ven en el parlamentarismo el método “natural” y el único normal, el único método legítimo para regentear los asuntos fundamentales del Estado en general, niegan la lucha de clases y el carácter de clase del moderno parlamentarismo.
La burguesía trata, con todas sus fuerzas y por todos los medios posibles, aprovechando cuantas ocasiones se le brindan para ello, de poner vendas sobre los ojos de los obreros para que no vean que el parlamentarismo es un instrumento de la opresión burguesa, para que no se percaten del significado real e históricamente condicionado del parlamentarismo.
Los anarquistas, por su parte, no aciertan tampoco a enjuiciar el parlamentarismo en cuanto a su función históricamente determinada y rechazan en términos generales este medio de lucha.
De aquí que los socialdemócratas rusos combatan resueltamente tanto el anarquismo como la tendencia de la burguesía a poner fin a la revolución lo antes posible por medio de un pacto con el viejo poder del Estado, sobre la base del parlamentarismo.
Los socialdemócratas supeditan toda su actividad parlamentaria, incondicionalmente y sin limitación, a los intereses generales del movimiento obrero y a las tareas específicas del proletariado en la actual revolución, en la revolución democrático-burguesa. (…)
¿Qué conclusión se desprende de lo anteriormente dicho, en cuanto a los pactos electorales? En primer lugar lo siguiente: nuestra tarea más importante y decisiva es el fortalecimiento de la conciencia de clase y de la organización independiente de clase del proletariado, como la única clase realmente revolucionaria, como el único posible dirigente de la revolución democrático-burguesa victoriosa.
Nuestra tarea general más importante es, por tanto, la de asegurar una política de clase independiente en toda la campaña electoral y en toda la campaña a la Duma. Lo cual no significa que rechacemos otras tareas, tareas parciales, pero subordinándolas siempre a esta tarea, que es la más importante de todas, y poniéndola en consonancia con ella.
Esta tesis general, confirmada tanto por la teoría del marxismo como por toda la experiencia de la socialdemocracia internacional, es la que debemos tomar incondicionalmente como punto de partida. (…)
En modo alguno ni bajo ninguna clase de condiciones deberán nuestros apoderados y compromisarios socialdemócratas silenciar nuestras metas socialistas, nuestra posición como partido proletario, condicionada estrictamente por razones de clase.
Pero, no basta con emplear a cada paso la palabra “clase”, para demostar que el proletariado es la vanguardia en la actual revolución. No basta con exponer nuestra doctrina socialista y la teoría general del marxismo, para demostrar que el proletariado desempeña el papel dirigente.
Además de esto, hay que saber poner de manifiesto en la práctica, al estudiar los problemas candentes de la actual revolución, que los miembros del partido obrero defienden los intereses de su triunfo total de un modo más consecuente, más certero, más resuelto y más inteligente que todos los demás partidos. Es esta una tarea nada fácil, por cierto, y el prepararse para cumplirla constituye el deber más importante y más noble de cuantos socialdemócratas intervienen en la campaña electoral. (…)
Debemos encontrar el modo de hacer comprensibles los problemas del socialismo y los problemas de la actual revolución rusa sin retóricas ni griterío, con hechos y números en la mano. Y, al hacerlo, se destacarán por sí mismos en el primer plano los dos problemas fundamentales de la revolución: el problema de la libertad y el problema de la tierra. (…)
Debemos utilizar la campaña electoral para organizar la revolución, es decir, para organizar al proletariado y a los elementos realmente revolucionarios de la democracia burguesa. Tal es el contenido positivo que debemos esforzarnos en dar a toda la campaña electoral y, en particular, a la concertación de pactos parciales con otros partidos.
(Extractado de Lenin: Los revolucionarios y los pactos electorales, Cuadernos de difusión del marxismo-leninismo-maoísmo, N° 200).