– A muchos argentinos nos fue difícil orientarnos y tomar una posición correcta aquél 2 de abril de 1982. Veníamos de una lucha antidictatorial prolongada y de ser salvajamente apaleados, tres días antes, en las manifestaciones populares del 30 de marzo convocadas por la CGT, en las que hubo muertos y centenares de detenidos. No era fácil aceptar que los dictadores estaban conduciendo una guerra patriótica. ¿Qué evaluación hizo la dirección del PCR en esos días para asumir una posición de apoyo al desembarco en las Malvinas?
– Ciertamente era una situación política compleja. La dictadura venía resquebrajada después del fracaso de su intento de agresión contra Chile y por todas las luchas populares, obreras y campesinas de que hemos hablado. Y las manifestaciones del 30 de marzo conmovieron verdaderamente a la dictadura.
Al producirse el desembarco nosotros entendimos que la contradicción principal había cambiado. Es decir, que esa contradicción ya no era la que oponía a todo el pueblo contra la dictadura, sino que pasaba a ser la contradicción entre la nación argentina y el imperialismo inglés. Como enseña Lenin, no debíamos valorar los acontecimientos desde el punto de vista de la democracia formal, sino desde el punto de vista de la lucha contra el imperialismo ante una guerra de agresión. Desde esta óptica, estábamos ante una guerra nacional contra el imperialismo, una guerra justa, y esto no dependía de quién había empezado la guerra sino de su carácter de clase. Y en la época del imperialismo este carácter de clase no puede separarse del análisis que divide a la humanidad entre un puñado de países explotadores e imperialistas y una mayoría de países oprimidos dependientes como es el caso de la Argentina. Esto no significa olvidar u ocultar los problemas políticos y sociales, porque la clase obrera enfoca una guerra nacional desde su punto de vista y con su propio programa, como hicimos durante aquellos acontecimientos. El poder estaba en manos de una dictadura oligárquica y proimperialista, y los argentinos tuvimos que decidir en una situación semejante a la de 1806 y 1807 cuando las invasiones inglesas.
Vivíamos oprimidos entonces por el virreinato colonial español y al pueblo tuvo que decidir en ese momento cuál era su enemigo principal, por encima del carácter tiránico del gobierno de turno. En plena guerra, el CC del PCR del 29 de mayo alertó que “ni desde la Junta Militar, ni desde las mayorías de las direcciones sindicales y políticas se empuja realmente la organización de las masas para la guerra. Además, la quintacolumna proyanqui y prorrusa bloquea esa organización. Si la resistencia sólo es sostenida por las Fuerzas Armadas con el apoyo pasivo del pueblo fracasará, porque el enemigo es muy poderoso”. Y frente a una propuesta de carácter oportunista de Montoneros, del PC y de Vanguardia Comunista que planteaba un gobierno de emergencia, dejando difusa la cuestión de la lucha contra la agresión inglesa, nosotros planteamos que estábamos dispuestos “a compartir las responsabilidades de un gobierno de Frente Unico Antiinglés que asegure el triunfo de la guerra en curso. Sobre la base de un ascenso del movimiento patriótico de masas y una crisis política que rompa el frente dictatorial de las clases dominantes, creemos que puede ser posible un tal tipo de gobierno de Emergencia Nacional”. Y aprobamos un documento con diez puntos para ganar la guerra antiinglesa. Esa fue la posición global del partido.
Nuestros militantes se enrolaron como voluntarios y tratamos de movilizar a fondo durante aquellos días. Se formaron comités, sobre todo de Bahía Blanca hacia el sur; porque la guerra era una cosa en la Patagonia, y otra cosa en el norte. Nuestras compañeras empujaron la organización de las mujeres, que en esos días dieron un ejemplo muy grande de patriotismo y de organización de masas.
El pueblo tuvo primero una actitud cautelosa; porque veníamos de la lucha del 30 de marzo y había un odio muy grande acumulado contra la dictadura, pero después se volcó a un apoyo total que estremeció a la Argentina. Yo verdaderamente no conozco y creo que nadie puede hacer conocido en la Argentina una movilización mayor que la que se vivió con motivo de la guerra de las Malvinas, que conmovió desde los colegiales de primer grado hasta a los ancianos. Algunos consideran que éste fue un derroche de entusiasmo popular, pero no fue así, nunca es así. El pueblo aprendió muchas cosas con motivo de la Guerra de Malvinas que luego se ha tratado de que las olvide; pero las aprendió.
Además, la Playa de Mayo, de la que las Madres no habían podido ser expulsadas y continuaban realizando sus rondas los días jueves, se llenó de pueblo, y el pueblo ya no pudo ser desalojado más de la Plaza de Mayo. A partir de ese momento comenzó el principio del fin de la dictadura, pero no porque ésta sufrió un colapso como resultado de la derrota bélica o por causa de sus contradicciones internas, sino porque el pueblo que protagonizó esa guerra ya no abandonó más las calles y las plazas de la República.
Se generó una oleada que creó las condiciones para el retiro de la dictadura. Después del golpe del 15 de junio de 1982 se juega el turno dictatorial de Bignone-Reston, quienes negociaron una salida electoral acordada con los sectores de la Multipartidaria, etc., pero ya los acontecimientos siguieron un rumbo imparable.
– ¿En el caso que se hubiese podido canalizar la voluntad de lucha popular, dirigiéndola con ese gobierno que ustedes proponían, hubiera sido posible cambiar el curso de la guerra?
– Entiendo que sí se podía cambiar. La dictadura entendió el desembarco en las Malvinas como un paseo en el que se obligaba a irse a los ingleses. Confiaron en el veto soviético, sin tener en cuenta que los soviéticos mantienen disputas sobre islas estratégicas con otros países, y que por ende no querían dejar esto de precedente. También pesó la decisión de la República Popular China, que se abstuvo en esa reunión del Consejo de Seguridad, con la diferencia respecto de la URSS que posteriormente apoyó sin tapujos la soberanía argentina en las Malvinas. Pero en primer lugar era necesario conseguir una solidaridad firme de los países de América Latina y de los países del Tercer Mundo. América Latina se conmovió con un sentimiento antiyanqui y anticolonialista profundo, lo mismo que los países árabes, en solidaridad con la guerra argentina y con la lucha heroica que libraron nuestras tropas en condiciones extremadamente desfavorables, con proezas como el hundimiento de una parte importante de la flota inglesa.
Hay que tener en cuenta que fue una de las pocas guerras donde se peleó contra las armas más modernas de la primera potencia de la tierra, que son las de los yanquis, puesto que los ingleses fueron apoyados por los yanquis.
Otro problema fundamental es que se siguió el camino inverso a una guerra nacional. Porque se debió haber nacionalizado las estancias de propiedad inglesa, los bienes de las compañías británicas y no pagar la deuda externa con Gran Bretaña. Además, gran parte del resto de la deuda externa argentina está anotada en Londres, y esa cesación de pago hubiese sido una posición muy firme para obligar a tomar posición a una serie de países capitalistas que oscilaban, demostrando la voluntad argentina de luchar hasta el fin.
La Argentina pudo haber llevado a las islas tropas con experiencia y no conscriptos, muchos de los cuales todavía no habían terminado el curso de preparación militar porque recién se habían incorporado. Muchos de ellos eran de zonas cálida, y no estaban habituados a luchar en las condiciones de las Malvinas.
Yo entiendo que sí se podía cambiar el resultado de la guerra si se la entiende como una lucha prolongada que hubiera conmovido a toda América. No hay que olvidar que si los yanquis jugaron un rol hipócrita y hasta vacilante fue porque se encontraron ante la posibilidad de una hoguera en su “patio trasero”.
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Discurso de Otto en el Luna Park, 40 aniversario del PCR, 2008.
Estamos seguros de que nuestra lucha va a triunfar
“Las nuevas generaciones de combatientes tendrán que buscar y encontrar los caminos propios de cada país para el triunfo de la revolución. No hay una receta. Pero eso sí: mientras tengan como guía el marxismo-leninismo-maoísmo como la brújula, les va permitir, en definitiva, triunfar. Nosotros estamos seguros de que nuestra lucha va a triunfar. Creemos en lo que dijo Mao: la lógica de los oprimidos es luchar, fracasar, para volver a luchar, volver a fracasar, y así hasta triunfar. Y nosotros, con la misma convicción con que fundamos el Partido Comunista Revolucionario hace 40 años, decimos que habrá nuevas revoluciones triunfantes, que el imperialismo va a ser derrotado, y que en definitiva el comunismo triunfará mundialmente. Por eso, compañeros, ¡Viva el internacionalismo proletario! ¡Viva el comunismo! ¡Viva el Partido Comunista Revolucionario!”
Hoy N° 1900 09/02/2022