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01 de April de 2014

El 2 de abril de 1982 fueron recuperadas para la soberanía nacional las Islas Malvinas y demás archipiélagos australes. La bárbara agresión del imperialismo inglés contra nuestro país impuso a la Argentina una guerra nacional que duró hasta el 14 de junio de ese año.

¡Malvinas volveremos!

A 32 años de la recuperación de las islas

La Guerra de Malvinas conmovió profundamente al pueblo argen-tino. Apareció claramente para las masas que Argentina es un país dependiente con parte de su territorio sometido a dominio colonial, y que es un país disputado por las potencias imperialistas. La comunidad europea nos impuso un boicot económico y dio apoyo militar a Gran Bretaña; EEUU apoyó la agresión inglesa. La URSS no vetó en la ONU la propuesta inglesa, y suspendió luego la compra de nuestros productos agropecuarios presionando por concesiones a cambio de una ayuda que nunca se materializó. China también se abstuvo en el Consejo de Seguridad. Sólo contamos con el apoyo y la colaboración militar de los países oprimidos, en particular, de Perú, Panamá, Cuba y Venezuela. La causa de Malvinas se transformó en una causa latinoamericana y tercermundista.
 
Una guerra nacional
La guerra de Malvinas fue una guerra justa desde el punto de vista nacional, desde el punto de vista de la contradicción del mundo entre los países imperialistas opresores  y los países oprimidos. La Argentina se atrevió a levantarse en armas para recuperar un pedazo de su territorio en manos del imperialismo inglés.
El poder estaba en manos de una dictadura proimperialista pero, como en 1806 y 1807 con las invasiones inglesas –cuando vivíamos bajo el poder virreinal español–, el pueblo supo ubicar a su enemigo principal, por encima del carácter tiránico del gobierno y de las pretensiones de la dictadura militar de utilizar la guerra de Malvinas para perpetuarse en el poder.
Miles de jóvenes combatientes, civiles, soldados, suboficiales y oficiales patriotas, enfrentaron la agresión imperialista inglesa: 649 patriotas dieron la vida regando con su sangre nuestras islas y mares adyacentes. Las masas protagonizaron la mayor movilización del siglo 20, tomaron conciencia de que éramos un país dependiente, que interesaba a las potencias imperialistas por su posición estratégica en el Atlántico Sur y su proyección antártica, y que solo tenía como amigos a las naciones oprimidas, sus pueblos y la clase obrera mundial.
Quienes pelearon con patriotismo vieron malograr su empeño por una dictadura que era instrumento del sistema de sometimiento nacional y la dominación oligárquica. La unidad nacional contra la agresión imperialista exigía medidas firmes contra el agresor (nacionalización de las estancias inglesas, los bienes de las compañías británicas y no pagar la deuda externa con Gran Bretaña), junto a la más amplia y profunda movilización del pueblo para que éste tomase en sus manos la defensa de la patria, creando las condiciones para una defensa nacional basada en las mejores tradiciones de la independencia nacional frente a España y las dos primeras invasiones inglesas: pueblo y nación en armas.
 
Desmalvinización y ofensiva inglesa
Producida la derrota el 14/6/82 se desató una campaña de desmalvinización tendiente a borrar los sentimientos que emergieron en las grandes masas. Los soldados combatientes fueron silenciados y arrojados al abandono. Libraron largos años de lucha para que se reconocieran en parte sus derechos: su reconocimiento histórico, una pensión digna y la atención adecuada de su salud y la de sus familiares. Pese a los progresos, estas siguen siendo una grave falencia que produjo ya centenares de suicidios de ex combatientes y de sus familiares.
Gran Bretaña no ha cesado de dar pasos para consolidar su dominio colonial en nuestros territorios y mares. Tiene el apoyo de la Unión Europea que en diciembre de 2007 firmó el “Acuerdo de Lisboa”, en el que se reconoce la soberanía británica sobre los territorios de Malvinas, Georgias, Sándwich, archipiélagos australes y Sector Antártico Argentino, bajo la denominación de “Territorios Británicos de Ultramar asociados a la Unión Europea”. 
En Malvinas, los británicos instalaron la Base Monte Agradable, la base militar más importante en América del Sur con 1.500 hombres, aviones, misiles, barcos y submarinos nucleares. Una base desde donde se puede alcanzar cualquier punto de Suramérica, se enlaza con el sistema militar de la Islas Ascensión, Santa Elena, Tristán Da Cuna, un sistema tendiente a garantizar el control de Gran Bretaña-OTAN y EEUU sobre todo el océano Atlántico.
 
La política kirchnerista sobre Malvinas
El gobierno instaló la cuestión de la soberanía argentina en Malvinas en la agenda política nacional, latinoamericana y mundial. Llevó el reclamo al Mercosur, la Unasur y otros foros latinoamericanos que ratificaron el apoyo de los países hermanos; a la Asamblea General de la ONU, su Consejo de Seguridad y la Comisión de Descolonización (con una posición correcta de no negociar con los kelpers). Denunció al gobierno inglés por incumplimiento de 40 pronunciamientos de la ONU y su armamentismo en el Atlántico Sur. Denunció el saqueo colonialista del petróleo en Malvinas y amenazó a las empresas involucradas. Además, recogió los reclamos de movimientos patrióticos sobre la presentación de los derechos argentinos sobre las 350 millas de plataforma submarina en el Atlántico Sur. Mejoró los beneficios económicos de los veteranos; reivindicó el sentimiento patriótico que guió a los soldados, excluyendo de ese mérito a los suboficiales y oficiales que combatieron.
Son hechos importantes en relación a la política de humillación nacional que siguió a la derrota de Malvinas, y luego con Alfonsín, Menem y De la Rúa. Esas posiciones y gestos fueron un cambio en relación a la política que siguieron Néstor y Cristina Kirchner durante el gobierno del laborista Tony Blair en Gran Bretaña, cuando Néstor Kirchner viajó a Londres a la reunión de líderes de “la tercera vía”, y calificó de “infame agresión” la recuperación de Malvinas, en el periódico inglés The Guardian; y Cristina Kirchner elogiaba al primer ministro inglés.
El imperialismo inglés produjo nuevos hechos que agravaron la situación colonial en el Atlántico Sur, con graves consecuencias, además, para los derechos argentinos sobre la Antártida. Amplió la zona marítima en torno a Malvinas, decretó una zona de exclusión “ecológica” alrededor de Georgias de más de 1.000.000 km2; avanzó sobre el petróleo en torno a Malvinas, y presentó el reclamo de 5 millones de kilómetros cuadrados en el Atlántico Sur. 
Frente a estas nuevas agresiones inglesas, el gobierno K ha respondido con discursos y gestos políticos o diplomáticos. No llevó a votación en la Asamblea General de la ONU la cuestión Malvinas, siendo que existe una amplia mayoría favorable a la Argentina. Se niega a denunciar los Acuerdos de Madrid (con su nefasto “paraguas de soberanía”, con el que se puede negociar cualquier cosa menos la soberanía, y subordina la defensa nacional al control británico); mantiene vigente la Ley de Garantía a las inversiones británicas, etc. El gobierno nacional mantiene en los hechos una política de indefensión nacional, acorde con los Acuerdos firmados por Menem con los ingleses, y el “pacto extra OTAN” con los yanquis. 
Además, la presidenta considera un mérito de su gobierno las buenas relaciones con los capitales ingleses en la Argentina, pese a que muchos de ellos están estrechamente ligados al aparato estatal colonialista inglés y a los grupos económicos que operan la explotación petrolera en Malvinas: el magnate inglés Lewis y su aeropuerto en Puerto Lobos, Río Negro; la petrolera British Petroleum, propietaria de un 60% de Pan American; los bancos Barclays y (parcialmente el HSBC), mineras como la Barrick, etc. Expropiar a esos grupos es, hoy, el principal instrumento para responder a las provocaciones inglesas y forzar una negociación sobre la soberanía en Malvinas, el Atlántico Sudoccidental y la Antártida. Una ley nacional, aprobada por unanimidad en el Congreso, plantea sanciones que llegan a la expropiación de las empresas que operen en Malvinas y sus aguas territoriales. El gobierno no la aplica, ya que éste no es un gobierno antiimperialista, ni siquiera verdaderamente antiinglés. 
Por otra parte, en el debate abierto sobre la Guerra de Malvinas, el gobierno niega su carácter nacional, siguiendo la línea desmalvinizadora de las clases dominantes después del 14/6/82. 
El argumento de que fue una guerra “de la dictadura”, que usa Cristina Kirchner como la utilizó Thatcher en 1982, se contradice con los hechos: el apoyo popular, latinoamericano y del Tercer Mundo fue lo que estimuló el patriotismo de los veteranos para enfrentar la nueva invasión del imperialismo inglés; y fue la desastrosa conducción política y militar de la dictadura (que cualquier reglamento militar calificaría de traición a la patria), lo que dilapidó el patriotismo de los veteranos y condujo a la derrota. Esa descalificación del carácter nacional de la Guerra de Malvinas niega el heroísmo patriótico de los veteranos que enfrentaron con las armas al imperialismo que coloniza nuestras islas y aguas en una extensión mayor a la del territorio nacional continental.
A los 32 años de la heroica gesta, desde el PCR y el PTP seguimos exigiendo: Ruptura de los acuerdos de Madrid con Inglaterra sobre Malvinas y los acuerdos extra OTAN con Estados Unidos.