Manuela Sáenz, educada por monjas en la austeridad de un claustro, fue una librepensadora. Fue la mujer más amada por Bolívar. Se conocieron en 1822, y ella dejó a su marido el Dr. James Thorne. Durante siete años compartió la gloria y las penurias del Libertador, mientras su marido no dejaba de intentar reconquistarla.
Manuela Sáenz, educada por monjas en la austeridad de un claustro, fue una librepensadora. Fue la mujer más amada por Bolívar. Se conocieron en 1822, y ella dejó a su marido el Dr. James Thorne. Durante siete años compartió la gloria y las penurias del Libertador, mientras su marido no dejaba de intentar reconquistarla.
Divulgamos parte de una carta de Manuela a su ex, porque contiene valoraciones sobre la libertad de las mujeres, ironías sobre los ingleses, y describe aspectos filosóficos que sustentaron el aporte de muchas mujeres a la causa de la independencia.
Le escribe a su ex esposo “No más, hombre por Dios… Yo se que nada puede unirme a él bajo los auspicios de lo que Ud. llama honor. No soy menos honrada por ser él mi amante y no mi marido, yo no vivo de las preocupaciones sociales inventadas para atormentarse mutuamente. Con Ud. en el cielo nos volveremos a casar, allá será a la inglesa, porque la vida monótona está reservada a su nación, en amores digo, pues en lo demás quienes más hábiles para el comercio y la marina que Uds. El amor sin embargo les acomoda sin placeres, la conversación sin gracia, y el caminado, despacio, el saludar con reverencia, la chanza sin risa son formalidades divinas, pero yo soy una miserable mortal, que me río de mi misma, y de estas seriedades inglesas. Formalmente y sin reírme, con toda seriedad, verdad y pureza de una inglesa le digo que no me juntaré más con Ud. no, no y no… Ud. es anglicano y yo atea, es el más fuerte impedimento religioso, yo estoy amando a otro, éste es también un impedimento religioso… Su amiga… Manuela”.
En general el papel de las mujeres en la guerra de la independencia está subestimado hasta nuestros días, pero sobre todo se desestima la base filosófica que llevó a estas mujeres a enrolarse en el bando patrio, donde a veces encontraron posibilidades de actuar según sus sentimientos, de ser respetadas incluso en la acción militar, como fue el caso de Manuela Sáenz.
No se sabe si Bolívar era ateo, pero por la índole de esta carta es evidente que tener una amante atea no le resultó obstáculo alguno.
Manuela leía a Tácito y a Plutarco, era una apasionada de Cervantes y una estudiosa de la historia de América.
Le salvó la vida varias veces a Bolívar, y cuando éste murió, se retiró a una playa sobre el Pacífico, lugar donde fue visitada por Garibaldi y otros patriotas italianos.
A ella se debe el testimonio sobre la frase de Bolívar en su lecho de muerte… “Hemos arado en el mar”. Cierta o inventada esta frase, lo mismo da, el Libertador había sido derrotado por las fuerzas de la reacción criolla, y las ententes europeas, que querían la atomización de América.
Los lectores que quieran leer la carta en su totalidad, pueden poner en un buscador de Internet el nombre completo de Manuela y el de su esposo el médico inglés. Vale la pena leerla completa.