“…He visto allá como funciona un gobierno para el pueblo. Y cómo ese gobierno en tres años ha transformado una nación antes sojuzgada, sucia y desdichada, en una nación libre, limpia (física y moralmente) y feliz. Muchas veces recordé allá a nuestros indios –a los del norte argentino y a los del altiplano andino, a los mexicanos– y al comparar su situación a la de los chinos de hoy, la pena y la esperanza se mezclaron en mi corazón. La pena por cómo viven nuestros indios; la esperanza por cómo lograrán o cómo podrán vivir algún día si ellos también se despiertan. Y despertarán."