Lucia Eldine González nació en 1853, en Johnson County, Texas, estado que había sido apropiado hacía pocos años por Estados Unidos. Hija de una mexicana negra y de un mestizo de la nación indígena creek, en 1870 conoció a Albert Richard Parsons, veterano de la Guerra de Secesión Americana (1860- 1864), con él contrajo matrimonio en 1871 o en 1872. El casamiento fue considerado ilegal, pues desafiaba las leyes que impedían matrimonios interraciales, por lo que la pareja debió abandonar Texas, para radicarse en Chicago.
Ya en ese centro obrero, a partir de 1872, tanto Lucy como Albert tuvieron una destacada participación en las luchas obreras de la ciudad. Mientras Albert Parsons se destacaba en las filas de los anarco-sindicalistas y en la organización de las luchas por la jornada de ocho horas de trabajo, Lucy publicaba artículos sobre los sin techo, los desocupados, los veteranos de guerra y la función de las mujeres en las organizaciones revolucionarias, para el periódico The Socialist. A comienzos de la década de 1880 fue co fundadora de la Unión de Mujeres Trabajadoras de Chicago. En 1883 fundó con su esposo y otros colaboradores el periódico The Alarm, que actuó como órgano de difusión de la Internacional Working People Asociation (IWPA) y en el que colaboró como redactora de prensa.
Los mártires de Chicago
El 1° de Mayo de 1886, miles de obreras y obreros industriales marcharon reclamando las ocho horas, en varias ciudades de Estados Unidos, que dejó varios muertos por la violenta represión policial y de los “detectives de Pinkerton” uno organización armada por las patronales. En Chicago hablaron, frente a 25 mil personas, Parsons y August Spies, entre otros.
Allí comenzaba una gigantesca huelga, con manifestaciones diarias y la paralización de las principales industrias de Chicago. El 3 de mayo, 6.000 obreros fueron reprimidos frente a la fábrica de segadoras McCormick, con el costo de 4 muertos. Los sectores que dirigían la huelga convocaron a un acto el 4 de mayo en la Haymarket Square, centro de la industria de la madera. Luego del acto, cuando Parsons (junto a Lucy y sus dos hijos) y otros oradores se habían retirado, la policía montó una provocación y una bomba estalló en medio del piquete represivo, causando la muerte de siete policías. Esto desencadenó la oleada represiva que llevó al juicio y la condena a muerte de George Engel (alemán, 50 años, tipógrafo), Adolf Fischer (alemán, 30 años, periodista), Albert Parsons (estadounidense, 39 años, tipógrafo y periodista), Auguste Spies (alemán, 31años, periodista) y Louis Linng (alemán, 22 años, carpintero), los “mártires de Chicago”.
El patriota cubano José Martí, por aquellos años corresponsal de La Nación en Estados Unidos y testigo del “juicio” y condena a la horca de los 5 líderes (Linng se suicidó la misma mañana de la sentencia), describe a Lucy “la mulata que no llora”, hablando en un acto después de Albert: “la apasionada mestiza en cuyo corazón caen como puñales los dolores de la gente obrera, solía, después de él, romper en arrebatado discurso, tal que dicen que con tanta elocuencia, burda y llameante, no se pintó jamás el tormento de las clases abatidas; rayos los ojos, metralla las palabras, cerrados los dos puños, y luego, hablando de las penas de una madre pobre, tonos dulcísimos e hilos de lágrimas”.
“Somos las esclavas de los esclavos”
Tras la muerte en la horca de Parsons y sus compañeros, Lucy González de Parsons pasó a ser conocida internacionalmente como “la viuda mexicana de los Mártires de Chicago”. Dedicó el resto de su vida a la lucha por la organización de los obreros, y de las mujeres. Escribió en distintos periódicos y participó en decenas de actos. Estuvo en la jornada internacional del 1 de mayo de 1890, y mantuvo sus convicciones anarco sindicalistas.
Tuvo activa participación en polémicas con otras conocidas feministas como Emma Goldman, quien predicaba la liberación femenina desde el amor y la sexualidad libre. Para Lucy González de Parsons, la opresión sufrida por las mujeres era resultado directo de la explotación capitalista, similar a lo que sostenía respecto a los afroamericanos. Por ende, la liberación de las mujeres debía venir de la mano de una liberación de la clase obrera de la explotación capitalista mediante una revolución social.
Ya a principios del siglo 20, Lucy participó en la constitución de la Industrial Workers of the World (IWW). En un congreso realizado en Chicago en 1905, planteó que: “Nosotras, las mujeres de este país, no tenemos ningún voto –el voto femenino se aprobó en Estados Unidos en 1920, aunque continuaba excluyendo a las afroamericanas-, ni aunque deseáramos utilizarlo, y la única manera en que podemos estar representadas es tomar a un hombre para representarnos. Ustedes los hombres han hecho de él tal lío en la representación de nosotras que no tenemos mucha confianza en preguntarles; y yo me sentiría rara al pedirle a un hombre que me represente. No tenemos ningún voto, solo nuestro trabajo… Somos las esclavas de los esclavos. Nos explotan más despiadadamente que a los hombres… Vamos a sepultar las diferencias como la nacionalidad, la religión, la política, y poner los ojos eternamente y para siempre hacia la estrella más alta de la República Industrial de los Trabajadores, recordando que hemos dejado atrás lo viejo y hemos puesto la cara hacia el futuro. No hay poder humano que pueda detener a los hombres y mujeres que están decididos a ser libres a toda costa. No hay poder sobre la tierra tan grande como el poder del intelecto. Se mueve el mundo y se mueve la tierra”.
En 1913, ya con 60 años de edad, fue arrestada por la Policía de los Ángeles, pero fue rápidamente liberada debido a la solidaridad de los trabajadores de San Francisco que se movilizaron en su defensa. En 1915 Parsons organizó personalmente manifestaciones de hambrientos por las calles de Chicago, llevando tras de sí a la AFL y al Partido Socialista. Desde 1920 estuvo caratulada por el Departamento de Policía de Chicago como “más peligrosa que mil insurrectos”.
Según algunos de sus biógrafos, hacia el final de su vida Lucy se afilió al Partido Comunista de los Estados Unidos, ante el ascenso del fascismo en Europa. A los 80 años Lucy continuaba dando discursos en Chicago. En febrero de 1941 hizo su última aparición pública.
Seguía activa cuando la sorprendió la muerte el 7 de marzo de 1942 a los 89 años, ciega y debilitada, al incendiarse su hogar. Su esposo de entonces, George Markstall, murió al día siguiente como consecuencia de las quemaduras producidas cuando intentaba salvarla de las llamas. Ni siquiera la muerte terminó con la persecución policial, que se incautó de su biblioteca de más de 1.500 ejemplares, y sus escritos personales.