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27 de May de 2015

Megacausa Mendoza

Declaración de un compañero ex preso político

El lunes 11 de mayo declaró en la megacausa que se sustancia en Mendoza por delitos de lesa humanidad, Jaime Valls, compañero que fuera detenido junto a Raúl Lucero, el 4 de febrero de 1976 mientras repartían unos volantes firmados por nuestro partido que denunciaban la concreción inminente del golpe de Estado.

El lunes 11 de mayo declaró en la megacausa que se sustancia en Mendoza por delitos de lesa humanidad, Jaime Valls, compañero que fuera detenido junto a Raúl Lucero, el 4 de febrero de 1976 mientras repartían unos volantes firmados por nuestro partido que denunciaban la concreción inminente del golpe de Estado.
Su declaración completa, su actitud frente al tribunal, su serenidad para contar las aberraciones que pasaron, su firmeza en declarar que “a pesar de todo, el enemigo no logró lo que buscaba, destruirnos física y psíquicamente, porque la solidaridad entre los presos prevaleció” han sido una gran enseñanza para los todos los presentes, pero especialmente para los jóvenes.
 
La declaración
La sala donde se desarrolla el juicio es en Tribunales Federales. En un costado están los represores y acusados (algunos celadores de la cárcel y jueces y fiscales que denegaban los Habeas Corpus); del otro, los fiscales y abogados de la querella (en Mendoza la presenta el MEDH). El o la testigo se sientan en una mesita con un micrófono de cara al Tribunal. El público lo sigue detrás de vidrios, en una sala con algunos asientos.
Nosotros sabemos que la Justicia es de clase, y por tanto en este Estado no haremos verdadera justicia. Igualmente, en ese estrado se produce algo especial: se está declarando ante un tribunal y eso adquiere una dimensión que se transforma como en una atmósfera distinta. No cualquiera es capaz de declarar allí como si estuviera en rueda de amigos. No sólo se debe tener una personalidad, se debe tener una línea verdaderamente comunista… y Jaime la tuvo, y la tiene.
Ese lunes llamaron a declarar a 4 testigos, uno de ellos, Jaime. La primera testigo fue la esposa de un joven secuestrado y después encontrado asesinado. La segunda, la hermana de un estudiante de Medicina en ese entonces militante de Tupac (V.C.), Rodolfo Moriñas. Ambas mujeres tuvieron en común, el no recuerdo, el no saber… En el caso de la hermana de Moriñas, la Justicia llegaba tan tarde que el hermano que se había ocupado del caso, ya ha fallecido. Ella no recordaba casi nada.
En ese contexto la declaración de Jaime tomó una dimensión muy importante. Desde el comienzo dijo la causa de su detención y agregó: “Tengo una copia de los volantes en mi casa, si el Tribunal quiere verlos. Su título era: Fuerzas Armadas en la calle: señal de golpe de Estado”. 
Se explayó en cómo fueron los preparativos del golpe y denunció que fue apoyado por medios de comunicación, como Clarín, La Prensa, La Nación, La Opinión de Jacobo Timerman y agregó: “un diario creado sólo para propiciar el golpe y apoyar la dictadura, La Tarde, que fuera dirigido por el actual canciller Héctor Timerman” 
Posteriormente dio detalles de su recorrido durante la detención. Una compañera los había seguido y fue la que avisó a la familia; vio en qué comisaría los metían. Al otro día a las 8 de la mañana, el papá de Jaime interpuso Habeas Corpus por los dos compañeros detenidos. Siete días después, el juez Carrizo y el fiscal Romano los denegaron argumentando que el día 11 de febrero el PEN había firmado un decreto de detención, en virtud del Estado de sitio. Se trató de un falso decreto pergeñado por la VIII Brigada de Infantería de Mendoza, ya que el decreto real del PEN es del 5 de marzo de 1976.
De la comisaría de Maipú, fueron trasladados al Ex Centro de Detención y Tortura que funcionaba en los sótanos de la Central de la Policía de Mendoza, llamado D2, donde fueron duramente golpeados. Permanecieron en ese lugar durante siete días, casi todo el tiempo con los ojos vendados y encapuchados. Escuchaban arriba los micrófonos por los que llamaban a los que realizaban algún trámite en la Policía. “Días después de ser detenidos, los calabozos del D2 se llenaron de hombres y mujeres… Escuchábamos día y noche la tortura y las violaciones. A algunas mujeres allí presas, dijo Jaime, las violaban permanentemente… las bañaban y volvían a violarlas”. 
En esa situación, los llevaron a la cárcel provincial, pero seguían incomunicados y sin salir al patio ni las dos horas que les correspondía a los demás presos.
En ese recorrido, recién el 5 de marzo, salió el decreto por el cual en virtud del Estado de Sitio, estaban detenidos a disposición del Poder Ejecutivo (PEN). 
Jaime señaló además que en la cárcel provincial la violencia y apremios recrudecieron cuando Naman García asumió como director del penal después del golpe y señaló a los entonces guardiacárceles Bianchi y Linares como unos de los encargados de trasladar a los detenidos. Dijo: “Ellos nos golpeaban, pero cuando entrábamos a la peluquería (funcionaba como sala) para torturarnos nos ponían capucha, por tanto no los veíamos”. Relató sesiones de picana eléctrica y también de “submarinos con agua y secos,” perpetrados en una unidad militar próxima a la cárcel.
En este sentido, puso el acento, sin decirlo, en que a los verdugos no se los puede reconocer (estaban encapuchados) que quizás ocupen cargos hoy, mientras son juzgados solamente dos celadores, algunos militares y jefes del temible D2 de la Policía de la provincia. 
 
No olvidaremos ni una palabra de su testimonio
Una gran muestra de comportamiento frente al enemigo la dio cuando relató que estos celadores le habían pedido, como lo hacían regularmente, que limpiara la pieza en la que ellos estaban. Jaime se negó diciendo: “yo soy un preso político y no su empleado”. Enojado el celador lo envió a una oficina de un jefe de la cárcel, quien le dijo “Le voy a hacer una causa penal”, a lo cual Jaime contestó con una sonrisa.
En noviembre fueron trasladados a la unidad 9 de La Plata. En el avión que los trasladaban, sufrieron golpes permanentes. Desde allí recuperaron finalmente la libertad. 
No olvidaremos ni una palabra de su testimonio: tenemos la obligación de que permanezca en nuestra memoria y la de generaciones presentes y futuras. Su actitud y comportamiento es fruto de la línea de nuestro Partido por la cual sabemos que al enemigo se lo derrota con el silencio; que la cárcel es una trinchera más de la lucha, que ellos resistían y afuera luchábamos por su libertad.
Hemos grabado su declaración y la haremos circular, para que esta enseñanza nos trascienda.
A la salida del Tribunal, Jaime hizo algunas declaraciones, en las que señaló el avance conseguido por la lucha de casi 40 años, por la derogación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final de Alfonsín, de concretar estos juicios, al mismo tiempo que denunció sus enormes limitaciones: fragmentados, regidos por el Código Penal y obligados a probar la culpabilidad, y no por una ley especial que los declararan delitos del terrorismo de Estado. Reclamó la apertura de los archivos y denostó la presencia de Milani, perteneciente al Batallón 601, hoy en la Jefatura del Ejército.
“No pudieron dividir a los presos y su solidaridad”. No pudieron detener la lucha del pueblo y de las Madres como avanzada, en ese momento. Seguiremos luchando por la liberación definitiva de nuestra patria y nuestro pueblo para que se haga realidad la verdadera justicia popular y podamos decir verdaderamente Nunca Más.