Siguiendo artículos del periodis-ta Darío Aranda (Página 12 y Publicaciones MU) podemos conocer que Monsanto es la multinacional de semillas y agroquímicos más poderosa del mundo. Cuenta con apoyo político y rentabilidad millonaria, y su modelo implica corrimiento de la frontera agropecuaria, desalojos rurales, desmontes y masivo uso de agroquímicos. Fue fundada en 1901 en EEUU. Si bien su primer producto de importancia fue la sacarina, en la década de los ‘60 fabricó el herbicida “Agente Naranja” para defoliar la selva de Vietnam, y perdió un juicio de los veteranos de guerra, por 180 millones de dólares.
En 1976, Monsanto comenzó a comercializar el herbicida Roundup (a base de glifosato). Afecta a todos los organismos vegetales, y llegó a convertirse en el más vendido del mundo. Para 1995 la firma patentó varios semillas modificadas genéticamente con introducción de genes resistentes al herbicida; la famosa “Soja RR” (Roundup Ready), con lo que abaratan los costos de cultivo y aumentan los rendimientos por reducirse labores y la competencia de “malezas”. Monsanto se convirtió en un monopolio “socio” de gran parte de la producción agrícola del mundo. Publicitaba al producto como “biodegradable” y “ambientalmente positivo”; luego se demostró que no era así, y que no se habían previsto impactos ambientales negativos, que en manos de un monopolio eran minimizados. Hay variados juicios en Europa por publicidad engañosa y contaminación por aplicación de Roundup en cercanías de poblaciones, con daños a los habitantes y animales, incluso en Argentina. En Estados Unidos se pasó a limitar la siembra de soja RR a un porcentaje de la superficie, para mantener la biodiversidad ambiental.
En Argentina, Monsanto tiene una planta desde 1956. La de glifosato pasó a ser la más grande de América Latina. En 1978 se instaló en Pergamino y, en 1994 en Rojas (Buenos Aires). Ahora construye una, apoyada por Cristina Kirchner y De La Sota en Córdoba.
En 1996, el gobierno argentino aprobó la soja transgénica con uso de glifosato. Con la firma del entonces secretario de Agricultura, Felipe Solá, la Resolución 167 tuvo luz verde en 81 días en base a estudios de la propia Monsanto. El expediente carece de estudios sobre efectos en humanos y ambiente, y –sobre todo– el Estado argentino no realizó investigaciones propias sobre los posibles efectos del nuevo cultivo.
Patentes: En 1996 la soja ocupaba en Argentina 6,6 millones de hectáreas. En el 2000, 10,6 millones. En 2011, 19,8 millones; el 56 por ciento de la tierra cultivada del país. Luego de la devaluación de 2002, y cuando la demanda externa de soja aumentó, Monsanto intentó cobrar regalías por el “derecho intelectual” de la semilla transgénica. Federación Agraria Argentina (FAA) y el gobierno rechazaron el pago. Pero la posición oficial fue cambiando sustancialmente.
“Día especial para Argentina”
El 21 de agosto del 2011, señala D. Aranda: “el ministro de Agricultura de la Nación, Norberto Yauhar, presentó la nueva semilla de soja (“RR2 Intacta”) junto a directivos de Monsanto. El Ministerio de Agricultura difundió palabras de Pablo Vaquero (Monsanto Argentina): “Trabajamos con un gobierno que ha abierto el diálogo”. “Es un día muy especial para Argentina, porque vamos por una segunda generación de soja (…), una herramienta para el crecimiento sustentable”. El gobierno abrió el paso al cobro de patentes. En el 2011 la presidenta presentó en Tecnópolis el Plan Estratégico Agroalimentario (PEA- 2020). Allí propone el objetivo de pasar de 100 a casi 160 millones de toneladas de granos. El 28 de febrero de 2012, la presidenta anunció que investigadores de la Universidad Nacional del Litoral a cargo de la bióloga Raquel Chan, del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, habían logrado los medios para obtener una semilla de soja resistente a sequía, esto posibilitaría el avance de la soja, pudiendo incorporar varios millones de hectáreas que están por fuera de los límites de los 600 mm anuales de lluvia. Rápidamente el Estado concedió la utilización del descubrimiento de argentinos a la firma Bioceres, por los próximos 20 años. Esta firma tiene 250 socios, “reyes” de la soja locales como Gustavo Grobocopatel, socio en negocios de El Tejar, titular de uno de los mayores pooles de siembra del continente (“Los Grobo”). Trucco, Fogante, Carrique, etc. “Bioceres” se asoció con la semillera estadounidense “Arcadia”, que comprometió invertir 20 millones de dólares en la comercialización.
Señala Aranda, en junio de 2012 ante los empresarios estadounidenses, la presidenta habló sobre las patentes de semillas: “Estaban muy contentos (los directivos de Monsanto) porque Argentina hoy está a la vanguardia en materia de eventos biotecnológicos. También en repatriación de científicos hacía la Argentina y fundamentalmente en respeto a las patentes. Como ahora nosotros hemos logrado patentes propias nos hemos convertido también en defensores de las patentes”. El 9 de agosto, en el 20 Congreso de Apresid, Yahuar, ministro de Agricultura, dijo que “La estaremos aprobando en breve”, ante Monsanto… “El segundo tema y la segunda reflexión que debemos hacer es que la Argentina está instrumentando un nuevo proceso y una nueva relación con el campo, más allá de las discusiones que se puedan llegar a dar a través de los medios fundamentalmente”.
Al día siguiente, el diario La Nación señalaba: “En el marco de Apresid el tema de la nueva soja fue motivo de un encuentro informal entre directivos de Monsanto -entre ellos, el vicepresidente, Pablo Vaquero- y los dirigentes de la Comisión de Enlace, también estaba el jefe del gremio de trabajadores rurales (Uatre), Gerónimo Venegas. En un stand de Monsanto, todos compartieron una improvisada picada”.
Pues como vemos poco ha cambiado, se mantiene y fortalece la “eterna” Argentina agroexportadora, dependiente del imperialismo; antes de Inglaterra, Francia, Estados Unidos, Rusia y ahora el principal comprador China, país que está invirtiendo en tierras en África y tiene inversiones en 23 provincias argentinas. En ese camino es imprescindible una asociación con representantes de cada proceso, aquí con los grandes terratenientes que disponen de más del 50% de la tierra en Argentina y también con los inversores y pooles de siembra, con los monopolios exportadores.
Inferimos de los hechos que Yahuar al hablar de “una nueva relación”, se estaba refiriendo a aquellos sectores con los que tuvo diferencias en el 2008 (la “125”), y que ahora llamaba a negociar. Todo indica que vamos remachando la dependencia, en un mundo que va cambiando con el crecimiento del imperialismo chino y su necesidad de alimentos. Ello inevitablemente produce concentración de la producción en la Pampa Húmeda, despuebla los campos (75.000 productores de menos de 200 has. en esta zona desaparecieron para el Censo Agropecuario del 2002, y sigue la expulsión). Desaloja aborígenes y campesinos en las economías regionales (en Chaco desplazó al algodón) y en Santiago del Estero arrasa tierras de campesinos.
Para producir soja para el exterior, nos van cambiando la alimentación a los argentinos con el descenso del stock vacuno y los subsidios a la producción de pollos. Hoy más que nunca nos lleva a levantar el programa de nacionalización del comercio exterior, de segmentación de las retenciones para defensa de los pequeños y medianos productores y frenar la concentración por la escala, como punto de partida y ley de arrendamientos rurales en forma inmediata, en marcha a una reforma agraria profunda y luchar contra el monopolio de las patentes de Monsanto y las “nuevas”, propuestas de la presidenta y su ministro de Agricultura.