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08 de February de 2012

Bloqueo comercial y financiero, barcos de guerra y portaaviones en el Golfo Pérsico: los imperialistas yanquis aceleran sus preparativos para una nueva guerra de agresión contra Irán.

¿Otra guerra imperialista contra un país del tercer mundo?

Hoy 1405> Estados Unidos, Israel, y una estrategia asesina contra la nación y el pueblo iraní

En las últimas semanas se acrecentó el griterío que los imperialistas norteamericanos e Israel, secundados por las potencias de la Unión Europea, vienen montando para que Irán renuncie a su plan de desarrollo de la industria nuclear. No es sólo griterío: el gobierno yanqui de Obama ya estableció nuevas sanciones contra el banco central iraní, y envió poderosos portaaviones y buques de guerra al estrecho de Ormuz -en la boca del Golfo Pérsico y frente mismo a las costas de Irán- y al Mar Rojo, desde donde pueden llegar rápidamente al Golfo.
Irán ha reiterado infinidad de veces que su programa atómico no tiene fines militares sino energéticos, es decir pacíficos; se ha negado a anularlo y advirtió que en caso de un cerco comercial y financiero generalizado bloquearía el estrecho de Ormuz, por donde diariamente circula el 30% de los embarques petroleros mundiales.
El gobierno israelí -además de una parte de los mandos militares y la dirigencia política ultraconservadora y utrarreaccionaria yanqui- es el más frenético atizador de un ataque militar contra las instalaciones nucleares iraníes. Es el principal aliado de Washington en la estratégica región del Medio Oriente, pero sus dirigentes fascistas conservan un margen de autonomía que hace temer al gobierno yanqui que puedan emprender una agresión en forma unilateral para forzar la intervención norteamericana.
Las potencias imperialistas europeas han adherido al griterío anti-iraní declarando contra Teherán un embargo petrolero (cese de compras). Sin embargo, casi ninguno de esos países tiene petróleo propio y dependen en gran medida del Oriente Medio para proveerse de ese recurso esencial para la industria, por lo que probablemente los países integrantes de la Unión Europea no se alinearían decididamente ni en forma unánime tras la posible agresión norteamericana e israelí: salvo, desde luego, que especulen con una derrota aplastante de Irán que les permita quedarse con la parte del león del negocio petrolero, como hicieron en Libia.
El cliente más grande de Irán para el petróleo es China. Beijing, ya preocupado por los avances yanquis en el estrechamiento de un cerco estratégico a China mediante acuerdos económicos y militares con países vecinos del Pacífico y del sudeste de Asia, ya hizo varias advertencias: el diferendo sobre el programa nuclear iraní debe ser resuelto mediante negociaciones.
Otros compradores importantes del petróleo iraní son la Unión Europea en conjunto, la India, Turquía, Japón, y Corea Sur.

 

Fuga hacia adelante
Desde luego, el argumento de la “proliferación nuclear” que los yanquis agitan frenéticamente no es más que un pretexto. Ya lo fue cuando en 2003 invadieron Irak.
Los principales “proliferadores”, fabricantes y mercaderes de armas “de destrucción masiva” son y siempre fueron las potencias imperialistas. Los propios EEUU tienen cientos de misiles atómicos (y es el único país que usó armas nucleares contra la población, sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki en 1945). También los poseen aliados suyos, empezando por el mismo Israel que jamás adhirió al Tratado de No Proliferación, y siguiendo por la India y Pakistán. Todos ellos han sido y son armados hasta los dientes por las grandes potencias, y obviamente nadie los amenaza con bombardearlos por eso.
Lo que empuja el guerrerismo yanqui es su propio debilitamiento estratégico. El gobierno de Obama acaba de retirar las últimas tropas “formales” de Irak sin haber podido “estabilizar” allí un gobierno títere de Washington: después de casi diez años de ocupación por la potencia imperialista más poderosa del planeta, la resistencia patriótica iraquí sigue viva. También sigue indoblegada la resistencia en el ocupado Afganistán, donde los soldados de Washington prácticamente no pueden pisar fuera de un puñado de ciudades y donde todos los aliados de importancia del gobierno de Obama optaron por la retirada. El gran aliado árabe de Estados Unidos, el tirano Mubarak, fue volteado en Egipto por la grandiosa rebelión popular de enero de 2011. Las petro-monarquías y petro-repúblicas semifeudales de los países del Golfo Pérsico como Yemen, Omán, Qatar, Bahrein y la misma Arabia Saudita, también aliadas de Washington, se tambalearon por la gigantesca ola de movilizaciones democráticas del año pasado. Incluso en Libia, en el centro-norte de África, la intervención de la OTAN que derrocó y asesinó a Gadafy no saldó en el avance de los yanquis sino de sus rivales imperialistas europeos.
Hay que sumar a todo esto la honda crisis económica que sacude a los Estados Unidos; muchos países exportadores de petróleo -como el propio Irán-, y los competidores imperialistas de Washington, pretenden aprovecharla para dejar de usar el dólar como única moneda de reserva y de intercambio, lo que de concretarse sería una catástrofe para la posición hegemónica yanqui en la economía mundial.
Los movimientos del imperialismo yanqui contra Irán son, entonces, lo que se llama una “fuga hacia adelante”. Pero su debilidad relativa no disminuye sino que aumenta su agresividad: las invasiones de Afganistán y de Irak una década atrás sólo pueden entenderse en el marco de los cambios en la correlación de fuerzas mundiales operados sobre el trasfondo de la anterior oleada de crisis, iniciada en 1997.
El gobierno de Cristina K, y antes el de Néstor, durante años aceptaron sumarse a los objetivos de EEUU y de Israel en su campaña para “demonizar” a Irán. En la última asamblea de las Naciones Unidas, Cristina Kirchner atenuó su posición en este tema, en el que hay fuertes presiones yanquis. Pero los pueblos del mundo, al tiempo que apoyan la lucha del pueblo iraní por cambios democráticos y sociales, respaldan la integridad de la nación iraní y levantan su solidaridad con ella contra la agresión imperialista.