Los trabajadores nos fuimos concentrando en el Correo Central de la Capital Federal, después de parar nuevamente a partir de las 10 hs. Venidos de Capital Federal, San Martín, Avellaneda, Matanza, La Plata, Quilmes, 3 de Febrero, Campana, y tantos lugares más, en una columna compacta y combativa se ocupó el centro de la Avenida Alem para marchar hacia el Ministerio de Trabajo y el edificio de la CIS (Cámara de Industriales Siderúrgicos), donde están las oficinas de Techint.
Más de 15.000 compañeros, identificados con carteles de sus seccionales y fábricas –muchos de ellos con consignas reclamando el aumento del 22% en forma inmediata–, mostraban que después de 15 años sin un plan de lucha nacional, la combatividad del gremio no está mellada.
El salario de los metalúrgicos
Como consecuencia de la política del gobierno de los “K”, con el llamado “modelo”, el salario de convenio de los metalúrgicos, de apenas $ 8 para el operario, ha sido y es una fuente de enormes ganancias, sobre todo para las grandes patronales del sector.
La distribución de la riqueza que pregona el gobierno nacional es una gran mentira. Los $ 8 de convenio que un operario gana desde abril del 2008, representan un salario de bolsillo de $ 1.197,84, después de realizar los correspondientes descuentos; cuando, en enero de ese mismo año, la Consultora SEL había fijado la línea de la pobreza en $ 1.185.
Eso hizo que durante los años de bonanza –cuando la economía crecía al 8% anual como consecuencia del mayor consumo de las potencias del primer mundo–, fueran pocos los empresarios que se quejaban. Tenían asegurada una tasa de ganancias enorme, como consecuencia de pagar salarios de hambre que sólo el trabajador podía mejorar aumentando las horas de trabajo.
Esto fue posible por la complicidad de muchos dirigentes sindicales que consintieron y apoyaron esta política, a cambio de fondos que les llegaban desde el gobierno para las cajas de las obras sociales, como el pingüino Antonio Caló.
Por eso causan risa las declaraciones de Belén, adjunto de la UOM y la CGT que dijo que “no puede ser que un operador gane $ 1.300”. ¿No fue él uno de los que firmó este convenio el año pasado?
Pero llegó la crisis internacional, que desnudó las debilidades de la economía nacional que venía a los tumbos. Esa crisis que no nos iba a tocar, según Cristina “K”; de la que, después, dijo que se nos estaban cayendo los pedazos sobre la cabeza.
Se acabaron las horas extras, se despidió a la mayoría de los contratados, aumentaron los precios de la canasta familiar y las tarifas, se agudizaron las peleas entre los poderosos que controlan la Argentina por las prebendas y subsidios del gobierno, para no verse afectados por el derrumbe económico, y las luchas por fondos sociales entre los dirigentes sindicales que pusieron al borde la ruptura a la CGT.
Y se multiplicaron las luchas, que en muchos lugares habían permitido alcanzar un salario igual al valor de la canasta familiar, y en otros frenar los despidos. Luchas que desnudaron la esencia de esta política, y que fueron claves en la derrota electoral de los Kirchner. Estos recibieron un cachetazo, y ahora están en medio de un tembladeral.
La bronca de los abajo
La derrota kirchnerista fue principalmente posible por el voto bronca de miles de jóvenes que hoy ocupan un papel preponderante en la producción y en las luchas, asqueados de los políticos y los dirigentes sindicales. Pero también por una masa de compañeros con mayor experiencia, que calaron la mentira de los “K”.
Son los compañeros que vienen luchando en Villa Constitución, en EmFer, en Río Grande, en Mahle, en Bosch, en Aluar, en Tatsa, en Siderca, en Paraná Metal, en los autoconvocados de Amstrong. Son un potro salvaje sobre el que está montado el Secretariado Nacional de la UOM, que obligado y muy a su pesar, tuvo que salir a luchar.
El 22%
Por eso, la enorme movilización del 30/07 le marcó la cancha a Caló (que ya le habría hecho a las cámaras empresarias un ofrecimiento menor al 22% para frenar los paros) y al Secretariado Nacional. La profundización de las medidas de fuerza, que anunció frente al edificio de Techint, lo demuestra. Ahora está preso de sus propias palabras, y fundamentalmente, condicionado por la paliza que recibió Augusto Varas en Córdoba, cuando al salir de la sede de las cámaras empresarias de la ciudad mediterránea dijo que “sólo se podía pelear por un 12%”.
Queda demostrado así que el 22% depende de la lucha de los metalúrgicos. De los miles que al grito de “Queremos aumento, la puta que los parió”, recorrieron las calles de la Capital Federal y de las principales ciudades del país; y se preparan para no ceder un solo peso del 22%, exigir el aumento en una sola cuota, y persistir por el camino de la lucha.
Sin enfrentar y derrotar la política kirchnerista, no habrá una salida para que la crisis no la pague el pueblo y los trabajadores, y que nos permita arrancarles a las Cámaras Empresarias el aumento salarial y frenar la oleada de despidos que está en curso y que amenaza en dejar en la calle a miles de metalúrgicos.
Al mismo tiempo, la profundización de la lucha por el 22% puede abrir, con el ejemplo de los cordobeses, un cauce para la recuperación de las direcciones sindicales, demostrando que la clase obrera se ha puesto en el centro de la política nacional y que se crean inmejorables condiciones para que las fuerzas clasistas y combativas peguemos un salto de nuestras fuerzas y nuestra organización entre los metalúrgicos.