El 9 de julio de 1816, en el Congreso reunido en la ciudad de San Miguel de Tucumán, “los representantes de las Provincias Unidas en Sud América” declararon “a la faz de la tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas provincias romper los vínculos violentos que las ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojadas e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando 7°, sus sucesores y metrópoli”. Y el 19 de julio, en sesión secreta, debatieron y resolvieron agregar a la fórmula del juramento, que se hizo el 21 de julio: “y toda otra dominación extranjera”.
La revolución iniciada el 25 de mayo de 1810, que llevó a esa Declaración de la Independencia, pasaba en 1816 uno de sus momentos más difíciles, ya que el rey de España, Fernando 7°, había sido restaurado en el trono, con el apoyo de la Santa Alianza de los imperios más reaccionarios de ese momento (Austria, Prusia y Rusia). Y aquí, en América, los ejércitos realistas españoles, superiores en formación militar, habían derrotado a los patriotas en Chile, en Venezuela y en Colombia, mantenían el Perú y avanzaban hacia el Noroeste argentino por el Alto Perú (hoy Bolivia), demorados solo por las heroicas guerrillas como las dirigidas por Güemes en Salta y Jujuy, y Arias, Arenales, Warnes, Muñecas, Padilla, Juana Azurduy, los caciques Titicocha, Cáceres y Cumbay, y tantos otros en el Alto Perú.
En esas circunstancias, cuando parecía imposible que la revolución pudiera sostenerse en las Provincias Unidas del Río de la Plata, desde Cuyo San Martín escribía a los congresales en Tucumán: “Pensemos en grande, y si la perdemos, que sea con honor”. No era un voluntarista, porque veía que la revolución podía triunfar apelando a las reservas patrióticas del pueblo y armando sus ejércitos en particular con esas masas explotadas y oprimidas, principalmente indígenas y mestizas, que venían protagonizando heroicos combates, aplastadas y derrotadas muchas veces, pero cuyas luchas abrieron el camino de la primera revolución latinoamericana. La continentalidad de la revolución de ninguna manera excluye, si no por el contrario, se asienta en el desarrollo y fortaleza de las revoluciones nacionales: el avance y el triunfo de la revolución continental dependía y depende al avance y del triunfo de la revolución en cada uno de nuestros países.
También en esas difíciles circunstancias había quienes pensaban que era imposible independizarse de España, sin recurrir al “protectorado” de alguna otra potencia europea. El agregado al juramento de ser independientes de España “y toda otra dominación extranjera”, salió así al cruce de las intrigas de las distintas potencias que operaban aquí a través de sus “amigos” en la aristocracia terrateniente y comercial criolla, disputándose entre ellas el dominio de Latinoamérica en reemplazo de España. La firmeza de los verdaderos patriotas cerró paso a esas maniobras, permitiendo que se utilizara también esa disputa a favor de la lucha por la independencia.
Viejos y nuevos vasallajes
Hoy nuestro país se encuentra sometido a la dominación de los distintos imperialismos que disputan entre sí, en una situación agravada por la política macrista que refuerza la estructura latifundista y dependiente del país. Con millones de hectáreas en manos de grandes latifundistas nacionales y extranjeros que provocan la miseria y el éxodo del campo; con las Malvinas y demás islas del Atlántico Sur ocupadas por el imperialismo inglés; con tratados de garantía de inversión con las grandes potencias que nos sojuzgan, y hasta la cesión hecha por el gobierno kirchnerista de la soberanía territorial al imperialismo de China, para la construcción de una base militar en Neuquén, que el gobierno macrista mantiene y agrega ahora una del imperialismo de Estados Unidos.
El gobierno de Macri ha replanteado las relaciones con los distintos imperialismos que, históricamente y en la actualidad, se disputan el dominio de nuestro país y demás países hermanos de Latinoamérica. “Reabrió” las puertas a los imperialismos de Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Francia, Italia, España e incluso Japón, reforzando el entreguismo kirchnerista con sectores del imperialismo yanqui, como el acuerdo secreto con Chevron, o sectores del imperialismo europeo, como con el Club de París y Repsol llegando, en este último caso, hasta a “pedir perdón” a los personeros del imperialismo de España. Por otro lado, “renegociando” aspectos menores en algunos contratos mantiene la “relación estratégica integral” forjada por el kirchnerismo con el nuevo imperialismo de China y el más viejo imperialismo de Rusia. Con lo que el supuesto “equilibrio” entre los distintos imperialismos no hace más que exacerbar la feroz disputa entre ellos, facilitando que todos “los elefantes”, en su pelea dentro del país, hagan tierra arrasada sobre nuestro pueblo y nuestra Patria.
Frente a esto debemos reiterar a 202 años de la Declaración de la Independencia que “hacer patria” no es hacer discursos sobre lo mejor que vamos a estar con “las inversiones” de esos viejos y nuevos imperialistas que, en alianza con los grandes terratenientes y burgueses intermediarios, vienen mancillando nuestra independencia en estos 202 años. Hoy más que nunca tiene vigencia la decisión de los congresales de Julio de 1816, al declarar nuestra vocación de ser independientes de España “y toda otra dominación extranjera”.
Por una nueva y verdadera Independencia
Este 9 de julio nos encuentra a los argentinos, junto a los pueblos hermanos y patriotas de Latinoamérica, en la necesidad de lucha común contra los viejos y nuevos imperialistas y sus lacayos locales, forjando así la segunda revolución liberadora de América, como parte de la lucha del proletariado y todos los pueblos oprimidos del mundo por terminar para siempre con la explotación y la opresión. Los bajos salarios, la precariedad laboral, la desocupación y el hambre se pueden resolver rápidamente, removiendo las trabas del latifundio y de toda dominación extranjera. Porque existen recursos humanos, técnicos y naturales (petróleo, gas, minerales, pesca, etc.) y más de un centenar de millones de hectáreas de tierras aptas para los cultivos y la cría de ganado, en manos de los latifundistas antiguos y modernos.
Con los fondos que se obtengan de la eliminación de la bicicleta financiera y el drenaje de divisas al exterior de los monopolios imperialistas, y la recuperación en un 100% de los recursos naturales, se pueden crear inmediatamente millones de puestos de trabajo, favoreciendo el desarrollo de la producción nacional y de las economías regionales. Y con la expropiación de los latifundistas: un millón de chacras mixtas, con todo lo que eso implicaría en desarrollo del mercado interno para la industria y el comercio, y la provisión abundante y accesible de alimentos para el pueblo y materias primas para la industria.
Es posible impedir que la crisis se siga descargando sobre el pueblo, con más ajustes y nuevas o viejas entregas, y resolver sus acuciantes necesidades de techo, tierra y trabajo con medidas de emergencia inmediata a favor de los trabajadores, el pueblo y la producción nacional. Esto solo requiere que, con la misma decisión que los patriotas en 1810 y 1816, la clase obrera y el pueblo puestos de pie continúen la lucha multisectorial activa por torcerle el brazo a la política macrista y, junto a todos los sectores patrióticos y democráticos, forjen una cada vez más férrea unidad para dar la batalla social y política necesaria, desarrollando y fortaleciendo el PTP y el PCR, los frentes sociales y políticos en todas las provincias y el frente En marcha a nivel nacional, en el camino de imponer un gobierno de unidad popular, nacional y democrático que tome esas medidas inmediatas, para avanzar hacia la revolución de liberación nacional y social que nos permita ser verdaderamente libres e independientes.
Escribe Eugenio Gastiazoro
Hoy N° 1724 04/07/2018