Cuando el pequeño productor Justo Valenti entra a alguna verdulería para “estudiar” los precios se agarra unas broncas bárbaras. No puede creer que la gente pague por estos días más de 10 pesos el kilo de tomates, 12 pesos el kilo de zapallitos y 15 pesos la lechuga. Tanto él como otros cientos de quinteros del cordón hortícola local venden en “puerta de tranquera” a $1,35 el kilo de tomates; 5 pesos el de zapallitos, y a $6 la lechuga, es decir que esa producción llega a los consumidores finales después de la cadena de intermediarios que atraviesa con porcentajes superiores al 800% (en el caso del tomate).
Bajos precios en “puerta de tranquera”; mucha producción en las quintas y poca demanda en las verdulerías; aumento del costo de insumos y altos valores de alquileres de tierras, entre otros factores, conforman hoy en día un cóctel que pone a los productores chicos y algunos medianos -los grandes por ahora soportan el embate- contra las cuerdas, casi nocaut.
Roberto Solano -presidente de Asoma- cosecha por estos días tomate y lechuga en una hectárea que alquila a $2.500 mensuales en Las Banderitas (City Bell). “Tenemos prácticamente que regalar la producción o de lo contrario tirarla. Nos pasa algo parecido que a los tamberos. Nosotros no ponemos los precios, sino que lo hacen los empresarios. Un cajón de tomates (18 kilos) lo estamos vendiendo ahora con suerte a $30, a razón de $1,60 el kilo, cuando el costo de producción ronda los $4. O sea que algo salvamos pero de rentabilidad ni hablar”.
Hoy se paga desde $2.500 hasta $5.000 pesos mensuales para alquilar una hectárea.
Solano y otros quinteros destacan la super producción existente pero a la vez “la gente compra menos, bajó el consumo, la demanda en las verdulerías ya no es la misma”.
El problema que describen con la cosecha de tomates es similar para los que cultivan lechuga (las plantaciones ganan cada vez más espacios en el cordón hortícola local), zapallitos, morrones, acelga, berenjena y pepinos, entre otras verduras.
Gumersindo Segundo vendió hace poco a $20 el cajón de tomates para no tirarlo, y los zapallitos que cosecha los vende a $100 los 20 kilos, a razón de $5 el kilo, lo mismo que en noviembre del año pasado: “lo único que sigue igual es el precio de la producción, porque los insumos aumentaron en dólares, los alquileres de tierras siguen por las nubes; los servicios como la luz, el combustible, los repuestos de las maquinarias, los pesticida también suben considerablemente. Así ya muchas familias bajaron los brazos y saben que cuando terminen de cambiar la plata por la cosecha de ahora, se van, no pueden continuar”.
La Asociación de Medieros y Afines (Asoma) tiene unos 450 socios distribuidos entre El Pato, El Peligro, City Bell, Olmos y Abasto.
Para José Lucena de 45 años, otro productor, este es el momento en que deberían crecer las esperanzas de despegue porque es cuando la cosecha de distintos cultivos está a pleno, pero sucede todo lo contrario. Dice que cuando termine de vender los pimientos que le quedan en su quinta de Olmos abandona la actividad, prefiere probar suerte con “otra cosa”, pero todavía no sabe bien con qué. Tiene una familia compuesta por su esposa y tres hijos de 12, 10 y 5 años, “la situación es realmente difícil, por no decir desesperante”.
Los costos
Para los quinteros más chicos, aquellos medieros que alquilan las tierras, una hora de tractor cuesta $600; una semilla de tomate que el año pasado estaba $1,70 ahora cuesta $5; el rollo de nylon de $1.000 el año anterior pasó a $3.500; el fungicida autorizado no baja de los $200; una vidriera de lechuga (dos canteros) está $400, 30% más que en 2015. El combustible, como para toda la población, también sufrió incrementos; es decir, todo sube, pero cuando la producción sale al mercado lo hace al mismo precio de siempre y, en el peor de los casos, más barata.
Hace tres meses el hilo para colgar plantas costaba $90 y hoy $400.
Quienes integran Asoma no son propietarios de las tierras: o bien alquilan las quintas o son medieros, esto es, dividen el producto y las utilidades de una finca agrícola con el propietario de las parcelas. En ese punto radica uno de los grandes trastornos para los pequeños productores. Es que según apuntan desde la asociación que preside Solano, el precio de los arrendamientos “se ha triplicado en los últimos cinco años”.
Hoy se paga desde $2.500 hasta $5.000 pesos mensuales para alquilar una hectárea. Adolfo Tarifa, un joven agricultor local de 28 años, calcula que en promedio, una familia de cinco integrantes suele arrendar entre 4 y 5 hectáreas de tierras para explotar. De entrada ello representa unos $16.000 pesos mensuales de inversión. “A eso hay que agregarle lo que cuesta construir cada invernáculo, cuyos elementos (nylon, madera, clavos) salen unos $80.000 para la medida standard de 4 por 50 metros, sin contar la mano de obra”, aclara.
El presidente de la Asociación de Productores Hortícolas del Gran La Plata, Alberto Pate, reconoce los problemas y asegura que “los productores chicos son los más afectados. Es cierto que a veces venden a valores inferiores al costo de producción” y atribuye básicamente el problema al juego de oferta y demanda, “la gente consume menos y la producción supera a esa demanda, la conclusión es que las verduras hay que venderlas o se terminan pudriendo. Por eso a veces no se entienden los precios en las verdulerías”, concluyó el dirigente.