El Argentinazo forzó la suspensión del pago de la deuda externa, conquistó dos millones de planes sociales para paliar el hambre, eliminó el recorte del 13% a los estatales y jubilados, impidió el remate de 300 mil productores agropecuarios, obligó la devolución de parte de los ahorros atrapados en el “corralón”, y abrió una situación revolucionaria.
El Argentinazo forzó la suspensión del pago de la deuda externa, conquistó dos millones de planes sociales para paliar el hambre, eliminó el recorte del 13% a los estatales y jubilados, impidió el remate de 300 mil productores agropecuarios, obligó la devolución de parte de los ahorros atrapados en el “corralón”, y abrió una situación revolucionaria.
Esto se expresó, entre otras cosas, en el desarrollo de formas de autogobierno como asambleas populares y cabildos abiertos, la puesta en marcha por sus obreros de decenas de fábricas recuperadas, y en esa consigna que dio la vuelta al mundo, “que se vayan todos”, que expresaba el hartazgo de millones hacia los políticos burgueses.
Los gobiernos kirchneristas, desde su inicio, trabajaron para cerrar la crisis que se había abierto entre los de arriba, y restaurar la “institucionalidad”, machacando con un balance que identifica al 2001 solamente con los inmensos sufrimientos de millones, producto de la política antipopular de Menem primero, y de De la Rúa después, ocultando que el proceso de luchas que desembocó en el 19 y 20 fue la respuesta popular a esta política, y que hubo partidos y organizaciones, como el PCR, que impulsamos esta pueblada durante años.
El Argentinazo del 19 y 20 de diciembre de 2001 sacudió a la Argentina hasta sus cimientos, y fue un punto de inflexión de un auge de luchas que recorría nuestra patria desde el Santiagueñazo ocurrido en 1993. Treinta y nueve compañeros regaron con su sangre este hecho heroico. Entre estos mártires se encuentra el compañero de la CCC de Entre Ríos, José Daniel Rodríguez.
Un inmenso auge de masas
Ya el 30 de marzo de 1996, el secretario general del PCR, Otto Vargas, en un acto en Córdoba, planteó que no había otra forma de acabar realmente con las políticas y los gobiernos del hambre y la entrega, que el camino de las puebladas, el camino de “un santiagueñazo nacional triunfante, un Argentinazo”. Durante cinco años las fuerzas clasistas y revolucionarias trabajamos para esta salida.
Ya desde el gobierno de Menem la clase obrera y el pueblo venían librando grandes batallas, con hitos como el Santiagueñazo, Cutralcó, Tartagal-Mosconi, La Matanza. Con De la Rúa la pelea se intensificó: 7 paros generales, innumerables luchas parciales, cortes de rutas, movilizaciones estudiantiles, masivos encuentros de mujeres, etc. El gobierno de la Alianza avanzó en la represión durante todo el 2001, golpeando luchas emblemáticas como la del SEOM y los desocupados de Jujuy. El repudio popular crecía, y se expresó en las elecciones de octubre, cuando más de 10 millones de personas votaron en blanco, anularon su voto o no votaron.
Se fueron configurando así, todos los rasgos propios de una situación revolucionaria objetiva. En primer lugar, los de abajo no podían vivir bajo el hambre, la desocupación y demás consecuencias de la crisis, y los de arriba ya no podían aplicar pacíficamente la política de hambre y entrega. El bloque dominante se fracturó entre defensores de la convertibilidad y devaluadores. Y las masas se vieron empujadas “a una acción histórica independiente”: las puebladas y el Argentinazo.
Una pueblada nacional
Hay que recordar que a comienzos de diciembre de 2001, el gobierno de De la Rúa, con Domingo Cavallo como ministro de Economía, profundizando la política antipopular de Menem, recortó el 13% a los salarios de los estatales, las jubilaciones y las pensiones; congeló los depósitos y estableció el “corralito”. Esto se hizo cuando la masa de desocupados y pobres superaba los 15 millones de personas, con los comedores escolares cerrados a partir del fin de las clases. El gobierno redujo y no pagó los planes sociales, y no entregó los bolsones de comida a los movimientos de desocupados. El corte de la cadena de pagos se iba extendiendo por todo el país. Se produjo el cierre de numerosas empresas, dejando a miles de trabajadores en la calle. Sectores de las clases dominantes opuestos al gobierno de la Alianza empujaron saqueos a los supermercados, como preparativos de un golpe de estado.
Con el Argentinazo, el pueblo hizo tronar el escarmiento sobre el gobierno hambreador y entreguista de De la Rúa y Cavallo abriendo una nueva situación política. La pueblada culminó en Plaza de Mayo, en la gran jornada del miércoles 19 y el jueves 20, y en la lucha de calles que le siguió. Pero fue nacional: desde Jujuy hasta Tierra del Fuego, en la Capital Federal y el Gran Buenos Aires, en las capitales de provincia y ciudades y pueblos del interior, cientos de miles de personas protagonizaron el levantamiento popular.
El gobierno de De la Rúa, acorralado por las luchas populares, y en franca lucha con otro sector de las clases dominantes que empujaba una salida golpista, el 19 de diciembre dictó el estado de sitio y realizó un inmenso despliegue de fuerzas represivas. La respuesta popular no se hizo esperar. Cientos de miles se volcaron a las calles la noche misma del 19. Se libraron los primeros combates con las fuerzas represivas, que enterraron en la práctica el estado de sitio. El 20 de diciembre la lucha siguió hasta conocerse la renuncia del odiado De la Rúa, y su salida de la Casa Rosada en helicóptero.
Un balance en debate
Es notable cómo construye la historia la presidenta Cristina Fernández, con lo que dice y con lo que calla. Lo volvió a demostrar este 10 de diciembre, cuando, teniendo entre los invitados al acto por los 30 años de la asunción de Alfonsín a Fernando De la Rúa, no dijo una palabra del 2001. Claro, no podía usar el remanido “salimos del infierno” que tanto mentaron ella y Néstor Kirchner, en medio de la oleada de rebeliones policiales y saqueos que se vivieron en estos días en nuestra patria.
Este gobierno llama “década ganada”, a las condiciones económicas internas y externas excepcionalmente buenas que tuvo –en realidad hasta 2007-, con las que pudo cerrar la crisis de hegemonía que había abierto el Argentinazo, avanzó en la reconstrucción de la gobernabilidad del sistema, y en el desarrollo de una corriente kirchnerista. En su discurso del 10 de diciembre, la presidenta no pudo usar esta expresión, “década ganada”, porque es su política de descargar la crisis económica internacional en curso sobre las espaldas de los trabajadores y el pueblo, lo que está en el trasfondo de la situación social, con la perspectiva para grandes masas de pasar unas amargas navidades y fiestas de fin de año, si la lucha no le tuerce el brazo a esta política y le arranca un plus de fin de año y reapertura de paritarias.
Porque el resultado de esta década ha sido la profundización de la dependencia y la concentración y extranjerización de la tierra. Además, con las oleadas de la crisis volvió a crecer la desocupación, el hambre, el trabajo en negro, etc. Por esas razones el gobierno, si bien pudo restaurar parcialmente las instituciones y reafirmar el camino electoral, no pudo sacar a las masas de las calles, ni cerrar el auge de la lucha de masas. El “Que se vayan todos” del 2001, tan temido por las clases dominantes, se volvió a escuchar en las grandes manifestaciones de Tucumán el 11 de diciembre.
“Dar vuelta la tortilla”
El 12 Congreso del PCR, en junio del 2013, analizó: “Después del Argentinazo, grandes masas obreras y populares buscan ir por más y no quieren volver a experiencias pasadas. Sacaron conclusiones sobre la hiperinflación, la devaluación, las privatizaciones, la impunidad de los genocidas, las crisis, etc. El discurso K, hechos y concesiones a las masas en lo democrático, lo social y lo cultural, su revisión de la historia, y su ubicación en América Latina, le permite al kirchnerismo polemizar y polarizar con otros sectores del bloque dominante, dejándolos a la derecha y obligando a las masas a optar entre ellos y los otros. Sólo encabezando las luchas por las necesidades de las masas, con nuestras posiciones obreras y populares, patrióticas, democráticas, antiimperialistas y antiterratenientes, es posible desnudarlos a fondo. Por eso trabajamos para la unidad de la lucha de las masas que golpee a la política de descargar el ajuste, la inflación y la crisis sobre los trabajadores y el pueblo. Lo que exige propagandizar un programa y una salida verdaderamente nacional y popular para acumular fuerzas en las masas, al mismo tiempo que usamos todas las contradicciones por arriba para centrar el golpe en el gobierno. Ya que solo un cambio de gobierno, profundizando el camino del Argentinazo, puede ‘dar vuelta la tortilla’ y hacer que la crisis la paguen los de arriba”.