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05 de April de 2017

 
No cabía la menor de las dudas. Muy pocos sectores irían a permanecer indiferentes ante el Centenario del Octubre rojo. Y así viene ocurriendo. 

Putin “recuerda” a Lenin

A cien años de la Revolución Rusa

 

 
Entre las iniciativas en danza se destaca la del gobierno ruso, quien ya designó su grupo de tareas. Y con él, el involucramiento directo de Vladimir Putin. Hacia fines del año pasado un decreto presidencial encargó a la Sociedad de Historia de Rusia las tareas evocativas. La selección no es para nada inocente. El director de la Sociedad es a la vez el jefe del Servicio de Inteligencia Exterior (continuador de la Dirección Primera de la KGB), Serguei Narishkin, considerado uno de los principales oficiantes de la actual Nomenklatura.
Lenin nos señala que las clases dominantes, a la muerte de los jefes revolucionarios, intentan “convertirlos en santos inofensivos, canonizarlos, por decirlo así, rodear sus nombres de una cierta aureola de gloria para “consolar” y engañar a las clases oprimidas, castrando el contenido de su doctrina revolucionaria, mellando su filo revolucionario, envileciéndola”. Una operación que en el caso de Lenin (como en China con Mao) los restauradores del capitalismo vienen realizando durante décadas, sin poder enhebrar un discurso que lo neutralice. El Octubre triunfante hace inviable cualquier hipocresía. Cien años después aún les duele la osadía de los oprimidos de tomar el poder y, sobreponiéndose a todas las acechanzas, atreverse a sostener en el tiempo una sociedad sin explotación.
El propio Putin ha asumido el rol de acusador. Y en su diatriba desnuda por dónde sangra la herida de la camarilla gobernante. 
 
Los ejes del ataque
Putin, el pequeño, arremete contra Lenin. Al cumplirse el 21 de enero el aniversario de la muerte de Lenin, comenzaron los discursos y reportajes. Los que siguen desgranándose hasta la fecha. 
Primera embestida. Y quizás la fundamental. Putin abomina de las medidas de Lenin contra el nacionalismo gran ruso. En efecto, el Estado soviético bajo la dirección de Lenin pulverizó el imperio zarista reconociendo el derecho de segregación de todas las nacionalidades sojuzgadas. Dicha autodeterminación entrañaba una nueva Unión basada en la adhesión libremente consentida. En Lenin había una profunda confianza en las masas, principalmente campesinas, de esas nacionalidades en su lucha por su liberación, pero también una profunda convicción de que ésta sólo se lograría, y podría sostenerse y avanzar hacia el socialismo, si esas masas eran las principales protagonistas de su propia liberación. Era un debate profundo que advertía el peso de las ideas supremacistas (y por ende reaccionarias) aún en sectores de la propia vanguardia revolucionaria. De ahí que Lenin convocó a los bolcheviques rusos a una defensa irrestricta del derecho de separación de quien lo reclamase. A la vez que llamaba a los bolcheviques de las nacionalidades no rusas a bregar por una unión voluntaria en el naciente país de los soviets y el socialismo. Esto desvela a Putin quien suelto de cuerpo nos dice que allá, por el 17, Lenin colocó una bomba atómica con efecto retardado que estalló en 1991 y se llevó puesta a la URSS. Quien nos habla es el vocero de uno de los imperialismos más activos de nuestros días. Con nostalgia quizá por los jirones perdidos de aquel sombrío Imperio que ellos mismos usufructuaron tras la restauración capitalista en la URSS. Por si no alcanzase, es ese nacionalismo de metrópoli imperial el que lo vincula con otros fascistas como Le Pen, Orban o incluso Trump.
Segunda embestida. Putin se nos queja por la violencia. Su cinismo escala alto. El Putin iniciado en la KGB, el impiadoso represor de sus opositores, el sucesor de los invasores de Afganistán, el asesino de Chechenia, quien se ha conseguido su propia guerra en Siria… es el hombre que repudia la violencia leninista. Reclama por la ejecución del derrocado zar y su familia; por la persecución a la Iglesia Ortodoxa (una de las más sanguinarias) y la represión a kulaks y grandes burgueses. Para quien se afilió al PCUS en 1975 (plena era Brezhnev) no se le debiera ocultar que el Estado no es otra cosa que la dictadura de una clase sobre otra. Y así como él ejerce con total naturalidad la dictadura de clase de la gran burguesía rusa sobre la gran mayoría de los rusos, la revolución de Octubre inauguró la más amplia democracia para el proletariado, los campesinos y demás sectores populares. Que no otra cosa era la dictadura del proletariado que reprimió lo que no podía dejar de reprimir. Por ser un país en guerra civil e invadido por ejércitos extranjeros se las arreglaron bastante bien. Otras revoluciones (en estos casos burguesas) debieron ajusticiar a sus propios monarcas. En la Inglaterra de Cromwell al rey Carlos I. La revolución francesa a Luís XVI y Sra. 
 
Después de los palos la zanahoria
Entonces nos enteramos de que Putin tiene buen concepto del comunismo. Que incluso, a diferencia de varios de sus actuales socios, él conserva aún el carnet de afiliado. Y que lo que lo desvela es lograr reunir al pueblo ruso alrededor de ese futuro de grandeza que él representa. Sin discordias que provengan de un pasado confuso y controversial. “Superar las antinomias”. ¿Cuántas veces más tendremos que aguantar esta hipocresía? 
Por su parte Ziugánov y el PC de Rusia le cubren a Putin, más allá de las polémicas menores, el flanco de los melancólicos. Unos y otro comparten este mismo axioma “Quien no extraña la Unión Soviética, no tiene corazón. Quien la quiere de vuelta tal cual fue, no tiene cerebro” (las negritas son de puño y letra de Putin).
¿Tanto esfuerzo indicará quizá que les preocupa el reverdecer de una corriente verdaderamente comunista? Aún en los períodos en que nos encontramos a la defensiva el fantasma los sigue desvelando. 
 
Una polémica colateral
Alrededor de estas declaraciones de Putin leemos una nota en el periódico Prensa Obrera. El desarrollo, crítico de la gestión putiniana, abre paso a una afirmación por demás reveladora. Dice el texto: “finalmente, la restauración capitalista convirtió a Rusia en un Estado periférico que no tiene posibilidad de oficiar de alternativa a los Estados capitalistas dominantes”. Y tilda al gobierno de Putin de “régimen bonapartista”. Otro artículo, bajo el título “China, el otro bonapartismo”, incurre en las mismas vaguedades a la hora de escamotear nítida caracterización de la China posterior a la restauración capitalista. Flojos de papeles a la hora de emplear la categoría leninista de imperialismo los redactores de PO se pierden en una descripción economicista, con algo de información y poco de contenido. Y que seguramente afectará su independencia a la hora de la recordación del Centenario. 
 
Vamos por una conmemoración unitaria y de masas
Es grande la responsabilidad. Rescatar las esencias de esa gloriosa victoria, 100 años atrás es toda una batalla. Más allá de sus particularidades el camino de Octubre presenta un carácter universal. Sin desentendernos de las decuplicadas dificultades, hay toda una corriente que no se resigna. Es tan así que, en la Comisión del Centenario que integramos, participamos codo a codo con otras vertientes del tronco marxista y con corrientes populares de tradición no marxista (peronistas, cristianos, anarquistas).