Carlos “El Vasco” Paillole fue un gran dirigente político de nuestro Partido y también gremial, primero de los estudiantes correntinos y luego de los chacareros pequeños y medios de la pampa húmeda. Sin temor a equivocarnos, podemos decir que fue protagonista e incidió en grandes acontecimientos de la historia argentina contemporánea. Con escasa repercusión en los medios oficiales, quizás. Pero sin duda alguna –y a pesar que a él no lo hubiera gustado, porque le molestaban los elogios– protagonista con letras de molde en las rebeliones populares de los últimos cuarenta años.
¿Luchador popular? También. El Vasco, como lo conocían todos, venía de una familia de clase media. “Soy chacarero” le gustaba decir. De joven, al volver de la colimba (que hizo en Ushuaia), se fue a estudiar veterinaria a la Facultad de Corrientes. Rebelde siempre, durante la dictadura de Onganía comenzó a militar en el Menap (Movimiento Estudiantil Nacional de Acción Popular) vertiente que luego fue fundadora del Partido Comunista Revolucionario.
Transcurría la dictadura de Onganía, el general que dijo que venía para quedarse veinte años. El PCR llegó a la conclusión que había un polvorín de odio bajo los pies de ese gobierno. Y claro, una sola chispa puede incendiar la pradera, enseña Mao. El Vasco integraba un conjunto de compañeros que dirigían a los estudiantes de la Universidad del Noreste. Y tenían la pólvora y la decisión de enfrentar. Luchando por el comedor estudiantil cayó el estudiante Juan José Cabral. Y eso generó el Correntinazo, pionera de otras puebladas cuyas mayores expresiones fueron el Córdobazo y el Rosariazo. Onganía, al renunciar, tuvo que aceptar esos hechos. Triunfo del pueblo y del partido. Y estaba el Vasco.
Después de recibido de veterinario, se fue con su familia y el bolsito a radicarse a Arteaga, un pueblo de 3 mil habitantes del centro sur de la provincia de Santa Fe. Ahí se fundió con lo más sencillo del pueblo, pasando a militar en Federación Agraria Argentina, de la que llegó a ser por muchos años director del Distrito 6, por lejos lo más combativo del movimiento agrario argentino. Siempre valiente, encabezó la lucha del sector contra la dictadura – el famoso “acopladito” – y después durante el alfonsinismo como oposición de Humberto Volando en FAA en la agrupación Unidad Federada.
Hombre apasionado y leal, profundamente antiterrateniente y antiimperialista, siempre tenía la oreja clavada en el piso, para escuchar lo que decía la gente. Y por eso fue parte del armado de un movimiento que dio que hablar a Argentina, América y el mundo: el Movimiento de Mujeres en Lucha, que paró miles de remates cantando el himno y organizando a las mujeres para clavar el taco frente a la concentración latifundista que empujaba el menemismo. Lo mostró Pino Solanas en una película en justo reconocimiento. Triunfaron, porque cientos de chacareros y pequeños propietarios conservaron sus casas y sus campos y el menemismo, por esto y por las puebladas y las Marchas Federales se tuvo que ir por la puerta chica de los traidores.
Durante casi veinte años fue secretario del Partido Comunista Revolucionario del Regional Santa Fe, miembro del Comité Central y de su Comisión Política, encabezando, dirigiendo y orientando al mismo en las gloriosas jornadas del Argentinazo. Con su conducción el partido y su juventud vivieron un período de gran crecimiento. Desde el inicio del gobierno de De la Rúa, encabezó cientos de reuniones con chacareros y dirigentes de los pueblos del interior de la provincia, empujando la lucha contra la usura bancaria e impulsando firmemente las multisectoriales que desembocaron en cortes de ruta, marchas y puebladas como el glorioso Casildazo. El Argentinazo se hizo. Triunfaron el pueblo y el partido. Y también estaba el Vasco.
Pero quizás el hecho que más alumbra su dimensión política fue haber sido uno los iniciadores en la localidad de Timbúes (Santa Fe) de la lucha agraria más importante de los últimos cien años: la rebelión agraria y federal de 2008. “El mayor levantamiento federal de los últimos ciento treinta años” le dijo al hoy durante las gloriosas jornadas del movimiento que paró la mano al saqueo kirchnerista y desnudó la falsedad del “modelo nacional y popular”. Hombre que tenía como línea el lema “con razón, con ventaja y sin sobrepasarse” de Mao, integró en primera fila la defensa del pequeño y mediano productor, empujando las retenciones segmentadas para que pagasen los pooles de siembra y no los chacareros. “Cortaron ancho” fue su famosa frase para describir que el kirchnerismo se había equivocado y les había pegado a todos por igual. Y es que tenía muy presente lo que era el frente único, el golpear juntos y aquella frase de Mao que dice que “tener muchos enemigos parece muy revolucionario pero en realidad hace mucho daño”. Otra del Vasco fue “la rebelión no tiene yegua madrina” para describir que había un movimiento de autoconvocados en los pueblos que empujaba para adelante. Con esa línea, también triunfó esa lucha, en la que tuvo un protagonismo principal Federación Agraria Argentina y particularmente al Vasco en todos los palcos, las rutas y los cortes.
La vida del Vasco da para un libro, que se hará. Pero vale decir que era un hombre “al que se le podía dar la espalda tranquilamente” como dijo Eduardo Buzzi en el acto de su sepelio, para marcar su franqueza. Lejos de toda idea de balance y autorreferencia, era de los que tendían la mano al que se equivocaba. Amplio, sin dogmatismos y que consideraba la teoría y la línea partidaria como guía para la acción, nunca condenaba ni fiscalizaba. Por eso se le puede decir sin temor maestro. Por eso fue querido por la Juventud, respetado por otros dirigentes y llorado ante su muerte.
Los que lo conocimos lo admiramos y apreciamos mucho. Los que no lo conocieron pueden seguir tranquilamente y sin temor a equivocarse su ejemplo. Porque “siempre estuvo arriba del tractor, pero nunca abandonó la estrella” como se dijera en el acto con motivo de su primer aniversario. La estrella de la lucha contra la explotación del hombre por el hombre. Querido Vasco Paillole.